Toda obra de ingeniería de envergadura produce fuertes impactos en la zona donde es instalada. La construcción de la central hidroeléctrica binacional Yacyretá no es la excepción. Transformó el ambiente, elevó la altura del Río Paraná e incidió en la relocalización de miles de familias que vivían en terrenos bajos.
Por décadas, los gobiernos y las consultoras que manejaban el proyecto se preocuparon sólo por la construcción de Yacyretá. Las obras complementarias, necesarias para mitigar los efectos negativos sobre el ambiente y la población, fueron relegadas. "Durante muchos años, Yacyretá dio la espalda a la realidad de nuestra región", señala el ingeniero Antonio Plessen.
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Sin embargo, en el año 2003, los gobiernos de Argentina y Paraguay cambiaron el paradigma. Los presidentes Néstor Kirchner y Duarte Frutos decidieron poner en marcha el Plan de Terminación de Yacyretá. El ambicioso proyecto elevó la cota del embalse, atendió demandas de las poblaciones afectadas y mejoró el funcionamiento urbanístico y económico de la región.
El plan incluyó la realización más de 1200 obras viales, entre las que se destacan la creación de caminos, la construcción y modificación de puentes, el saneamiento costero y la edificación de tramos de ruta afectados por el embalse de Yacyretá.