La saga de violencia en Rosario, lejos de amainarse, sigue sumando capítulos de plomo y sangre, y sus implicancias políticas, con especulaciones, correríos, comentarios sotto voce y estrategias legislativas están a la orden del día.
En los primeros días de febrero hubo algunos hechos que demostraron un excesivo nivel de brutalidad y alto poder de fuego de sus autores. Pero en particular, llaman la atención los casos de las dos mujeres (Agostina Thomson de 22 años y Daiana Paiva de 26) que fueron asesinadas el 10 de febrero en zona norte, y el triple crimen ocurrido el domingo 16 en el que murieron Christopher Albornoz (23), su pareja Florencia Corbalán (21) y su beba Chelsi de un año.
En todos, la constante fue la firma clara de asesinatos con vinculación con el narcotráfico: víctimas jóvenes, relaciones probadas o difusas con vendedores de drogas, ejecuciones en la vía pública desde vehículos en movimiento y ráfagas de balas disparadas desde cerca con el único objetivo de matar, una marca registrada de Los Monos. Los investigadores sospechan que en algunos de ellos se uso una ametralladora, armamento que en Rosario se suele adquirir de manos de las fuerzas de seguridad. También creen que los tres crímenes podrían estar relacionados.
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El cambio de gobierno, el fin de la regulación policial del delito a gran escala (hubo 70 desplazamientos de altos mandos en dos meses) y la caída en prisión en los últimos años de parte de los grandes jefes (el líder de Los Monos Guille Cantero y Esteban Lindor Alvarado, por nombrar algunos) abrió el panorama para que en alguna zonas de Rosario se rediscuta quién manda en el negocio de la comercialización de estupefacientes. Todo, en el marco de una gran circulación de armas que solo puede tener a la policía como cómplice.
Allí, huérfanos de grandes cabecillas con otra visión de cómo llevar adelante el negocio, apareció una camada de jóvenes con el gatillo ansioso y muchas ganas de tirar tiros. Se trata de torpes gerenciadores de la economía delictiva, que hablan casi exclusivamente el idioma de la sangre como forma de expresar la hipermasculinidad en los territorios. "Cabezas de tacho", como se los conoce en la jerga callejera. Mano de obra precaria de la muerte.
Rosario picante
Las autoridades del Ministerio de Seguridad repiten a cualquiera que les pida un análisis que en Rosario hay un condimento cultural violento que no se observa en otros lugares. Lo cierto es que los jóvenes que protagonizan el grueso de la carnicería, que promedian los 20 años, son chicos que crecieron viendo como las cosas se comenzaban a resolver cada vez más a los balazos en las calles de sus barrios.
Ya pasaron casi 8 años desde la muerte de Martín "Fantasma" Paz, a manos de Los Monos, ejecución que cambiaría los manuales de cómo se ejerce la violencia en la ciudad: de día, en una zona poblada y llena de gente, bajo los tiros proferidos desde una moto que se puso a la par de su BMW Z4 y frente a su familia.
El asesinato de Ariel "Pájaro" Cantero, líder del clan de barrio La Granada, terminó de abrir un capítulo sangriento en Rosario. La cultura de matar con violencia para dejar un mensaje de poder es evidentemente algo que hoy podemos ver muy interiorizado en estos pibes, terceras líneas qué quedaron al mando de grupos criminales y empiezan a reclamar las zonas, arreglando todo mediante la letalidad. "La mano de obra sobra. Basta ir a una plaza y ofrecer dos, tres, cinco mil pesos por gatillarle a alguien. Son chicos muy precarios, sin sentido común", describe una fuente que conoce el territorio.
Pero en especial, lo que hace sentir que la violencia narco está pasando a otro nivel es que las mujeres (y los niños), se están convirtiendo en objetivo de las disputas, como aplicación de lo que la socióloga Rita Segato llama una "pedagogía de la crueldad" contra aquéllos que no juegan el papel de antagonistas armados en lo que define como "guerras informales".
"En Buenos Aires hay disputas por la droga y dentro de todo aún se respetan los códigos mafiosos de no meterse con la familia", comenta un contacto de Seguridad. Estos rasgos, aún pequeños en la ciudad o quizás hasta fortuitos, pueden observarse en otros lugares de Latinoamérica donde el poder narco es mucho más fuerte, y las prácticas han escalado a niveles brutales.
El triple crimen que figuró en los zócalos de los canales de noticias del país, pero en Rosario -anestesiada por la repetición de casos, y por esa absurda sensación clase media de que "se matan entre ellos"- poco a poco pasó a segundo plano, al menos hasta que llegue la (probable) represalia. Con una víctima que tiene un hermano y a su padre presos, uno con domiciliaria, por integrar una banda narco, los investigadores creen que se inscribe en la misma disputa que ya se cobró la vida de las otras dos chicas, pero que tiene un rastro hemático de más larga data.
Falta inteligencia
Ahora bien ¿Por qué si la bronca es tan evidente, las autoridades no detienen la seguidilla de crímenes? Es cierto que este tipo de sagas de pólvora son difíciles de detener con presencia policial, que sólo puede ser disuasiva: si alguien quiere matar a otro, más cuando son objetivos que se mueven por fuera de los límites de la ley, seguramente encuentre la oportunidad de intentarlo.
