Resumen de la semana: de la ley mentira al debate presidencial

El proyecto de la ministra Pum Pum, las consecuencias del kirchnerismo en las viejas glorias del progresismo y el nado sincronizado independiente durante el debate presidencial. 

14 de octubre, 2019 | 17.58

Termina otra semana trepidante en la que no tuvimos lluvia de inversiones pero tampoco Pobreza Cero, es decir, una de cal y otra de arena. Además, como bien lo explicó el presidente mientras lamía el pie de una señora: “Quiero decirles que la Argentina empieza con un crecimiento muy grande, inédito en su historia”. Es una noticia alentadora, sobre todo teniendo en cuenta que el año pasado ese PBI que según el Presidente empieza a aumentar se contrajo un 2,5% y éste terminará con una contracción similar.

Por suerte para Macri, el proyecto de ley que prohíbe la mentira presentado por la ministra Pum Pum y Germán Garavano no tendría efecto retroactivo, aún si lograran el milagro de hacerlo votar, así que no corre peligro de terminar en la cárcel.

Sobre el extraño proyecto para prohibir la mentira como soñaba Torquemada, el constitucionalista Andrés Gil Domínguez afirmó: “El proyecto no sólo es normativamente inconvencional sino también falaz respecto de los antecedentes invocados. Una pésima plataforma para defender la verdad”.

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Cambiemos es el gobierno de los institucionalistas más locos del mundo.

En estos días asistimos a la anulación de varias preventivas lanzadas a partir de riesgos procesales imaginarios referidos a causas de fantasía. Esa anulación en masa no logró, sin embargo, que nuestros periodistas serios manifestaran alguna duda sobre la legitimidad de decisiones judiciales que sólo enviaron tras las rejas a opositores al gobierno. Ocurre que es gente seria que nunca dejaría que la realidad interfiera con sus obligaciones contractuales. Primero determinan qué políticos son culpables y luego qué jueces son cómplices por no condenarlos o incluso por liberarlos de una preventiva abusiva. Es el famoso círculo virtuoso de la culpabilidad presunta y se estudia en la Waldo Wolff School of Law.

En una asombrosa entrevista, aún para el generoso estándar al que nos tiene acostumbrados, el humorista Juan José Sebreli -conocido en otras épocas por sus ensayos sociológicos- afirmó en referencia a los años de gobierno macrista: “para mí ha sido este período (…) una especie de primavera de Praga frágil y corta”. Una comparación que nos recuerda otra, de Marcos Aguinis, que describía a Mauricio Macri como “una suerte de Konrad Adenauer”. Teniendo en cuenta que durante nuestra breve primavera, el gobierno apoyó el tiro por la espalda de cualquier sospechoso, la cárcel preventiva de opositores e incluso de quienes desde las redes sociales se atrevieron a burlarse del Presidente, tal vez a lo que se refiera Sebreli sea en realidad al final de la primavera original, aplastada por los tanques del Ejército Rojo en las calles de Praga.

En todo caso, debemos constatar nuevamente que lo que el kirchnerismo ha hecho con nuestras viejas glorias progresistas es impiadoso.

En otro texto pletórico de magia, el editor de Clarín Fernando González comparó “la hiperinflación y saqueos durante el traspaso entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem con el final trágico y violento de la Alianza y la irresponsabilidad institucional de Cristina Kirchner de no entregarle el bastón de mando a Mauricio Macri”. Equiparar unos cuantos muertos o una hiperinflación que pulverizó el ingreso de apenas varios millones de personas con la no entrega del bastón de mando, un gesto autoritario que destruyó la república, la democracia, las instituciones y coso, es sin duda una comparación injusta.

Al parecer, como nuestros medios serios ya no pueden salvar del naufragio al Konrad Adenauer argentino que tenía algo de Nelson Mandela, han optado por la doctrina del todoeslomismismo: el fracaso no es de Macri sino de la política en sí ya que al fin y al cabo todos los gobernantes son iguales. Algunos dejan un tendal de muertos escapando en helicóptero, otros nos legan mayor pobreza e indigencia y una deuda impagable y otros deciden no entregar el bastón de mando según las reglas de buena conducta del conde Chikoff.

Como diría Néstor Pitrola, “son lo mismo”.

Gracias a que el debate presidencial, esa superstición de ONG, se convirtió en ley, asistimos el domingo a la noche al asombroso espectáculo de ver a nuestros candidatos presidenciales, votados por centenares de miles e incluso millones de personas, comparecer frente a moderadores elegidos por nadie, quienes les dieron algunos segundos para explicar sus programas.

Con esa crueldad típicamente kirchnerista, Alberto Fernández mencionó el debate del 2015 y señaló a Daniel Scioli, sentado en la primera fila, como quien dijo la verdad y al actual Presidente como el que había mentido. Eso no fue lo más grave, también lo señaló con el dedo índice, un gesto de una violencia inaudita.

Varios periodistas y el propio Presidente- en otro maravilloso ejemplo de Nado Sincronizado Independiente (NSI)- denunciaron ese gesto, lo que no deja de ser una noticia esperanzadora. En efecto, como la alondra que anuncia la mañana, las indignaciones nimias de nuestros medios serios anuncian la vuelta del kirchnerismo al gobierno.

Por su lado, Macri lanzó algunas cifras tan alentadoras como imaginarias y mencionó las clases de robótica que se imparten en los jardines de infantes, tal vez en esos que no se construyeron con la plata de Fútbol para Todos. Sólo faltó que anunciara: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir…”

María Laura Santillán logró la proeza de equivocarse en una tarea tan elemental como la de moderar y José Luis Espert, otro de nuestros tantos reaccionarios disfrazados de liberales, explicó que para que los pobres dejen de financiar universidades que usan poco, lo mejor es arancelarlas para que no las usen nunca.

Todo lo que quieran pero ya no le tenemos miedo al censista.

*Imagen: en el Centro de Cómputos del Instituto Patria, oficiales de La Cámpora preparan el próximo fraude electoral (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED)

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