Veo en televisión que una compañera, Natalia, está siendo corrida por la policía en Plaza de Mayo. Yo estaba en Morón, ocupándonos de los suministros para los Centros de Salud que por esos días de 2001 tenían una vital importancia en la contención comunitaria.
No lo pienso dos veces. Busco alguien que pueda llevarme a la plaza. Encuentro un compañero que tiene auto y salimos los dos a buscar a Natalia. No sabemos nada. No hay celulares. Morón queda lejos de Plaza de Mayo, fueron treinta, cuarenta minutos que parecieron eternos y a la vez fueron un relámpago.
En el medio pasó de todo. Hubo más corridas, más represión. Estaban las abuelas y madres de Plaza de Mayo siendo golpeadas por la policía montada. Los pibes y pibas coparon las calles. Había un país herido, doliente pero vivo. En carne viva.
Llegamos a Plaza de Mayo y por supuesto que en medio de ese caos no logramos encontrar a Natalia. Después nos enteramos que estaba bien. Damos vueltas con el auto buscándola. Vemos a unos pibes que están siendo corridos por la policía, nos acercamos y les abrimos las puertas. Los pibes se suben al auto y salimos. Eran de Haedo. Aunque esos días todos éramos de un mismo lugar y de un mismo dolor.
Tenía 29 años. Ya era madre. Gobernábamos Morón desde hacía apenas dos años y vivimos tiempos de convulsiones políticas. El gobierno nacional se había convertido en un epílogo devastador de los diez años de menemismo.
Vivíamos un tiempo complejo, durísimo para los sectores populares. El hambre arreciaba en los barrios. El toque de queda recordó la dictadura cívico militar. Los ahorros de una vida, de una familia, de generaciones, se habían vuelto inaccesibles, fugados, y poco después devaluados. Los bancos desaparecían. El desempleo era ley. Los saqueos eran una respuesta a tanta injusticia social. Todos los días la degradación de nuestra vida colectiva llegaba un poco más lejos.
En esa época trabajaba en el área de Medicina Preventiva (lo que años más tarde sería Atención Primaria de la Salud). Tengo un recuerdo nítido y sintético de nuestra comunidad en ese momento. Nos encontrábamos en el patio de la dirección de Acción Social entre trabajadorxs municipales y vecinxs a armar los bolsones de alimentos que entregábamos a las familias más necesitadas de los barrios.
2001 fue una cadena de problemas estructurales y coyunturales, pero también fue el momento en el que se reveló una memoria positiva de lucha y solidaridad. Ahí estábamos, entre vecinxs de distintos lugares de Morón. Entre conocidos y desconocidos, personas reunidas por una misma tarea: acompañar y sostener a quienes más estaban sufriendo. Ahí también, en esos días, fundamos un vínculo social.
Recuerdo que uno de los barrios de mayor tensión era Carlos Gardel. Nuestra querida Piruni, referente comunitaria e histórica, tuvo un rol fundamental en la organización y contención. Además de su comedor Los Gardelitos y su trabajo territorial, era quien nos acompañó a transmitir confianza y que el gobierno local no iba a descuidar a nadie.
Viéndolo a la distancia, creo que esa crisis también demostró nuestro compromiso y comportamiento político. Quienes éramos, donde estábamos y qué hacíamos. En esos días también nacimos como una fuerza política autónoma que terminaría fundándose un poco después primero como Nuevo Morón y luego como Partido por la Democracia y la Equidad hasta llegar a nuestro actual Nuevo Encuentro.
¿Cuándo empezó el 2001? No lo sabemos, distintas líneas de tiempos, de crisis, de desigualdades, de dolor social se superpusieron, se encontraron y se anudaron en esas jornadas del 19 y 20 de diciembre. Pero sí sabemos algo: estuvimos ahí para transformar la historia.