En diálogo con El Destape, el filósofo Darío Sztajnszrajber repasó sus comienzos en los medios y cómo logró insertar la filosofía en distintos géneros. En este sentido, habló del rol de los medios de comunicación, su relación con el poder y su influencia en la sociedad. También explicó el concepto de posverdad y opinó del caso de Santiago Maldonado.
- ED: ¿Qué análisis haces del rol de los medios de comunicación?
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- DS: Entiendo que desde los '90 ha empezado a regir la idea de estar viviendo en una sociedad mediatizada, que claramente no tiene que ver con el rol de los medios como algo accidental, o sea una sociedad que dispone de los medios de comunicación para expresar sus ideas, sino que se entiende que son constructores de realidad. No sirve pensar a los medios de manera lineal, pensarlos como una especie de grandes monstruos exteriores que vienen a bajar línea o hacer de nosotros lo que ellos quieren. Tomar esa postura es no hacerse cargo de que uno también es reproductor de esa misma lógica. Los medios no prenderían como prenden sin una recepción que los acompañe. Creo que los medios no hacen circular contenidos, sino que construyen dispositivos, formas de pensamiento. Ojalá la realidad fuera como los medios dicen que es, porque entonces estaríamos mucho más tranquilos, sabríamos quiénes son nuestros amigos y nuestros enemigos, cuál es el sentido de la vida, qué hay que hacer todos los días. Los medios juegan al ejercicio de certezas y respuestas lineales, directas, sin conflicto para los propios, y, si hay conflicto, delimitando muy bien quién está del otro lado. El combo de esas opciones termina siendo muy bien recibido, porque genera una de las posibles soluciones al vértigo o a la angustia que provoca para el ser humano saberse sin sentido.
- ED: ¿Te parece que los medios tienen efectos negativos en el comportamiento de la gente?
- DS: Soy bastante reacio a pensar que el avance tecnológico genera un efecto reduccionista, con esta idea de que la máquina reemplaza lo humano. La máquina es parte de lo humano y lo humano ya es máquina. Me resulta difícil distinguir lo maquinal de lo humano como me resulta absolutamente ingenuo separar lo tecnológico de lo natural. No creo que vivamos tiempos donde se reduce nuestra capacidad crítica o nuestra capacidad de concentrarnos. La cultura literaria también bajaba línea y construía formatos mentales, pero diferentes. Así como el mundo de los medios y la informática tiene cierta eficiencia en la instalación de dispositivos ordenatorios, al mismo tiempo generen posibilidades de implosión inéditas. Está bueno salirse del pensamiento más dicotómico, que siempre visualiza el avance tecnológico en términos negativos. La tecnología ni mejora ni destruye la naturaleza humana, sino que transforma lo humano que permanentemente va reconstituyendo su propia naturaleza.
- ED: ¿Cómo hiciste para insertar la filosofía en los medios de comunicación?
- DS: El proyecto de divulgar filosofía en los medios nace con el programa Mentira la Verdad, en canal Encuentro. Con el programa nos propusimos reproducir la misma lógica pedagógica con la que yo venía trabajando en el aula. La diferencia son los recursos, y, obviamente, el encuentro con el otro género que de algún modo también transforma el propio. No es lo mismo hacer filosofía y radio que filosofía y música. Ese choque de géneros termina generando algo novedoso. Lo que hoy se visualiza como divulgación de la filosofía es una reivindicación del trabajo en el aula. Como docente siempre daba este tipo de ejemplos, convertía la clase en una especie de puesta en escena. Cualquiera que haya tenido un docente que le haya partido la cabeza sabe la fuerza que esto implica y que injustamente en la historia de nuestra cultura ha estado reducido a la escolarización. El éxito de muchos programas de canal encuentro tienen que ver con la lealtad del trabajo en el aula.
- ED: ¿Cómo te manejas con la popularidad?
- DS: Me ha tocado dar charlas en lugares insólitos para lo que uno suponía; desde el mundo de la empresa, el mundo religioso, el mundo de gremios, donde de repente te das cuenta que la filosofía además de su vertiente más académica también pude convertirse en un lenguaje del que muchos pueden apropiarse para pensar su realidad de manera transformadora. Eso ya lo vivía dando clase, porque siempre trabajé de esa manera, con la idea de no quedarme en el relato de los contenidos. Cada vez que me llaman de lugares bien extraños a lo que hago me da mucha satisfacción de ver que la filosofía llega a todos lados. La popularidad me genera un agradecimiento por haber podido sacar a la filosofía de su ámbito tradicional. A mí me conmueve cuando veo que hay muchísima gente que se engancha con la filosofía y capaz es gente que no terminó el secundario y que sin embargo te das cuenta que si vas con un lenguaje llano y un lenguaje de problematización de su cotidianeidad, ligado a cuestiones concretas, rápidamente se enganchan con el discurso. Como docente, ver que de algún modo la filosofía está pudiendo llegar a más gente me genera una satisfacción especial.
- ED: ¿Cómo ves que funciona la posverdad en el contexto actual?
- DS: Hay una pata de la posverdad que viene desde siempre y otra pata que tiene que ver con nuestro tiempo, que está en el post, en la muerte de la verdad cómo se plasma hoy en día. Lo interesante de nuestro tiempo es la acción de los medios de comunicación. Los medios se han convertido en la materialización de esa indistinción entre la verdad y la apariencia, entonces nos relacionamos permanentemente con una realidad abierta a la interpretación que vos quieras, y eso significa que la verdad no existe, que es siempre una cuestión de poder, que es siempre el ejercicio del interés de alguien. Hay dos soluciones ante esto: podes inmunizarte y encerrarte en lo que previamente venías sosteniendo y vas a tener una realidad tan ambigua en su potencial de interpretación que siempre vas a encontrar el dato que vos queres para auto justiciar lo que previamente venias justificando. La otra opción es, como la verdad no existe, dejarte irrumpir por el otro, por el discurso del otro. Por ejemplo, en el caso de Santiago Maldonado o el de Milagro Sala siempre vas a encontrar información a disposición para seguir sosteniendo un apoyo al actual gobierno. Esto es fuerte porque de algún modo tira abajo la idea de que hay un marco objetivo que te permita algún tipo de confrontación con la supuesta realidad que de por si no existe. Vos podés tener el 80 % de data que te diga que es muy probable que a Santiago Maldonado lo haya chupado la Gendarmería, pero terminas convencido de que hay 20 % de posibilidad de que esté en Chile. Ese 20 % no es que lo inventas, sino que es producto de esa relación que generas de lo que vos previamente necesitas creer, para seguir sosteniendo tu modelo, tu idea.
- ED: ¿Qué pensas del caso de Santiago Maldonado?
- DS: Lo que me pasa con el caso es reconfirmar la idea de esas zonas grises que tiene la ley, que tiene la institucionalidad. Hay zonas permeables al ejercicio de un poder absoluto y la clave de la democracia es de algún modo la circulación de un poder con contralor entre todos los participantes. Evidentemente hay un estado de excepción donde hay alguien con el poder suficiente para dejar a un ciudadano por fuera, no solo de su ciudadanía, sino de toda su condición jurídica, ética, para su familia, y sobre todo, existencial. Que ese poder pueda tener hoy la posibilidad de generar este tipo de situaciones hace que uno se aferre cada vez más a la necesidad de que las instituciones tengan un mayor sistema de autocontrol, de control cruzado. Lo fundamental en la democracia es la voz. El primer lugar donde la democracia se apaga es cuando hay una cantidad de ciudadanos excluidos de la posibilidad de ejercer su derecho al habla, a dar testimonio.