Sin sistema científico-tecnológico no hay futuro

22 de agosto, 2018 | 22.04

Cuando Mauricio Macri anunció que Lino Barañao continuaría al frente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, algunas personas pensaron que el sector estaría a salvo de las políticas de ajuste macristas. El mismo ministro había participado de actividades de campaña en las que se advertía de los peligros que un gobierno de Cambiemos representaba para la ciencia y la tecnología, y su continuidad fue presentada como una relativa garantía, o al menos un alivio. Lamentablemente, esa interpretación fue errónea.

Hoy nos encontramos con un panorama desolador: el programa Arsat, luego de haber entrado al selecto club de los países constructores de satélites de telecomunicaciones, ha sido truncado; el gobierno ha cancelado millonarios contratos con Invap, empresa estatal modelo de producción de tecnología argentina para el mundo; el Conicet ha sufrido fuertes recortes; y las universidades nacionales se encuentran paralizadas por falta de presupuesto. Esta situación es lamentable, aunque no sorprendente. Después de todo, antes de llegar a presidente, Mauricio Macri había dicho “¿qué es esto de universidades por todos lados?”, idea que fue luego ratificada por la gobernadora María Eugenia Vidal cuando afirmó “los pobres no llegan a la universidad”.

El ajuste en ciencia y tecnología, es decir, en el futuro, significa la caída continuada en términos reales y como porcentaje del presupuesto nacional. En 2015, el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT) recibió el 0,74% del total del presupuesto nacional, que cayó al 0,67% en 2016, con una leve suba a 0,70% en 2017, para volver a caer al 0.69% en 2018, mientras que los aumentos nominales quedan lejos de compensar la inflación. Algo similar ocurre con los salarios docentes de las universidades públicas, donde el gobierno mantiene bloqueada la negociación paritaria, ofreciendo un 10% de aumento a pesar de haber reconocido que la inflación va a ser del 30%.

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El sistema científico y tecnológico es fundamental para que un país pueda desarrollarse, o al menos para poder sobrevivir en un mundo con capitales concentrados y globalización financiera. Y este sistema debe ser impulsado desde el estado, porque no hay país en el mundo que se haya desarrollado sin un estado presente. Sin embargo, el Gobierno impone un modelo insustentable de exportación de materias primas y bicicleta financiera, que no tiene lugar para la mayoría de las argentinas y los argentinos. Este modelo económico insustentable se conjuga con la idea de que el problema es el déficit fiscal, y en consecuencia se reducen partidas presupuestarias claves, generando más recesión en un escenario de caída del consumo, de la inversión, de la producción.

El problema es que la desinversión en ciencia y tecnología genera daños a futuro. Peor aún es computar el costo cada vez que cierra una empresa que tenía una capacidad instalada, ya que por cada PyME industrial que baja sus persianas perdemos capacidades técnicas y tecnológicas en una carrera contra el tiempo, y contra el mundo. Es decir, el cierre de Fabricaciones Militares en Río Tercero, o los despidos en Villa Maria, no solo afectan las familias que se quedaron sin ingresos hoy, sino que perdemos capacidad productiva y tecnológica a futuro, que cada vez nos cuesta más caro recuperarla.

El daño de la política económica actual será difícil de medir, pero sin dudas será muy grande. Después de la noche de los bastones largos, en 1966, equipos completos fueron desmantelados y cientos de profesores emigraron, y Argentina retrocedió décadas en materia científico-tecnológica. Cuando la tendencia se revirtió, ya en el siglo XXI, llevó más de diez años comenzar a rearmar el sistema científico-tecnológico. Un nuevo retroceso nos costará muy caro en el mediano y largo plazo. Pero los efectos también se sienten en lo inmediato. Por ejemplo, el cambio en la política satelital debilita aún más el castigado frente externo. Contar con satélites propios significa no necesitar divisas para la transmisión de datos, voz y televisión. La cancelación de la construcción del Arsat 3 por parte del gobierno, sumada a la apertura a operadoras satelitales extranjeras engrosa la salida de dólares.

Un modelo de desarrollo productivo, siguiendo una visión a largo plazo que combine un mercado interno fuerte con la exportación de productos de alto valor agregado, es la única forma de desarrollar una economía que incluya a toda la población argentina. Por eso, nuestra propuesta para Argentina tiene tres fases “distribuir para crecer, crecer para desarrollar y desarrollar para tener futuro”. La alternativa a Macri es de la mano del desarrollo económico, y la reivindicación de la soberanía científica y tecnológica, para tener futuro.

Nota escrita con la colaboración de Ariel Maidana, politólogo e integrante del espacio político Buenos Aires 3D.