Después de su exitoso paso por el Teatro Sarmiento, Petróleo, la última creación del talentoso grupo Piel de Lava, llega a la sala Casacuberta del Teatro San Martín para abrir el 2019 con una obra sobre los mandatos de la virilidad y, más abiertamente, sobre la construcción de los géneros. Cuatro trabajadores de un pozo petrolero (que apenas tiene petróleo) conviven alejados de sus afectos, de sus lugares de origen, de lo que pasa en el mundo.
Uno de ellos, el Pala (Elisa Carricajo) es el nuevo del grupo y el que trae la novedad: tiene un hábito que al resto le causa miedo, intriga, asco, vergüenza y culpa. A el Pala le gusta ponerse las prendas que compró para su esposa, porque al mismo tiempo que lo abrigan, le hacen recordar a ella. Poco a poco los otros, el Carli (Pilar Gamboa), Montoyita (Laura Paredes) y Formosa (Valeria Corra) empiezan a interesarse en ese hábito del Pala. Lo llegan a incorporar. Lo llegan a amar.
Esta comedia, que también cuenta con la dirección de Laura Fernández, es graciosa a cada segundo. Tiene el mérito de encarnar un costado de las cuestiones de género que rara vez se suele iluminar. Porque si el patriarcado es una construcción social, la masculinidad es una gestualidad tan artificiosa como la feminidad. Y eso es lo que vemos aquí: por un lado, cuatro actrices ejerciendo su talento de forma deslumbrante, cuatro mujeres que son, sobre el escenario, cuatro varoncitos; y por el otro, a cada instante esa ficción se tambalea, y no por impericia dramática sino más bien por lo contrario. La virilidad queda reducida en Petróleo a un conjunto de rasgos que todos los hombres deben imitar para poder aprender y, más tarde, blandir orgullosamente.
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Los límites de lo macho (no llorar, no hacer contacto con el cuerpo de otro varón salvo que sea estrictamente necesario, presumir de todo lo bueno y burlarse de todo lo malo, ridiculizar lo profundo y aferrarse a una superficialidad banal) son el reverso exacto de un ramillete de virtudes pretendidas (saber arreglar máquinas, tener coraje o sentido del riesgo, ser gracioso, ser fuerte, saber imponerse). Y, sin embargo, hay una ternura hosca que se trasmite desde el comienzo, como si no solo la crítica del machismo si no el amor hacia lo masculino fuera parte del aliento esencial que empuja la construcción de la obra.