Por más que Mauricio Macri insista que esto es solo una tormenta pasajera, el sol no se puede tapar con las manos, y los números del propio INDEC cada vez reflejan mejor la grave situación económica del país. Y lamentamos decirles, que la crisis no es el simple efecto de las “fotocopias Gloria”. Es más bien el resultado del rumbo económico que se tomó en diciembre del 2015, que mucho tiene que ver con las experiencias previas de modelos neoliberales en nuestro país.
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En el último informe del Estimador Mensual Industrial del INDEC, se ve como la industria ha caído un 8% en el mes de junio, marcando la mayor caída de lo que va en el año. El mismo organismo informó que el salario real en el primer trimestre se contrajo 2,8% y por la disparada de la inflación y el cierre de acuerdos paritarios a la baja, se estima que podría tener un desplome del 8% anual. Y como las devaluaciones les pegan a quienes menos tienen, el nuevo salario mínimo establecido en 10 mil pesos ha caído al valor del 2007 medidos en dólares, alrededor de los 300 dólares. O sea, las malas noticias económicas para la gente son recurrentes, cae su poder adquisitivo, aumentan los tarifazos y ni hablar si están buscando empleo: la única oferta disponible parece la de Rappi o Glovo, tabajos altamente precarizados.
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En estos días se vio a Mario Quintana (Vice Jefe de Gabinete de la Nación) en reuniones con Banqueros en EE.UU decir “hay mejoras en el frente fiscal que no se pueden anunciar, porque nos perjudican en lo político, como la caída del salario real”. ¿Paradoja o realidad? ¿Digresión u objetivos de gobierno? Hay que mirar un poco para atrás en la historia argentina y sacar algunas conclusiones. Las políticas neoliberales en Argentina no comenzaron con Cambiemos, sino que tienen larga data: fueron impuestas por la dictadura militar a sangre y fuego primero, para luego ser apuntaladas y profundizadas por el menemismo en los 90’. Hagamos una breve revisión sobre los números de la economía de esos gobiernos para ver “sus logros” en relación a la industria y los salarios.
El periodo 1976 - 83 fue la primera experiencia del neoliberalismo en nuestro país, donde se comenzaron a aplicar sus políticas de desregulación de la economía, apertura indiscriminada, liberalización, privatización de empresas, “sinceramiento de precios”, con su consiguiente desindustrialización y caída del salario real. Durante la dictadura cívico-militar, el porcentaje de participación de los salarios en el PBI pasó del 48,5% al 22,6%, mostrando un caída de 25,9 puntos, una alevosía. A su vez, la industria retrotrajo un 12% en su partipación en el PBI, pasando a ocupar un 35% menos de trabajadores. El objetivo final del régimen era cambiar el patrón de acumulación de la Argentina, pasando del crecimiento por industrialización por sustitución de importaciones (ISI), a la valorización financiera haciendo eje en sector financiero y sus capitales especulativos; la conocida “bicicleta financiera”, gracias a la famosa “tablita cambiaria” de Martínez de Hoz.
Luego del periodo Alfonsinista, donde se tomaron diversas medidas con resultados contradictorias que terminaron finalmente la década del 80’ con la hiperinflación y la retirada anticipada del gobierno radical, llegó al gobierno Carlos Menem prometiendo salariazo y revolución productiva. Pero eso no sucedió. El régimen de convertibilidad 1 peso – 1 dólar consolidaba la desindustrialización del país. Domingo Cavallo, ministro de Economía, fue quien llevó adelante el desguace total del Estado argentino con la venta indiscriminada de sus activos y empresas, promoviendo a ultranza la desregulación, la liberalización y la flexibilización; pregonando de forma cuasi evangélica la no intervención del estado en la economía.
Pero, vayamos a los números. Durante la década menemista el porcentaje de participación de los asalariados en el PBI se mantuvo constante alrededor del techo que había dejado la dictadura en el 30% del PBI y, la industria continuó en franco retroceso reduciéndose un 5% en su incidencia del PBI. Pero el dato más relevante de esta época es que apareció un fenómeno que casi no había estado presente en Argentina en los años anteriores: la ocupación informal, conjugada con la creciente desocupación y fractura de la clase media. Así la desocupación pasó de ser 6,9% a principios de la década, a ser de 16% al final del mandato menemista (llegando a su máximo histórico de 21,1% luego de la explosión del 2001).
De esta forma, haciendo un somero repaso de los números en de las formas neoliberales de estado, podemos ver que las declaraciones de Mario Quintana en EE.UU mucho tienen que ver con el programa económico del gobierno de Cambiemos; ya que la caída del salario real, la reducción de la participación de los trabajadores en el PBI y la desindustrialización son un objetivo claro y conciso de estos modelos económicos y políticos, porque consideran al salario “un costo más” en antiguas palabras del ahora presidente y a la industria nacional como un sector poco competitivo y simplemente consumidor de divisas, sin tener en cuenta que es donde mayor empleo se genera y donde la potencialidad de un país desarrollado reside.
Los números actuales del INDEC no nos sorprenden, ni son un fenómeno meteorológico, sino que son consecuencias directa de un modelo económico que ya conocemos. Sabemos también que cada mes que pasa con este rumbo significa mayores dificultades para volver a situar a nuestros país en las sendas de un crecimiento económico que conlleve industria y producción nacional, para generar trabajo de calidad. Solo así podremos pensar un futuro para 44 millones de personas.
Nota escrita con la colaboración de Esteban Tarditti, historiador e integrante del espacio político Buenos Aires 3D