Treinta y tres meses de desprecio hacia la educación pública

16 de septiembre, 2018 | 06.00

Después de 33 meses de gobierno de la alianza Cambiemos, los diagnósticos sobran. Su naturaleza está a la vista, y solo cabe esperar una realidad que empeore, a la que habrá de oponer el protagonismo y la resistencia del pueblo en la calle.

Atribuir todos los males a la “pesada herencia” produce cansancio moral, y expresiones tales como “los problemas de energía se ocasionan porque hay argentinos que se niegan a abrigarse”, o “seguramente los cuadernos traerán recesión” son provocaciones, a esta altura, insoportables de escuchar.

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Agotados los diagnósticos, queda la más explícita y férrea oposición a un sistema que irradia indiferencia y despoja a los ciudadanos de toda seguridad. “Te vienen a desorganizar”, decía Cristina Kirchner en junio del año pasado, advirtiendo lo oculto.

Estamos convencidos que a esta alianza de gobierno la impulsa, entre otras cosas, el desprecio por los sencillos y sus luchas; tanta protección mediática, tanta impunidad, ha provocado un verdadero desenfreno discursivo. Se permiten decir cualquier cosa y es necesario esforzarse para no naturalizar tanto desatino. Después del asombro es imperioso comprender, así observaremos como los hechos se ordenan en el gran rompecabezas.

El más absoluto desprecio hacia la educación pública que sus más altas autoridades demuestran desde que asumieron, concretado en el desguace de programas, ausencia de políticas, disciplinamiento, fatal desidia y falsas promesas que nunca pensaron cumplir. Hay poco que esperar de quienes han adoptado como enemigos declarados a los trabajadores, docentes, científicos, mapuches y luchadores por los derechos humanos. Esta breve e incompleta nómina intenta advertir la profundidad del conflicto.

Es mucho más que la lucha por el salario lo que está en juego (aún cuando transcurre septiembre con conflictos abiertos en varias provincias); ésa es solo una parte del problema. Se trata de la confrontación de dos modos de ver la educación, que representan dos visiones de sociedad, de nación y de mundo. La profunda distancia ideológica que nos separa con quienes gobiernan, se explica en el destino que eligieron para la educación argentina, en la defección de un Estado Nacional distante e insensible, la subejecución y el desfinanciamiento de las partidas, la pérdida del nivel adquisitivo de los salarios de educadores y científicos, vaciamiento de programas, disminución del monto y la cantidad de becas y la desaparición sistemática y cotidiana de los derechos adquiridos.

Algunos ejemplos: la eliminación de “Fútbol Para Todos” produciría un ahorro con el cual se construirían 3.000 jardines; los domingos hemos vuelto a ver las tribunas acompañadas del audio (una imagen ominosa que retorna), y los jardines no aparecen, ni aparecerán; las 5.4 millones de netbooks se canjearon por algunos celulares, no se distribuyen libros “porque en las escuelas hay muchos y no se utilizan”, y el Plan Fines y la Formación Docentesucumben.

El 1º de marzo 2016, al abrir las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, el presidente Macri decía: “Por todo el país encontramos escuelas con severos problemas de infraestructura…”. Pero ya en su gestión porteña había subejecutado las partidas destinadas a Infraestructura educativa, decisión que repite en el gobierno nacional. Hace unos días se dio a conocer el Decreto 756/2018 que derogó el Fondo Federal Solidario, constituido por el 30% de lo que recibía el Estado Nacional por los derechos de exportación de soja, con el objetivo de destinarlo a mejoras de infraestructura sanitaria y educativa. Ya sabemos que el colapso de la infraestructura provoca muerte; la evocación persistente de los compañeros de Moreno constituirá un recordatorio definitivo.

Es la hora de la organización: discutamos en patios y salas de maestros; demostremos, con respeto, a nuestras compañeras y compañeros que la escuela que nos invita a construir el neoliberalismo es para pocos, fría y sin derechos. Es la escuela de la delación y el “no te metás”, sin memoria, sin solidaridad y hasta podría ser sin docentes, si tuvieran la posibilidad.

Advirtamos, que si llegaran a gobernar ocho años, producirían la devastación de la educación pública. No lo permitamos.

* El autor es exministro de Educación.