El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) condena al país a una profunda recesión y no despeja el peligro de una crisis cambiaria e incluso financiera.
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Todas las exigencias del FMI son contractivas y la liberación total del mercado cambiario sin modificar las razones que generaron la corrida de mayo pone en riesgo la estabilidad económica, financiera y social.
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Ajuste
La fuerte baja del déficit para 2018 y 2019, que se basará sólo en ajustar gastos, sin analizar la posibilidad de volver a imponer los impuestos a los ricos eliminados a poco de asumir, impactará negativamente sobre el nivel de actividad y el empleo.
La idea ya declarada de seguir con el ritmo de baja de subsidios, a pesar de que la devaluación y la suba del precio de los hidrocarburos a nivel mundial vuelven a impactar sobre las tarifas, se llevará una porción cada vez mayor del ingreso familiar y pondrá en peligro a decenas de miles de empresas que dejarán de ser viables con los nuevos aumentos, que no bajarán del 50 por ciento en gas y electricidad.
El anuncio de disminuir en un 80 por ciento la obra publica significa la llegada de miles de telegramas de despidos en el sector.
La baja de los fondos destinados a las provincias ya derivó en que varias de ellas analicen la posibilidad de volver a las cuasi-monedas para pagar salarios.
La tasa de interés del 40 por ciento que muchos esperan siga subiendo también es fuertemente contractiva.
El dólar campo
La decisión de que el Banco Central no intervenga en el mercado cambiario con el enorme déficit externo del país y el complicado panorama internacional es un riesgo fenomenal que se puede llevar puesto al gobierno.
Argentina sigue teniendo un enorme déficit comercial; continua pagando una abultada cantidad de dólares en concepto de intereses de la deuda; las empresas siguen girando dividendos libremente y la fuga de divisas es récord.
Frente a eso, el campo, el gran proveedor de dólares local, se sienta tranquilo a esperar un super dólar para liquidar las divisas de la cosecha.
Por si fuera poco, Estados Unidos acaba de anunciar el desempleo más bajo en 20 años, dato que resultará en una fuerte suba de la tasa de interés norteamericana, que ya comienza a aspirar capitales de todo el mundo. Brasil ya empezó a devaluar.
En estas circunstancias el dólar no tiene techo.
El desarrollo de la crisis será rápido y se llevará a cabo en medio de protestas crecientes de cientos de miles de personas que saldrán a la calle a defender sus derechos algunas y a pedir pan otras.
La salud de los bancos dependerá de las medidas que vaya tomando el Central y de la reacción de los depositantes que aún tienen fresco el recuerdo del corralito.
Con una fuerte recesión, desempleo, caída del salario real, corrida bancaria y protestas callejeras crecientes, al gobierno le costará llegar a las próximas elecciones. Y si llega, las perderá.
Mientras tanto, los medios hegemónicos y los jueces federales apuran la persecución a Cristina.
Macri y Cristina hoy suman al menos un 70 por ciento de los votos, el resto está disperso.
Si ambos están contra las cuerdas, el equilibrio democrático vuelve a estar en peligro como en 2001.
En esa oportunidad el poder económico eligió a Duhalde para que les pesifique las deudas y licue los salarios con una devaluación fenomenal.
A quién elegirán ahora. Hay empresarios que hablan de un cordobés.