Durante décadas la famosa canción “Mi viejo” del cantante argentino Piero, recorrió América Latina como símbolo del amor a los padres, cariñosamente llamados “viejo” o “vieja” en algunos países de la región. Decirle “viejo” a un padre no es despectivo, sino más bien cariñoso. Hoy, en los países donde se mantiene el distanciamiento social a raíz de la pandemia del covid-19, millones de hombres y mujeres manifiestan su preocupación porque sus madres y padres, abuelos y abuelas, están invisibilizados en las llamadas “casas de retiro”, “asilos” u “hogares de ancianos”, sin siquiera poder realizarles una visita para contener la angustia compartida.
En los últimos años, en numerosos países, hubo publicidades que prometían la juventud eterna -acompañada por la pegadiza canción “Por siempre joven” de una banda de pop alemana- si se afiliaban a una de las tantas empresas de jubilaciones privadas. Más allá del debate sobre las pensiones privadas lo cierto es que hoy, en numerosos países la muerte de las personas en los asilos no se toma en cuenta en las estadísticas ya que existen diferencias de criterios en la forma de medir cómo y quiénes contrajeron el virus.
En muchos lugares se toma básicamente la información de los hospitales, minimizando el impacto del nuevo coronavirus en los asilos y si una persona murió en uno de ellos sin que se sepa a ciencia cierta la causa de la muerte -y no se le realizó un test- no se la incorpora a las estadísticas del covid-19.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Por el contrario, en Bélgica, según explicó la ministra de Salud Maggie de Block, con el objetivo de brindar mayor transparencia en la comunicación, sí se agregan los datos de los asilos y de la gente que murió allí aunque no se les hayan realizados testeos. Por dicho motivo hoy Bélgica ya se ha convertido en el país con la mayor cantidad de muertes por millón de habitantes, superando incluso a España e Italia.
Es paradójico que se supiera desde un primer momento que el virus afectaba a las personas mayores, definidas incluso como de “riesgo”, y hoy estén detrás de los muros sin que sus familiares puedan visitarlas porque se pueden contagiar mutuamente. Es paradójico, que se les prometiera la juventud eterna y ahora, en plena pandemia, en muchos lugares ni siquiera se las tome en cuenta salvo cuando se informa de un contagio masivo en algún asilo. “Es un buen tipo mi viejo, que anda solo y esperando, tiene la tristeza larga…” canta todavía Piero, porque los “viejos” y las “viejas” están allí. Esperándonos.