Por Juan Ignacio Agosto
Redacción El Destape
@juanchoagosto
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Estaba todo dado para que la Plaza de Mayo volviera a transformarse en una muestra del poder de movilización del kirchnerismo. Las distintas agrupaciones se habían apostado frente al escenario desde temprano y las familias disfrutaban de los stands de los ministerios ubicados sobre diagonal Norte, donde fue protagonista la cartera de Agustín Rossi, que decidió poner a las distintas fuerzas al servicio de la fiesta con trompetas y demostraciones. Cerca de las 16, la plaza estaba prácticamente llena.
Todos los precandidatos del Frente para la Victoria llevaron su cotillón, salvo Daniel Scioli. La ausencia de carteles, banderas y globos con el nombre del gobernador llamó la atención de más de uno. Los dos con más presencia fueron Sergio Urribarri y Florencio Randazzo, que pretenden mostrarse como la continuidad más "pura" del proyecto.
Cerca de las 17 llegó la primera advertencia desde el cielo, pero el público ni se inmutó. Sin embargo, una segunda lluvia, torrencial ahora, obligó a un cambio de planes improvisado y la multitud que aguardaba a Cristina Fernández de Kirchner y había aguantado el primer chaparrón, empezó a abandonar la plaza.
Todavía no había ingresado la gigantesca columna del Movimiento Evita cuando las fuerzas de la naturaleza decidieron arruinar la fiesta. En cambio La Cámpora, la otra agrupación que más gente llevó, estaba apostada frente al escenario y sobre Hipólito Yrigoyen, como es habitual, desde las 12 del mediodía. Sonaba Ji Ji Ji de los Redondos cuando cayeron las primeras gotas, que al principio fueron un elemento motivador para los militantes, que se pusieron a saltar y bailar al ritmo de la voz del Indio Solari. Pero duró apenas unos minutos. Cuando la cortina de agua no dejó ver la Casa Rosada, los organizadores decidieron desconectar los equipos para evitar una tragedia.
Fue recién entonces cuando La Cámpora abandonó la plaza, símbolo de que ya no continuaría el evento. Un pequeño grupo de militantes de esa agrupación, que estaba a la izquierda del escenario, buscó refugio en la carpa de invitados, que se abrió inmediatamente. Raúl Zaffaroni conversaba con María José Lubertino y Roberto Carlés en una de las mesas cuando la ola de jóvenes ingresó a la carpa y, ya que estaba, comenzó a disfrutar del servicio de catering que apenas habían tocado los invitados. La escena era de un peronismo tan explícito que solo faltaba que cantaran la marcha. Y lo hicieron. Carlos Kunkel, que estaba en el fondo, comenzó a sonreír como un nene y se sumó al grupo como uno más, dedos en v en alto. El senador Marcelo Fuentes, el ministro Carlos Tomada, Daniel Filmus y Roberto Feletti, entre otros, acompañaron desde un costado.
Cuando la tormenta amainó, en la plaza todavía quedaban unos cuantos militantes. El show se había suspendido, pero la jefa iba a hablar igual desde adentro de la Rosada y muchos habían viajado muchos kilómetros para escucharla y no tenían adonde ir. De pronto, las pantallas volvieron a encenderse y los militantes, de a poco, comenzaron a regresar. La plaza volvió a poblarse, aunque solo se llenó por la mitad. "La democracia no se suspende por mal tiempo", dijo la mandataria en el comienzo de su discurso y, cuando terminó, cumplió su promesa y salió a saludar al público que seguía ahí, bajo un cielo que había decidido premiar el aguante.