Sin inversiones y sin consumo: Cambiemos profundiza la crisis social

15 de febrero, 2019 | 16.47

La noticia de la semana en términos económicos (productivos) fue sin dudas la caída del uso de la capacidad instalada nuevamente. El proceso de desindustrialización, que ha decidido iniciar Cambiemos, se va cristalizando con datos oficiales que reflejan que solo está en funcionamiento el 56,6% de la maquinaria que ya están compradas e instaladas en las empresas argentinas. Es decir, casi la mitad de la inversión productiva ya realizada, no se utiliza para producir. Argentina vuelve así a niveles del 2002, la diferencia: que para llegar al 2002 tuvimos 10 años de convertibilidad, a Cambiemos le llevo solo tres años destruir la industria al mismo nivel.

Este hecho se le complementa, y hasta se explica, por la brutal caída del consumo producto del desmoronamiento del poder adquisitivo de asalariados y trabajadores informales. Por supuesto, hay una parte de la caída de la actividad de la industria que puede ser explicada por el sector externo, pero en un mundo con guerra comercial y una América Latina atravesada por profundos conflictos políticos, difícil resulta imaginar un boom exportador.

Conocemos la cotidianidad: inflación del 50% en el 2018, con la expectativa de que llegue al 30% en el 2019 (sobre todo luego de saber que la suba de precios en enero fue de casi el 3%) y ni hablar de los tarifazos. Y, en consecuencia, una brutal perdida del poder adquisitivo de nuestros ingresos. Como indica el último informe del IET-UMET, “en enero de 2019, el poder adquisitivo de los asalariados formales fue 14,4% menor al de noviembre de 2015, y 11,0% inferior al de enero de 2018”. Ni hablar de la capacidad de compra de las jubilaciones que cayo arriba del 20% en la era Macri.

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Para ponerlo en otras palabras: si bien la mayoría se autodefine como clase media, las estadísticas muestran que esta cada vez es mas pequeña. Hoy un hogar compuesto por una pareja mujer y varón de 35 años, ambos económicamente activos y propietarios de la vivienda, con dos hijos, necesitan cobrar por arriba de $38.000 mensuales para ser clase media en la Ciudad de Buenos Aires. Y $12.000 para salir de la indigencia, sin pagar alquiler!

Es decir, los salarios valen menos, cada vez es más difícil satisfacer necesidades básicas y, además, aumenta la desocupación. Como indica el informe CIFRA-CTA, en el segundo trimestre del año pasado se registraron “240.000 desocupados, de modo que el número total de desocupados ya alcanzó prácticamente los dos millones”, es decir sin capturar aun el efecto total de la devaluación y crisis cambiaria. Ósea, es probable que estemos con una desocupación de dos dígitos, donde la principal destrucción de la ocupación se este dando en el sector privado.

Con este mercado de trabajo y estos precios, resulta difícil pensar en el consumo. Y así lo estamos viendo: el INDEC identificó una caída del -12,5% a precios constantes de noviembre 2018 a mismo mes del año anterior en las ventas en supermercados, y una caída mayor (del -16,3%) en los centros de compra. Es decir, nos ajustamos en el consumo de electrodomésticos, pero también en qué alimentos compramos.

Sobre todo, cambiar el auto ha pasado a ser un lujo. De hecho, la Asociación de Concesionarios Automotores de la República Argentina informo que en enero de 2019 se patentaron 59.844 vehículos, la mitad de lo patentado en enero 2018. Ni hablar de comprar casas, en noviembre del 2018 la compra de vivienda en la Ciudad de Buenos Aires había caído el 40%. Por supuesto, el correlato es que la capacidad utilizada en la industria automotriz de nuestro país se encuentra en el 25% y que la caída en el sector de la construcción en el 2018 ha sido por arriba del -20%.

Las familias argentinas podremos inventar, y algo de experiencia tenemos, diversas maneras de salir de la crisis: comprar menos, pasar a las marcas propias del supermercado, pagar en cuotas los servicios, darse de baja de la obra social o de la prepaga, inventar clubes de trueque, salir a tener doble o triple jornada laboral, etc. Pero esas estrategias de supervivencia que pueden sonar a anécdota a nivel individual se convierten en una profunda crisis social a nivel colectivo. Por eso la urgencia de buscar la salida. Nos hicieron creer que había que quedarse sin torta para tener pan, “enfriar la economía para que vengan las inversiones”, pero no es verdad. Para quienes no acusan de memoria histórica la memoria reciente nos debería alcanzar para entender que la crisis social, la emergencia social, el hambre y la pobreza, son también un problema de crecimiento para todo el país.

En definitiva, para tener inversión hay que tener consumo. Es una falsa dicotomía la que se plantea, o se crece o no. Esto ha sido desarrollado ampliamente por la escuela estructuralista, keynesiana y postkeynesiana, pero así de claro también lo concluye Keynes en su Teoría General en 1936 al hablar de como salir de las recesiones económicas: “Cabe, por tanto, que ambas políticas funcionen juntas- promover la inversión, y al mismo tiempo, el consumo, no simplemente hasta el nivel que correspondería al aumento de la inversión por la propensión existente al consumo, sino a una altura aun mayor”. Esta debería ser la base para salir de la crisis: recuperación salarial y de poder adquisitivo de las mayorías, pero con un plan de desarrollo industrial para recuperar la inversión productiva, haciendo sostenible en el tiempo el empuje por demanda.