Termina otra semana trepidante en la que no tuvimos lluvia de inversiones pero tampoco Pobreza Cero, es decir, una de cal y otra de arena. Además, como bien lo afirmó el todavía presidente Mauricio Macri: “todos los argentinos saben que si tuvimos éxito en modernizar el país, en integrarnos al mundo, si seguimos trabajando juntos vamos a resolver también lo económico. No hay que asustarse en mitad del camino”. Es una noticia alentadora. No nos queda muy claro cuál fue el éxito en materia de vuelta al mundo o de modernización, pero, si entendemos bien, del segundo semestre pasamos al segundo año y ahora al segundo mandato. Quien sabe, la próxima vez nos hable del segundo milenio.
Por su lado, seguramente inspirada por la creatividad presidencial, Patricia Bullrich afirmó en una entrevista con María O'Donnell y Ernesto Tenembaum que si les fue tan mal en lo económico es porque Cambiemos “no forma parte del establishment”. Al parecer, Macri, dueño de SOCMA, Aranguren, CEO de Shell, Lopetegui, CEO de LAN, Etchevere presidente de la Sociedad Rural, Francisco Cabrera, fundador y CEO de la AFJP Máxima, Mario Quintana, fundador y CEO de Farmacity, Caputo- el Toto de la Champions-, Marcos Peña Braun o incluso la propia ministra Bullrich Luro Pueyrredón, no forman parte del establishment ni tampoco defienden sus intereses. Como la curación por las gemas, es sólo cuestión de fe.
Pese a la debacle de un modelo que nos vendieron como óptimo e incluso único, los miembros del mejor equipo de los últimos 50 kalpas no dejan pasar una ocasión de desasnarnos. Es el caso de Lucas Llach, ex vicepresidente del Banco Central, que luego de descollar junto a Sturzenegger en esa institución fue premiado con la vicepresidencia del Banco Nación. Haciendo un alto en su tarea cotidiana, el joven maravilla escribió un tuit asombroso, aún para el estándar generoso de Cambiemos:
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Al parecer, la única variable relevante que define el costo de producción es el tipo de cambio, no la tasa (que el duo cómico Sturzenegger & Llach llevó a las nubes), los insumos (en muchos casos dolarizados) o la escala, entre otros factores; sin mencionar que la competencia global de esos “ladrones de gallinas” despreciados desde un banco público, reciben en sus países tasas subsidiadas, ayudas estatales y protecciones de todo tipo. El mundo desarrollado sólo deja de proteger su producción (industrial, agroindustrial o de cualquier otro tipo) cuando es competitiva en el mercado global. Así no se vale, como decía mi hijo en salita azul. Sin escuchar a los Llach y los Sturzenegger cualquier país logra desarrollarse.
En realidad, si alcanzara con devaluar la moneda para exportar, Haití debería tener mayores exportaciones que Alemania o incluso venderle autos, lo que no parece ser el caso. Por otro lado, es extraño que estos emprededores de la meritocracia no se lancen en masa a fabricar zapatillas para competir con tanto ladrón de gallinas y prefieran enriquecerse con la timba financiera.
Para demostrar una vez más que Cambiemos es la primavera de las ideas zombie y los delirios reaccionarios, asistimos a una nueva discusión mediática sobre la clase más pobre y sus derechos. Para el versátil senador Miguel Pichetto, el Frank Underwood marca cuchuflito devenido en el Manaos de Bolsonaro, el narcotráfico se debería combatir dinamitando las villas. Por suerte, Pichetto nada dijo sobre la posibilidad de dinamitar las mansiones de los narcotraficantes o las de quienes desde el sistema financiero blanquean las fortunas que obtienen con su negocio, ya que, como todos sospechamos, esas viviendas no suelen ubicarse en las villas sino en los barrios más acomodados. Dinamitarlas podría generar consecuencias no deseadas con sus vecinos, probablemente votantes de Cambiemos o incluso funcionarios del gobierno.
Para no dejar solo al senador Pichetto en su incansable carrera hacia la insignificancia reaccionaria, la periodista Dolores Cahen D'Anvers afirmó en su programa de La Nación +, en referencia a esa costumbre de la gente pobre de tener hijos, que “en algún punto hay que frenar la reproducción de una sociedad pobre”. Al parecer, la pobreza no es una “condición caracterizada por una privación severa de necesidades humanas básicas”, como la define la ONU, sino una enfemedad crónica que los padres transmiten a sus hijos.
En todo caso, no deja de asombrarme escuchar a miembros de la clase media sostener la idea zombie de limitar los nacimientos de la clase baja. Esa gente debe creer que desciende de los Anchorena y no de barcos rebosantes, justamente, de pobres. Aunque, pensándolo bien, que los nietos de pobres inmigrantes repitan los mismos prejuicios reaccionarios que la Liga Patriótica vomitaba sobre sus abuelos es, en el fondo, un ejemplo de asimilación exitosa.
Todo lo que quieran pero ya no le tenemos miedo al censista.
Imagen: Extranjeros pobres instalados en el Hotel de Inmigrantes, en una época en la que todavía tener hijos no dependía del nivel de ingresos (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED)