Sin embargo, muchos expertos siguen sin estar del todo convencidos del éxito del medicamento, tanto a nivel empresarial como médico. "No valdrán la pena las muchas dificultades que implica su uso", asegura la terapeuta sexual Leonore Tiefer, de la Universidad de Nueva York, en declaraciones al diario "The New York Times".
Además, un remedio contra la falta de apetito sexual de las mujeres llegaría con mucho retraso, defiende la ginecóloga Karen Adams, de la Universidad de Salud y Ciencia del estado de Oregon, a la revista "Forbes". Entre el 40 y el 50 por ciento de las mujeres tiene algún tipo de trastorno sexual. Es algo muy extendido y en el mercado farmacéutico no se ha hecho mucho al respecto.
Los orígenes
El "Viagra rosa" de desarrolló originalmente en Alemania. La pequeña empresa estadounidense Sprout Pharmaceuticals de Carolina del Norte compró la patente a la alemana Boehringer Ingelheim, después de que ésta no lograra la autorización de la Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense, la FDA.
En 2013, la firma estadounidense tampoco consiguió la autorización, pero este año lo logró. Directamente después, el gigante canadiense Valeant absorbió Sprout Pharmaceuticals en agosto.
En un principio la flibanserina estaba destinada a combatir las depresiones, y el aspecto del deseo sexual era secundario.
Pese a su apodo, el medicamento no es comparable al Viagra para hombres. La píldora azul actúa directamente en el cuerpo y ayuda a los hombres a tener una erección. Actúa en la capacidad y no en el deseo. Pero en muchas mujeres el problema no es físico, pues tienen poco o nada de apetito sexual y si tienen relaciones, no las disfrutan. Algo que no sólo la afecta a ellas, sino también a los hombres y en general a su relación.
Addyi pretende devolver el deseo a esas mujeres. La sustancia actúa sobre los neurotransmisores en el cerebro, de forma similar a como actúa un antidepresivo.
El Viagra actúa de forma directa y tiene efectos en casi el 100 por cien de los hombres. Sin embargo, Addyi es menos eficiente y además conlleva más riesgos.
Las pastillas deben tomarse a diario y sólo después de unas semanas pueden notarse los primeros efectos, aunque sólo en una de cada diez mujeres.
Además, la sustancia tiene normalmente más efectos secundarios como mareos, cansancio o sensación de malestar. Y durante la duración del tratamiento las mujeres no pueden tomar alcohol para no aumentar el riesgo de efectos secundarios. En Estados Unidos las pastillas sólo venderán bajo prescripción médica y con visibles advertencias en el envase.