Otros tiempos

23 de agosto, 2020 | 11.00

El asunto fue que Carlos me respondió: “eso fue en otros tiempos”. Así nomás, “otros tiempos”.

Yo estaba contándole todos los hechos que concurrieron a lo que sobre el filo, fuera el golpe de estado contra Salvador Allende. Contado por el mismo Allende en su encuentro con Fidel Castro, en noviembre de 1971.

Aquello fue un periplo de grandes gestos y pequeñas señales. No de Fidel hacia Salvador, sino del aparato golpista hacia Allende.

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Después de estar Fidel, tres semanas en Chile, el periodista Augusto Olivares filmó una larga charla entre “Chicho” y “El Caballo”.

Allende le explica a Fidel que “la renovación chilena la haremos con pluralismo, democracia y libertar”.

Hacía poco había nacionalizado el cobre, y los movimientos de gato escaldado de la prensa opositora hacia lo suyo: “Mira, Fidel, la disyuntiva que tenemos: la libertad de prensa es de los bienes más preciados que ha conquistado el pueblo de Chile, y ahí está la prensa, que deforma, miente, tergiversa y calumnia, representando a intereses poderosos y foráneos, y entre medio, periodistas que representan a esos intereses…y con eso más, seguimos haciendo la transición pacífica al socialismo”.

Fidel le responde que las oligarquías son hábiles en explotar los temores e ignorancias de la gente.

Se sabe que en la despedida y casi en privado, Fidel le dijo a Salvador, que no podría gobernar si no cortaba algunas cabezas. Un lacónico y supersticioso Allende le respondió que no, que hablando la gente se entiende, que un golpe en Chile era impensable, y que a él solo podrían sacarlo de La Moneda acribillándolo a tiros.

Me escucho hablando con Carlos y reconozco en mi a un viejo que se desespera cuando no lo entienden. Así que ante su “eso fue en otros tiempos” salto sobre el tiempo y le recuerdo el Golpe a Dilma Rousseff: el primer conato de golpe, que estilizadamente llamaron”impichmen” o como se escriba, fue al tercer mes de gobierno. Y ese gobierno estuvo lleno de señales. Desde adentro y siempre coheteado por el mounstro de la prensa brasilera: desde el segundo año del gobierno de Lula, el trabajo comunicativo de desgaste fue día por día, con el mismo tesón conque la prensa chilena “que deforma, miente, tergiversa y calumnia, representando a intereses poderosos y foráneos, y entre medio, periodistas que representan a esos intereses”, de tal suerte que Dilma llegaba jugando una partida matrera contra unos oponentes que tenían las cartas marcadas.

Finalmente, en una entrevista del 17 de septiembre de año pasado, Temer, (que facilitó todo el movimiento destituyente) reconoció “yo no tuve que ver con el golpe contra Dilma. Si mi participación hubiera sido publica, no podría presentarme luego como candidato”. Media vuelta más y se besa la espalda.

El entonces juez Moro, reafirma mi convicción que el trabajo de los jueces no es impartir justicia, sino garantizar el funcionamiento del sistema que representa.

Dilma, contrariando ferozmente su propia resignación, me dirá un tiempo después: “les ganamos en las urnas, y la idea de ellos era no dejarnos gobernar, generado inestabilidad como norma cotidiana. Con la Globo, claro”.

Recordaba la tapa de Clarin: “Total normalidad”. Pero de eso ya sabemos la historia completa.

Hablamos de Honduras, Paraguay, Ecuador. Todo a un ritmo que acerca los momentos. Todos distintos pero con el mismo resultado. Las variables creativas del golpismo, incluida la anti política que genera sentidos comunes hacia un nueva “ideología moral” que, obviamente, venden pero no consumen.

Carlos ya no repitió “eran otros tiempos” pero yo atizaba mi propio fuego, así que seguí con un largo periplo de lunático extraviado, por la historia del gobierno de Evo Morales, de lo que sucedía adentro y afuera del núcleo de poder y del comportamiento de una siempre golpista pero bien tratada prensa boliviana, que trabajaba codo a codo con policías y militares, mientras los pusilánimes de adentro tomaban cafecito y los malos de afuera festejaban por adelantado, y que diera como resultado final, escuchar al ex presidente diciendo “no lo vi venir”, desde su exilio en Buenos Aires.

Quizá estoy como el loco del altillo, pero he vivido de cerca estas catástrofes y veo las señales de lejos, como los tornados. Y también pensé en su momento, en la imposibilidad de que pasaran cosas que finalmente sucedieron, y quizá de ahí me quedó el pensamiento “conspiranoico” de que en la historia de la mezquindad, la mentira falaz, el robo y la violencia, nunca fueron ni son otros tiempos.