En tres años, Cambiemos logró el principal objetivo que cualquier gobierno conservador busca: concentrar la riqueza y los ingresos en pocas manos; favorecer a los ricos en detrimento de los que menos tienen. Desde que llegó Macri, la inflación fue del 146%; el salario medio subió un 103% y las jubilaciones, un 101%. Trabajadores y sector pasivo perdieron aproximadamente un tercio de su poder adquisitivo y aún falta un año de gobierno. La contracara fue que los sectores ganadores fugaron su renta y la huida se financió con un endeudamiento histórico.
Los sectores beneficiados por Macri son el campo, las energéticas y los bancos. Ellos tienen la mayor parte del dinero perdido por los trabajadores y jubilados. El caso de las energéticas, en manos de empresarios amigos del presidente, es extraordinario a nivel internacional. No hay registros de semejante tarifazo.
Según datos de CEPA, las gasíferas aumentaron las tarifas un 3008% desde 2015; las empresas de electricidad las subieron un 2136% y las de transporte, un 332%.
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Los tarifazos destrozaron los presupuestos familiares: cuadruplicaron el porcentaje de los ingresos destinados a servicios y transporte, relegando otros gastos que las familias ya no pueden solventar. Así, no solo empobrecieron a los consumidores, también destruyeron otros sectores que proveían los bienes y servicios que ya no se consumen o se consumen menos.
La dramática suba del gas y la electricidad rompieron la ecuación de negocios de gran parte de las pymes que proveen al mercado local. En muchos casos la suma de la facturas de gas y electricidad llegó a superar la facturación y tuvieron que cerrar. En otros, trabajan a pérdida y se comen el capital esperando que en 2019 llegue un gobierno distinto.
La caída del consumo fue la principal razón de la debacle del PBI per cápita, que ya se hunde más de un 6%. Pero también cayeron las inversiones y las exportaciones.
Como en otros gobiernos que concentraron ingresos en la historia, Cambiemos terminará en recesión: unos pocos que acumulan la riqueza no pueden consumir lo mismo que consumían antes los trabajadores y jubilados que les transfirieron sus ingresos.
Además de la recesión, la excesiva concentración y acumulación derivó en fuga de divisas: ganan, no invierten, y se la llevan. De hecho, el mercado local está tan deprimido que la conducta de estos actores tiene lógica.
Así, la concentración derivó en fuga y la fuga en endeudamiento para financiarla. Y esa es hasta ahora la herencia más difícil de revertir que dejará Cambiemos.
Todos los indicadores son negativos para la población. El desempleo llegará arriba del 11% a fin de año, duplicando el que dejó el kirchnerismo. Los indicadores de pobreza, disfrazados por el Indec y con la complicidad de la UCA, no muestran una realidad que es obvio está llevando al país cerca de los niveles que encontró la administración anterior en 2003.
El ajuste en el Çonicet, en el Invap y en materia de energía nuclear significan un fuerte retroceso en materia de inversión para un futuro de desarrollo nacional. La nueva fuga de cerebros y la caída de la matrícula de las facultades de ingeniería harán más difícil la recomposición de recursos humanos de alto nivel profesional.
El resultado de esta política arrasadora de concentración del ingreso es devastador y sus consecuencias en términos de sufrimiento humano son dramáticas. El aumento exorbitante del precio de los alimentos es, quizá, la agresión más cruel que sufrió la población. Los panaderos cuentan que muchos van a sus comercios pidiendo 10 pesos de pan. Los tamberos reciben colas de varias cuadras de madres y padres buscando un litro de leche para sus hijos. La transferencia en tres años de más de un billón de pesos de recursos de toda la población a los diez mil grandes productores agropecuarios que concentran el 85% de la producción, sumiendo a parte de la población en el hambre, quedará en historia como la agresión más aberrante de la elite a los trabajadores desde la vuelta a la democracia.