Hace un par de semanas, el jefe de gabinete Marcos Peña afirmaba en el Congreso que "No estamos incubando una crisis y la inflación está bajando". La semana pasada mostraron que el desempleo estaba bajando. Esta semana el INDEC informó que la pobreza en el 2017 fue del 25,7%, es decir 4,6 puntos menos que igual semestre del 2016.
¿Buenas noticias? ¿Brotes verdes? ¿Recuperación gracias al gradualismo? Hay principios básicos de análisis económico a considerar antes de entrar en tema. Primero, los valores en abstracto no son representativos; segundo, es necesario mirar las series históricas; y tercero, nunca un único indicador es suficiente para comprender la realidad. Además, ya sabemos que el gobierno construye su relato sobre la realidad económica del país, y cabe cuestionar sobre algunos titulares, y sobre todo, reflexionar sobre cuál es el modelo de país que se está forjando. Al contrario del parecer de Peña, aquí parece que se está incubando una pobreza estructural, invisible para los ojos de Cambiemos.
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De hecho, a pesar de los deseos del ejecutivo, la inflación no cede. En enero fue 1,8% mensual, en febrero 2,4% y se espera que con los nuevos tarifazos (gas y transporte en abril y agua en mayo) siga creciendo en los próximos meses. El propio Banco Central (BCRA) estima una inflación del 19,9% para el 2018, esto sin considerar el efecto de una posible devaluación del peso. Eso sí, el BCRA por las dudas mantiene una tasa de interés bastante alta del 27,25%, que garantizar los beneficios de quienes entran en la bicicleta financiera y ahoga aún más a las pequeñas empresas y familias que necesitan acceso al crédito.
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Pero si la inflación no tiene techo, las paritarias sí. El gobierno continua insistiendo en regular precios en detrimento del poder de compra de las familias argentinas, fijando la pauta de unas paritarias al 15% y sin cláusula gatillo. Miremos por ejemplo qué sucede con las paritarias docentes: al negar la paritaria nacional docente, se elimina el piso obligatorio que debían cumplir las provincias con el aumento, así provincias como San Luis ofrecieron una paritaria al 21%, mientras que Jujuy acordó un aumento salarial del 5% y en Chubut se cerraría al 0%. Estamos frente a un escenario de desarticulación de los sindicatos, y aumento de la desigualdad de ingresos y territorial.
Es decir, aumentan los precios y no suben los salarios. Cada vez tenemos menos plata en los bolsillos y la caída de la tasa de desocupación no implica más y mejores trabajos. En realidad, subió la informalidad, más de un 34% de los asalariados lo hacen en negro, con picos de más del 40% en las provincias del noroeste. Hablamos de trabajadores y trabajadoras que ganan en promedio 40% menos que los formales, lo que va a afectar paulatinamente la distribución del ingreso y los deja más cerca de la pobreza.
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Entonces, si cada vez todo cuesta más, tenemos peores sueldos y peores trabajos, ¿cómo puede ser que la pobreza disminuya? Si, bajó para el segundo semestre del 2017, pero están comparando con un base terrible que ellos mismos generaron, con una inflación que superó el 40% entre 2015 y 2016 y más de un 56% en el decil más bajo. Es decir, no podemos saber realmente si hay más o menos pobres que en el 2014. Y en todo caso, si un cuarto de la población está sumida en la pobreza, no se entiende los motivos del gobierno para festejar.
De hecho, la canasta básica para que una familia tipo no caiga en la pobreza en febrero superó los $17.530 ($6.987 para no ser indigente), un 3,3% arriba respecto a enero, muy por encima de la inflación en el mismo mes (2,6%). ¿Saben cuánto es el sueldo inicial de un maestro/a de grado en la Ciudad de Buenos Aires? Será poco más de $15.000. Esto significa que el propio estado genera sueldos donde una familia no puede ni siquiera pasar la línea de pobreza.
Con los precios actuales, hoy una familia con consumo moderado paga más de $14.000 al año de gas, lo cual sumado a electricidad y agua serán casi $30 mil al año, es decir casi dos canastas básicas totales enteras. Quieren hablar de pobreza pero aumentan el costo de vida de las familias argentinas, bajan los sueldos y no generan empleo digno y de calidad. Es un modelo que no cierra, y pega bien abajo, donde más duele.