Al final, la cuarentena más anunciada de la Historia llegó. Salvo los ferreteros, los funcionarios, los periodistas y algunos otros oficios exceptuados, todos debemos quedarnos en casa, viendo como nuestros hijos pasan horas en la computadora sin que les digamos nada mientras rogamos al cielo que no caiga la conexión y llegamos a la conclusión que tampoco esta vez leeremos La Guerra y la Paz ni empezaremos la dieta.
Pero mientras unos miramos con gran expectativa el catálogo de Netflix o CineAr, otros con menos suerte que viven al día se preguntan cómo van a transitar 10 días sin ingresos. Para ellos, los monotributistas, pero en particular los trabajadores de la economía informal, el gobierno prometió medidas específicas. Sin querer inmiscuirnos en la política económica, desde esta columna proponemos a nuestro Presidente que arroje billetes desde unos cuantos helicópteros. Es un sistema tal vez rústico, pero estamos convencidos que es efectivo.
Además de inconvenientes, debemos reconocer que la pandemia consigue milagros sostenidos, como el de escuchar a nuestros economistas serios que desde hace décadas piden reducir los impuestos y el gasto público, exigir que el Estado proteja a las grandes empresas de la debacle económica. Es decir que con menos ingresos fiscales disponga de más recursos. Con power points y charlas motivacionales seguro que se puede. La pandemia también consigue que quienes denunciaban a Aerolíneas Argentinas como una inversión inútil que debíamos eliminar, hoy reclamen que se trata de un derecho humano de cada argentino varado por el mundo, exigible en las condiciones que ese argentino decida.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Nuestros economistas serios no son los únicos que descubren los beneficios del Estado e incluso del Estado de bienestar. Los países desarrollados anuncian cuantiosas inyecciones de recursos públicos en sus economías. Desde Francia, el presidente Emmanuel Macrón afirmó: “Lo que ha revelado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro Estado de bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos (…) y que este tipo de bienes y servicios tiene que estar fuera de las leyes del mercado”. Palabras que podrían haber sido dichas por Néstor Kirchner o CFK, aunque ambos hubieran sido tildados de chavistas irredentos por los mismos analistas políticos serios que hoy alaban a Macron.
Hace unos días, desde nuestros balcones escuchamos aplaudir a médicos, enfermeras y trabajadores de la salud que enfrentan en condiciones difíciles la pandemia. Es una iniciativa encomiable aunque sería aún mejor que la próxima vez que toque un gobierno neoliberal defendamos sus puestos de trabajo y sus ingresos. Del mismo modo, felicitamos al grupo parlamentario de Juntos por el Cambio por haber donado al Malbrán el dinero recibido por sus diputados para ayudas excepcionales, pero hubiéramos preferido que se abstuvieran de recortar a la mitad su presupuesto cuando fueron gobierno. Ocurre que nuestra derecha “Tapita del Garrahan” suele indignarse con los derechos y emocionarse con la beneficencia.
La conferencia de prensa de Alberto Fernández en la que anunció el inicio de la cuarentena obligatoria fue por lo general bien recibida. Algunos imaginamos con un escalofrío en la espalda qué hubiera dicho su predecesor si hubiera estado en su lugar: “Ante el avance de la pandemia he decidido eliminar por decreto la Secretaría de Salud y cerrar el Malbrán y todos los hospitales públicos. Estas señales de austeridad fiscal permitirán incentivar las inversiones que logren erradicar el mosquito del coronavirus.”
Las nuevas restricciones afectan a todos. Luis Majul informó que mientras dure la cuarentena, las escuchas las va a encontrar corriendo por su casa. Alfredo Leuco, más profesional, tranquilizó a sus seguidores al aclarar que con o sin virus, él seguiría denunciando a CFK, y si bien lamentó los inconvenientes causados por la pandemia, Margarita Stolbizer aseguró que “con CFK era peor”.
En paralelo a la del coronavirus, el ministro Guzmán se ocupa de otra epidemia: la deuda dejada por el mejor equipo de los últimos 50 kalpas. Según indicó en la presentación ante los bonistas internacionales, la deuda a fines del 2019 cerró en casi 89 puntos del PBI, un aumento de 36,6 puntos desde 2015. Al parecer, “dejar de vivir por arriba de nuestras posibilidades”, como solían repetir los funcionarios macristas, significaba endeudar a nuestros hijos y nietos.
MÁS INFO
Por su lado, el FMI aclaró que la Argentina necesita una quita de la deuda de entre U$S 55.000 y U$S 85.000 millones para la próxima década. No deja de asombrarnos que se trate del mismo organismo que con amable complicidad le prestó al gobierno anterior más de U$S 50.000 millones, en lo que fue el mayor aporte de campaña de la Historia. Al menos fue en blanco, algo infrecuente en el sistema de recaudación de Cambiemos.
Al final, no tuvimos tiempo de enamorarnos de Christine Lagarde, como nos recomendó Mauricio Macri hace apenas un año y medio. Nuestra realidad es trepidante.
Imagen: Una pareja se saluda siguiendo el protocolo establecido por el Ministerio de Salud (cortesía Fundación LED para el tratamiento de la Fundación LED)