Por Luis Tonelli
Especial para El Destape
Los que nos obsesionamos con naderías (no el resto de los que habitan esta tierra de promisión) estamos absortos dilucidando qué significará exactamente el fin del kirchnerismo. Esta es la única certeza que tenemos –aunque algunos tiffosi se nieguen a aceptarla-: La tarjeta roja constitucional a Cristina Fernández y los herederos sin herencia esperando ilusionadamente un nuevo turno luego del período obligatorio en boxes.
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Así debatimos si el fin del kirchnerismo es a) ¿el fin de una etapa de un team de gobierno?; b) ¿el fin de un estilo de gobierno?; c) el fin de un modelo económico; d) ¿el fin de un estructuramiento social?.
La verdad, es que por ahora, concretamente lo que se avizora es la opción a) y seguramente la opción b), al menos en términos de imagen. Pero lo cierto es que, más allá de estos acontecimientos, el sistema político en su conjunto se encuentra frente a una coyuntura crítica. Verbigracia: dícese de esas situaciones que pueden representar una bifurcación histórica. O sea, una en la que todo puede pasar (aunque esta, incluso permite que no pase nada).
Esquematicemos las posibilidades: en términos estructurales, la política argentina puede:
1) Seguir manteniendo la ancestral dicotomía Peronismo Vs No Peronismo.
2) Ir a un esquema donde el Peronismo se convierte en el sistema mismo, transformándose a la vez en Gobierno y en Oposición.
3) Ir a un esquema de democracia de candidatos, votados por ellos, sin importar a que fuerza política representan.
4) Ir a un alineamiento izquierda – derecha, típico de las democracias europeas.
El primer escenario implica que el FPV termina siendo el peronismo oficial, con Daniel Scioli como su candidato, y que el "no peronismo" se aglutina detrás de una candidatura propia, ya provenga de UNEN o provenga del PRO. Por lo que cantan las encuestas, la candidatura opositora no peronista que más chances tiene hoy es la de Mauricio Macri. Gane quien gane, la política seguiría alineándose a nivel presidencial sobre esas líneas de conflicto político tradicionales.
Claro que ese escenario se encuentra amenazado externamente e internamente por varios factores. El principal, es el factor Massa. O sea, un peronista que se presenta no solo como "no kirchnerista" si no que esconde su peronismo. Lo cual habilita a dos escenarios completamente diferentes si llega a vencer: uno, basado en esa definición que reza que "el peronismo es esa fuerza que acude generosamente en ayuda del que gana de ellos", hace sospechar que en caso de que Sergio Massa gane, no tardará demasiado tiempo en cantar la Marchita (permitiendo la continuidad de los ranks and files peronistas, esos que vienen cortando el bacalao desde hace bastante tiempo en la Argentina, o sea, nuestro escenario número 2).
El otro escenario es que Massa intente trascender el esquema de la "vieja política" y haga una convocatoria amplia (más allá de sus actuales padrinos ranciamente justicialistas, escondidos en bambalinas), cosa que en realidad, también podría encarar un Macri si gana y sigue teniendo a Durán Barba como su factotum. Por supuesto que aquí se disparan todas las dudas acerca de la gobernabilidad del sistema, y las características reales (y no ideales) de una democracia de meros candidatos, lo cual sonaría a "cualquiera al Gobierno, Tinelli al poder".
De todos modos, el problema mayor de Sergio Massa es que basa su capital político en que "puede ganar", pero hoy sus números están muy lejos de los niveles que supo tener, y cabe la posibilidad que cuando se acerquen las elecciones esos votos fluyan hacia opciones "mas consistentes".
Queda el último escenario, tan ansiado por Torcuato di Tella, que siempre consideró que la estructuración Peronismo/Antiperonismo era una "patología" argentina, en la línea de su maestro Gino Germani. O sea, que finalmente la política se estructure en la dicotomía izquierda-derecha.
Aquí ciertamente la que tiene la llave de que eso ocurra es la UCR a nivel dirigencial. Alfonsín fue el primero que intentó un Tercer Movimiento Histórico que incorporara a los demás sectores progresistas en lo que sería una socialdemocracia vernácula. El ascenso del menemismo y la constitución de la ALIANZA, demostraron que las fuerzas políticas tradicionales podían adoptar ideologías alternativas, con tal de mantener el status quo del sistema político.
Néstor Kirchner amagó con trascender a esas líneas políticas tradicionales con la "transversalidad", que nunca dejó de ser una expresión virtual sin ninguna carnadura real. El oportunismo de Cobos, no puede ser considerado un intento serio de la dirigencia radical, aunque mucho de ella añorara el camino recorrido por el kirchnerismo en términos ideológicos, aunque deplorara sus métodos.
Así llegamos a la situación actual de la UCR. Hay quienes consideran que deben mantenerse en el espacio "no peronista" como clave para su supervivencia y levantan así el estandarte "republicano", y una alianza con el resto del no peronismo, incluido el PRO. Están quienes consideran que eso sería traicionar la prosapia nacional y popular radical, apoyando los más tímidos la permanencia insípida en FAUNEN, y los más intensos como Leopoldo Moreau, aliándose directamente con el FPV, siguiendo los pasos pioneros de los radicales K. Por último, están quienes intentan un camino intermedio, proponiendo una coalición con Massa, como expediente meramente oportunista, sin necesidad de establecer una postura electoral ni "populista" ni "neoliberal".
O sea, el radicalismo puede aportar votos claves en la victoria de un candidato no radical, pero lo que pasé luego será consecuencia del deseo y la independencia de ese que llegue eventualmente a la Presidencia.