Durante las últimas semanas se conoció que aumentó la cantidad de cheques rechazados. Diarios económicos, algunos funcionarios y representantes de pymes mostraron preocupación pero ¿Qué implica eso? ¿Nos importa? Si nos importa que no aumenten la cantidad de desempleados y que la industria local disminuya su participación en la economía la respuesta es sí, nos importa.
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La mayoría de las pequeñas y medianas empresas cobran sus trabajos después de los 30, 60 o 90 días de haberlos realizado. En muchos casos pagan con cheques diferidos. Como no tienen efectivo otorgan un cheque para que otro lo cobre después de esa cantidad de días (algo así como un bono o compromiso de pago). Quién dio ese cheque tiene que depositar el dinero en el plazo acordado, si la persona que tiene que cobrarlo se dirige al banco y el dinero no está, el cheque es rechazado. Después de que el banco rechazó ese cheque, quién lo entregó tiene 30 días para depositar el dinero y después de 5 cheques rechazados, el banco cierra la cuenta.
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A diferencia del primer cuatrimestre de 2017, en los primeros cuatro meses de 2018 la cantidad de cheques rechazados llegó a 550.000, 87.000 más que en el mismo lapso del año pasado. De esta manera, el monto acumulado en el primer cuatrimestre llegó a los $21.000 millones. Esto implicó un 50% por encima de igual período del año anterior.
Entre enero y abril los cheques rechazados ascendieron a 550 mil, 87 mil más que mismo lapso del año pasado
“Al que le vino el cheque de vuelta pide otro financiamiento. Un cinco por ciento de la cartera no la estamos cobrando. Estamos en un momento complicado y complejo”, señaló Marcelo Fernández, empresario y presidente de la Confederación Empresaria Argentina (CGERA). Además explicó que esta situación, sumado a la baja de la demanda, que en algunos casos llegó al 30 por ciento, junto con el aumento de tarifas y la falta de financiamiento a tasas bajas genera un combo explosivo.
En la misma línea Roberto Ratti, secretario general de Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme) explicó que cuando las pymes reciben un cheque rechazado tienen que recurrir al mercado paralelo: “Te encontrás con el otro panorama donde las tasas son superiores e incluso pueden llegar al 100 por ciento. Todo esto hace que haya una ruptura muy clara de la cadena de pago”.
El aumento de tarifas y la caída del consumo complejizan cada vez más la subsistencia de las pymes. “Somos las que manejamos el mercado interno. Son muy pocas las pymes que exportan y cuando tenes una retracción del consumo tan grande, en donde los trabajadores tienen una pérdida de salario muy importante por la inflación, por la baja de la paritarias y el aumento de las tarifas, se hace más difícil”, indicó Ratti.
Desde el ministerio de Producción tomaron nota de la situación y el nuevo ministro, Dante Sica, consideró que hay que “proteger la cadena de pagos de las pequeñas y medianas empresas”. Incluso se mostró preocupado por el aumento en la cantidad de cheques rechazados.
Sin embargo, si la política macroeconómica mantiene sus pilares en favorecer la especulación financiera con tasas de interés que superaron el 50 por ciento; disminuir la participación de la industria local y bajar el poder adquisitivo de la clase trabajadora, es poco probable que la situación de las pymes mejore.
Para Fernández las pymes “son el jamón del medio” y a diferencia de las grandes empresas que pueden despedir personal pero seguir funcionando, las pymes no despiden, cierran. La gravedad de esta afirmación reside en que representan el 60 por ciento del empleo en la Argentina.