Una mancha que no se borra nunca más: el 7 a 1 a Brasil cumple un año

08 de julio, 2015 | 09.53
Hace exactamente un año, los brasileños amanecieron con el deseo de saldar una deuda con su Historia. A pesar de las críticas de adentro y de afuera, organizaron su Mundial para obtener su sexta copa y de locales, luego de la decepción que les significó el Maracanazo de 1950. Pero la realidad los cacheteó de la peor manera.

En frente estaba Alemania, que venía creciendo en su rendimiento de juego corto, presión y toque al ras del piso. Brasil apostaba al estilo que le inculcó su DT, Luiz Felipe Scolari: juego compacto, contragolpeador, de dientes apretados antes que de alegría carioca.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE


La cita se dio en el Mineirao de Belo Horizonte. Alemania iba con todo, Brasil no contaba con Neymar, su figura que salió lesionada tras el partido de cuartos de final ante Colombia. Sus compañeros lo recordaron llevando su camiseta en la mano mientras cantaban el himno, como anticipo de una jornada épica.

Y lo fue, pero para los teutones. Alemania humilló a Brasil sin piedad. Se regodeó en esa inmensa superioridad demostrada en un partido que difícilmente se repita en la historia de los Mundiales. El más ganador de las Copas del Mundo, el único que nunca faltó a un torneo mayor, era abusado por los implacables alemanes, que en poco menos de media hora ya habían liquidado el cuento y se imponían por 5 a 0.

Brasil 1 Alemania 7 Mundial 2014

Müller, Klose, Kroos en dos oportunidades y Khedira en 28 minutos liquidaron de manera inesperada el pleito. Once brasileños miraban atónitos adentro del campo de juego como los de camiseta roja y negra, similar a la que usa usualmente el Flamengo de Río de Janeiro, los pasaban por encima. Otros 60 mil espectadoras quedaron anodadados por lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos. Cientos de millones quedaron impactados frente a la TV ese día, esa tarde o esa noche, según en qué lugar del globo uno estuviera. Todos eran conscientes que la Historia del deporte más popular se estaba escribiendo en ese mismo instante.

Las escenas que transmitía la televisión eran las de un velorio colectivo. Camisetas amarillas estrujadas, gestos impávidos, llantos de niños y hombres adultos. En Brasil se estaba viviendo un calvario.

Alemania y Brasil salieron a jugar el segundo tiempo más inútil del fútbol. Por capricho del reglamento los pentacampeones no pudieron tirar la toalla y cerrar el asunto. De haber querido, hubieran suspendido el torneo entero. Los europeos, en cambio, guardaron piernas ante la final que se les venía. Así y todo, aprovecharon para recordarle a sus rivales quién era el autor del Mineirazo: Schurrle en dos ocasiones rubricó el sexto y el séptimo. Oscar decoró con el 1-7 final sobre la hora. Para la anécdota quedará que Schweinsteiger le recriminó a Özil por no definir bien y permitir el contragolpe con el que Brasil hizo el gol de la humillación (llamarlo "del honor" sería una deshonestidad). Una muestra más, por si hacía falta, que la contemplación no estaba en la estrategia alemana esa tarde de Belo Horizonte en la que el fútbol demostró por qué es el deporte más atrapante.