Por eso el lugar clave que debe reforzar Saín -poner gente de su confianza a la cabeza de los renovados organismos de investigación fue una buena señal en ese sentido- son las tareas de inteligencia para detectar posibles enfrentamientos antes de que sucedan. Algunos tiradores son tan evidentes que hasta publican amenazas en redes sociales. Por ahora, los pesquisas y la policía han sido deficientes en esta materia, lo que hace sospechar la presencia de sectores que siguen pateando en contra. "No puede ser que nunca les llegue un dato", se queja un asesor del peronismo.
El Ministerio aguarda por el momento con ansias la confirmación de la llegada de fondos, de la mano de una Ley de Necesidad Pública que permitiría redistribuir las partidas asignadas por el presupuesto que Miguel Lifschitz le votó algo maliciosamente a Omar Perotti antes de dejar el sillón del brigadier López. Las negociaciones fueron acercando posiciones con socialistas y radicales y todo indica que se podría votar antes de fin de mes.
Eso, aducen, destrabaría varias líneas de acción que se vienen planificando. El mismo Saín y su jefe de Policía, Victor Sarnaglia, repiten que todos los años hay más policías que se retiran que los que ingresan. Este año fue de 500 y 1000, respectivamente, en un cuerpo de 22 mil hombres que -según la cartera- tiene entre 20 y 25% de uniformados de licencia con carpeta médica.
Por otra parte, Perotti salió a bancar al titular de la cartera de Seguridad, cuya permanencia en el gabinete aseguran "no está en duda". Sin embargo, en los pasillos de la Casa Gris apuntan que "hay legisladores y ministros muy callados" y falta un espaldarazo masivo del peronismo. Incluso hay sectores que no verían con malos ojos la caída del bonaerense, con quien están enfrentados desde antes de asumir porque querían ese lugar. "Es raro que los apoyos más fuertes fueron de Pablo Javkin y Emilio Jatón, intendentes de Rosario y Santa Fe alineados en el Frente Progresista", dicen. Y deslizan: "Hay gente que quisiera que de ministro haya un muñeco, para seguir haciendo lo que hace".
En este contexto Martín Bertón, un muchacho de 35 años, recibió 40 balazos en Villa Gobernador Gálvez, una violenta y postergada localidad pegada a la zona sur de Rosario. Su madre resultó ser la presidenta del PJ local, aunque las líneas investigativas del crimen no apuntan a ninguna cuestión política sino a un ajuste de cuentas -cuando no- relacionado a drogas.
Sin embargo, fue fuerte el mensaje que la madre, la primera en encontrar a su hijo muerto, le mandó a Saín: "Que me diga por qué pasó esto". Todo grupo criminal que comete crímenes tan brutales está dando un mensaje. La pregunta, entonces, es ¿Qué actor está abriéndose paso de esta manera? ¿Son viejos conocidos, o hay alguien nuevo queriendo desplazar a los anteriores?
La Justicia
La misma semana, y en un encuentro que se venía demorando, Perotti se juntó con la Corte Suprema provincial. Llevó dos ministros, pero ninguno fue el de Seguridad. Sain, desde que comenzó su gestión, ha sido crítico del Poder Judicial aunque siempre rescata a "un grupo de jueces y fiscales que trabajan bien".
Sin embargo, ya tuvo dos casos de gran resonancia medíática en los que usó palabras muy duras contra dos fiscales que, según su visión, cometieron errores inexplicables. Uno fue en Rafaela, luego de la muerte de un joven al chocar mientras perseguía a dos motochorros. Otro fue por el asesinato en Santa Fe de un empresario en su agencia de turismo la semana pasada, donde se sospecha funcionaba una mesa de dinero. Ambos episodios culminaron con movilizaciones sociales de gran efervescencia.
En un sector del gobierno provincial, los más conspiradores hablan de reuniones entre Jorge Baclini, jefe de los fiscales nombrado bajo la gestión de Lifschitz, con quien fuera su ministro de seguridad Maximiliano Pullaro. "Es muy raro semejante nivel de negligencia en algunos funcionarios judiciales", insinúan.
Desde la cartera insisten con la lectura de que hay número de homicidios "alto", pero no superior al de picos sucedidos en los meses de enero y febrero de la última década. "El tema es el impacto", analizan. En sus últimas apariciones públicas, el ministro bajó el nivel de críticas al Frente Progresista, una condición que puso la oposición para sentarse a negociar la ley. De todos modos, en declaraciones públicas recientes no pudo con su genio y entregó algunas perlas.
"Los rosarinos creen que viven en un cantón suizo, y viven en Rosario", dijo el funcionario en una entrevista radial. Y marcó el elemento hipócrita en la sociedad de quejarse por el delito y la violencia pero comprar elementos robados y drogas ilegales. Pero el estilo tan directo de Sain podría no ser una estrategia que dé réditos en este contexto. A la población no le gusta que la reten, aunque sea con honestidad.
Por ahora, sigue teniendo el apoyo del gobernador. Pero el proceso que encaró requiere una reforma demasiado grande de las fuerzas de seguridad y de los organismos que investigan, como para además tener que lidiar con la inercia de la corporación política, la impaciencia mediática y una ciudadanía conmocionada por crímenes resonantes.