Slavoj Žižek. Chistes subversivos para un mundo mejor

21 de agosto, 2015 | 12.58

A esta altura es difícil no haberse cruzado con Slavoj Žižek, aunque sea por pura casualidad y sin entender de qué está hablando o qué hace sentado en el inodoro este señor tan extraño, hablando un inglés tan trabado y espasmódico, que trata de reforzar con gestos nerviosos. Con esas características, Žižek se ha convertido en un imán en medio de la cultura zapping.

El hallazgo de Žižek como pensador es indudablemente el de utilizar ejemplos de la cultura popular para explicar reflexiones en las que vincula la teoría psicoanalítica lacaniana con la filosofía marxista. Hitchcock, Kafka, Shakespeare, Hollywood, Disney, funcionan por igual para describir fenómenos intrincados del pensamiento filosófico.

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En esta ocasión, en su libro Mis chistes, mi filosofía (Anagrama 2015) se mete con los clásicos del humor, chistes populares, humoradas de famosos, para desarrollar sus líneas de pensamiento más fuertes con las que busca mostrar la vigencia del discurso Marxista y la teoría lacaniana como forma de lectura de todo lo contemporáneo.

De esta manera conviven recuerdos de los hermanos Marx, blasfemias sobre la vida de Jesús, humoradas con la embestidura poderosa de Stalin, anécdotas populares de la vieja Yugoslavia, mitos que circulaban en los pueblos de los países comunistas, lapsus discursivos de Bush y sandeces sexuales para cada uno de ellos. Un conjunto de historias que se bufan de lo que occidente construyó como historia. Žižek no le hace asco a ningún tema con el que pueda dirigir una idea provocadora para volver sobre los fundamentos centrales de su obra.

En Mis chistes, mi filosofía, el filósofo Esloveno busca narrar, con un vago hilo conectivo, historias en las que la burla y la diversión son parte necesaria de una actitud subversiva.