-¿Cuáles son las sensaciones ante un nuevo aniversario de la desaparición de Julio?
-Las sensación que a mi me sucede por ser el representante de la familia es la misma que a todos: dolor, bronca, impotencia, por no saber y no entender por qué no se lo cuidó. Sobretodo por esas cosas que uno no puede canalizar de otra forma que no sea haciendo algo como lo hacemos cada año reclamando que se investigue, que se busque ante la justicia, que es la que hoy en día tendría que estar investigando, y no lo hace.
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A lo largo de 10 años se plantaron pruebas falsas, se desvió la investigación y otras veces no se supo investigar por falta de aptitud y de aprendizaje. No se hicieron las cosas como correspondía. Cuando uno encierra todas esas cuestiones en un círculo se da cuenta que son muchas.
Uno no sabe si no lo hacen porque no los dejan o porque no saben, eso es lo que nos sucedió durante estos diez años.
-¿El Estado hizo lo posible para evitar la desaparición?
-No sé si el Estado hizo lo suficiente, pero la Justicia no. Cuando se lleva adelante un juicio, a la prueba se la cuida: cuando es prueba escrita, grabada...se lo protege en una caja fuerte, o en la bóveda de un banco. A mi viejo se lo tendría que haber protegido y no se lo hizo, tal es así que a partir del juicio en donde mi viejo desaparece a todos los testigos se les ofrece entrar al programa de protección a testigos, algo que no se aplicó en el caso de mi viejo. A él no se lo cuidó.
-Se dice que desde que el Estado comenzó a juzgar a los genocidas, Julio López comenzó a liberarse y a entregar su verdad: ¿cómo fue ese proceso?
-Yo conocí al tipo que estaba estresado por declarar lo que había visto, que para poder declarar cada uno de los lugares donde él había estado detenido-secuestrado. Durante varios años, él nos usaba a nosotros para reconstruir su historia: íbamos a pasear en bicicleta y a recorrer los lugares en esa faceta de investigador para armar el rompecabezas. A partir de que el Estado hace caer las leyes de punto final, él sí empezó a militar su parte en el juicio como testigo y querellante.
Él quería contar más lo que vio que lo vivió, y para poder contar eso tuvo que recorrer un largo camino de mucha investigación personal, que a más de uno de los que investigaron la búsqueda de mi viejo no les llegarían ni a los tobillos.
Durante mucho tiempo él fue escribiendo lo que le había pasado ,dónde había estado: a los apodos les puso nombres, a los nombres les puso apellido y hasta a su manera pudo hacer un identikit como para tener fresco en la memoria esa imagen para poder declarar en el juicio contra Etchecolatz, que sirvió para identificar a muchas personas a partir de su memoria y de su trabajo de militancia en la búsqueda de sus respuestas.
-¿Qué imagen fuiste construyendo vos sobre tu viejo?
-La imagen que yo construyo de mi viejo es la de un tipo sacrificado con sus compañeros de lucha, que quiso contar más lo que vio que lo que vivió, era un tipo comprometido con su lucha. Fue un tipo que sin hablar me enseñó la cultura de laburar, de mantener a tu familia y eventualmente, si te quedaba un poco de tiempo, algo para lo personal.
-¿Qué sienten los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado al abrir el diario y ver que los funcionarios del gobierno justifican las prisiones domiciliarias de los genocidas?
-Cuando el Gobierno empieza a retirar las querellas, cuando deja de reclamar realmente Memoria, Verdad y Justicia, da mucha bronca. Porque es vano todo el sacrificio que se hizo desde el año 1983 hasta ahora con muchas idas y vueltas en el tiempo. Cuando un funcionario te dice que no son los que fueron o cuando te dicen que no fue una guerra sucia o cuando te dicen que no van a apelar las prisiones domiciliaras te da un dolor importante, por eso tenemos que salir todos los organismos para evitarlo.