Un modelo económico que necesita la antipolítica

19 de agosto, 2018 | 06.13

Cambiemos llegó al Gobierno con un propósito político muy definido: reducir el Estado a su mínima expresión, dejarlo como facilitador de negocios privados y brazo armado para la represión y protección exclusiva de la propiedad privada. Para ello, lleva a cabo una compleja agenda que incluye deslegitimar a la política en su conjunto, militando la antipolítica. Frente a esto, lo peor que podemos hacer es permanecer indiferentes.

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Las medidas impulsadas por el Gobierno con el aval del FMI son presentadas como inevitables; de hecho, el propio presidente Mauricio Macri insiste en hablar de la economía como fenómeno meteorológico, sin relación causal alguna con las decisiones que él mismo toma. Nada nuevo sobre el libreto del modelo económico que promueve el propio Gobierno; “No hay plan B”, dijo allá por los ‘80 Margaret Thatcher en Reino Unido, lo retomó Angela Merkel durante la crisis del euro y hoy nos lo repiten en Argentina. El propio Macri en medio de la recesión, inflación y aumento de la pobreza nos recordó esta semana que “este es el camino que estamos recorriendo, sabíamos que iba a tener obstáculos. Lo importante es mantener la convicción”. María Eugenia Vidal ya explicaba esta lógica desde 2016 con el eufemismo del “sinceramiento” del brutal tarifazo y decía que “era mentira que podían tener calefacción, electricidad, servicios si no había tarifas reales”. Ideas que buscan anular la discusión sobre cualquier alternativa y eliminar la posibilidad de buscar responsables políticos sobre la crisis económica actual.

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Sin embargo, la economía es política, y por tanto existen diversas alternativas al ajuste, los despidos, la fuga de capitales, la devaluación y los tarifazos. La verdadera grieta que existe en Argentina es la continuidad o no de las políticas de Macri. Ahora, el primer paso para convencernos de que existe alternativa y impulsar la alternativa política al gobierno de Macri, es pasar de mirarnos como individuos para pensar en colectivo, en lo comunitario, como sociedad. Y es que en tiempos de dificultades económicas y desafíos políticos es cuando más debemos estar unidos, unidas y retomar el sentido colectivo

La meritocracia, el sálvese quien pueda, el consumidor fallido de la sociedad líquida de Bauman, solo son excusas de una sociedad injusta. Más que excusas, en realidad son parte de la ideología del neoliberalismo, que viene a cambiar la subjetividad individual, como lo explica Jorge Aleman, eliminado la idea de responsabilidad colectiva. La propia Thatcher, impulsora con Ronald Reagan de neoliberalismo a escala global, es recordada por una poderosa frase “there is no such thing as society: there are individual men and women, and there are families”, es decir, somos personas individuales y familias que vivimos en el mismo lugar, pero no existe la sociedad. También la “Dama de Hierro” indicó cuál es el objetivo último de Cambiemos: cuando decía “economics are the method; the object is to change the heart and soul”, se refería a que usando la economía como método se podría lograr cambiar el espíritu mismo de las personas.

En síntesis, la Argentina está inmersa en una crisis económica, crisis de representación política y esto es fruto de una feroz lucha cultural. Ante esa concepción de mercado, donde ciudadanía y clientela se confunden, es necesario generar la alternativa para volver a tener un gobierno que entienda la importancia de los derechos, de la sociedad.

El fracaso del modelo económico de este gobierno siempre fue previsible y, sin embargo, el Gobierno parece convencido en profundizar ese camino errado, basado en la destrucción del poder adquisitivo y en las capacidades productivas de la Argentina, destruyendo la industria y alejándonos cada vez del sueño de llegar a ser una país desarrollado. El de Cambiemos es un gobierno que dejó abandonadas las personas, pidiendo innumerables sacrificios, primero hasta salir del túnel, luego hasta el segundo semestre y ahora hasta que pasen las sucesivas tormentas. Fueron consolidando la idea de los individuos por sobre la responsabilidad de la sociedad en su conjunto, y con esto justifican la agenda de ajuste.

En esta batalla cultural es donde se enmarca el lawfare, la guerra judicial librada contra dirigentes de la oposición y el circo judicial de los arrepentidos. El objetivo, más que blanquear la corrupción, parece ser consolidar la pérdida de la legitimidad y un nuevo “que se vayan todos”, corriendo el riesgo de que cuando se desprestigia la política como un todo se cuestiona la democracia. Ahora bien, la sensación de “todos son iguales”, la de la indiferencia, es la conquista de la ideología neoliberal de que no existe tal cosa como la sociedad. Pero cuando gana esta idea, quienes menos tienen, quienes son ciudadanos de a pie, quienes dependen de que exista el trabajo, el salario, quedamos al servicio de los mercados. Ganan unos pocos.

Pero esta batalla cultural se vuelve ruda y cruel porque también existe la Argentina con un fuerte sentimiento de solidaridad, la que cree en la igualdad de oportunidades, la que se pone al hombro ollas comunitarias, cooperadoras escolares, trabajos sociales, estrategias cooperativas, fábricas recuperadas, la de la resistencia y la construcción de redes sociales. Está fresco el recuerdo de años de gobiernos peronistas, kirchneristas, del Estado presente, por más que a algunes les moleste, y hoy nos inspira el movimiento de mujeres, que transformar lo personal en político.

La batalla cultural no la hemos perdido contra el neoliberalismo. Solo necesitamos ser muy conscientes de que sucede, para poder darnos una estrategia colectiva para reivindicar el sentido común de lo nacional, popular, democrático y feminista.