Tres años de Macri: éxito en los objetivos y fracaso de las promesas

08 de diciembre, 2018 | 20.00

Aunque sencillo en apariencia, el balance es complejo. La sencillez surge del evidente desastre económico para el entramado productivo y el bienestar de las mayorías, con elevación del desempleo, la pobreza y la deuda externa y con una fuerte caída del Producto. La complejidad, emerge del dato inquietante de que la Alianza Cambiemos ya cumplió con prácticamente todos los objetivos que se propuso: un cambio estructural y de fondo del funcionamiento de la economía argentina a través de la transformación de los patrones de distribución del ingreso, es decir, de los llamados precios relativos, en paralelo con la resubordinación a los dictados del capital financiero global.

Se trata de cambios profundos, radicales y de muy difícil reversión que condicionarán a los futuros gobiernos. En este sentido, el de la introducción de transformaciones de difícil retorno en las formas de regulación de la economía, la administración de la segunda Alianza se parece más a la de Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura que a cualquier gobierno democrático. De hecho la política económica de la dictadura condicionó a todos los gobiernos de la restauración democrática hasta el estallido de 2001-2002.

La pregunta más elemental es por qué la sociedad argentina eligió, y una porción sigue apoyando, un nuevo experimento neoliberal después de la traumática experiencia del estallido que marcó el fin del régimen de convertibilidad. La respuesta con más consenso, muy debatida durante estos tres años, fue que la oferta electoral estuvo desdoblada en dos dimensiones.

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La primera dimensión fue la agenda del discurso electoral para la mayoría de la población, dirigido especialmente a la porción menos politizada y apuntalada por el gran aparato mediático, que consistió en un mix entre demonización del gobierno precedente al que no se le discutían específicamente sus políticas, sino la presunta megacorrupción -la metodología que hoy se conoce como lawfare o guerra jurídica y que se aplicó en toda la región- y la promesa de que se mantendrían las políticas exitosas y sólo se cambiaría aquello que estaba mal, donde se ubicaba a la inflación y al pago del impuesto a las ganancias, el famoso (y mentiroso) “no vas a perder nada de lo que ya tenés” y el más evangélico “no te vamos a dejar sólo”. Las tres consignas vacías más repetidas: pobreza cero, unir a los argentinos y combatir el narcotráfico, hoy parecen un chiste, pues comienza a conocerse que el narcotráfico financió a muchos candidatos de Cambiemos, la llamada grieta nunca dejó de tensionarse y la pobreza, según lo reflejan hasta organismos de las Naciones Unidas, se disparó. De acuerdo a la Unicef, hoy la mitad de los niños y adolescentes argentinos son pobres. Se trata de la faz más dolorosa y despiadada del ajuste en curso. También aquí parece un chiste que el propio Mauricio Macri haya propuesto que su gestión sea evaluada por el resultado final en materia de pobreza.

Esta primera dimensión permite hablar de la ocurrencia de una verdadera estafa electoral, estafa que se volvió doble a partir del apoyo de una parte de legisladores opositores a las principales medidas del macrismo. La doble estafa electoral significó la consolidación de una nuevo bloque de poder que sustentó y legitimó el cambio de régimen, un bloque integrado por las entidades empresarias de la industria, el agro y las finanzas, incluidas las patas locales de muchas multinacionales, buena parte del poder sindical, el peronismo llamado federal y el Frente Renovador, algunos movimientos sociales, los principales medios de comunicación, el grueso del Poder Judicial y la embajada estadounidense. En pocas palabras, se trató del alineamiento de un bloque de poder casi sin precedentes en la historia reciente.

Las demandas de este bloque histórico en sentido gramsciano eran, por supuesto, anteriores al ascenso del macrismo al poder y se expresaban a través de los llamados “economistas del establishment”, profesionales financiados por las grandes empresas para la construcción de discursos de defensa de intereses particulares bajo el áurea falsa de una presunta cientificidad. Esta fue la segunda dimensión de la agenda electoral, que si bien fue escondida de la campaña destinada al gran público, era bien conocida por la porción más politizada de la población. Tanto en diarios como Página/12 como en este portal, se publicó durante 2015 el verdadero programa de Cambiemos expresado en su momento en una conferencia de tres economistas organizada por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, una entidad de lobby corporativo (cuyo contenido casi completo puede verse aquí) y que, con los resultados a la vista, hoy puede apreciarse como premonitorio.

Los ejes de este plan de máxima se sintetizaban en inducir una fuerte devaluación junto a la eliminación de toda la estructura arancelaria y la apertura de la economía. Volver a los programas del FMI y al alineamiento automático con Estados Unidos más el desarme de lo poco que había de Mercosur. Pagarle a los buitres lo que reclamaban sin negociar y desfinanciar nuevamente a la Anses para luego privatizar las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. También desfinanciar al sector público inclinando la balanza en favor de los exportadores primarios eliminando retenciones. Y finalmente eliminar todos los subsidios. El único debate “técnico” pasaba por entonces en qué tan rápido sería posible llevar adelante el programa en función de las restricciones políticas y el costo social implícito.

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Otra vez, con los resultados a la vista, puede decirse que la administración Cambiemos avanzó muy fuerte en pos de sus objetivos, que el costo social fue alto, pero que la resistencia fue menor a la que se esperaba a pesar de las promesas incumplidas. Mientras tanto, los mismos economistas de aquel 2015 repiten hoy cosas similares a las de entonces, por ejemplo que haber incurrido en el gradualismo, es decir en la excusa de no bajar violentamente el gasto de entrada para construir gobernabilidad a la vez que se reconstruía el endeudamiento externo, fue un error y que es ese error el que provoca que todavía no se puedan eliminar del todo las retenciones y que, a pesar de la virtual dolarización de las tarifas de los servicios, incluidos los combustibles, tampoco se hayan podido eliminar los subsidios, o que en virtud de la recaída en el FMI tampoco se puedan bajar impuestos como Ganancias y se haya debido extender el pago de Bienes Personales, un impuesto a la riqueza, a buena parte de la clase media. Es el sempiterno teorema de que los problemas del neoliberalismo se originan siempre en no haber ido lo suficientemente a fondo con el neoliberalismo. El balance preliminar a tres años es que se logró un cambio de régimen que parecía descabellado en 2015 y que las dudas del presente siguen siendo por la sustentabilidad de mediano plazo del modelo, tanto financiera externa como social. Más aun cuando el dinero del exterior se terminó y sólo resta el pulmotor del FMI y la paciencia social comienza a agotarse.-

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