Patriarcado y neoliberalismo, el cuerpo abusado y enfermo

05 de enero, 2019 | 10.17

Al patriarcado se le sumó el neoliberalismo que se entrama en todos los aspectos de la vida, y esa concentración de poder retroalimentada trajo como consecuencia el aumento de las desigualdades sociales, la estimulación del odio, la denigración de los cuerpos, la producción de excluidos, abusados y violentados. El patriarcado implica el abuso del cuerpo de las mujeres y el neoliberalismo un descuido y desprotección de los cuerpos, ecuación que conduce a la enfermedad singular y social.

El neoliberalismo aumentó los índices de pobreza y hambre y deja a los sujetos a la intemperie, casi sin Estado y carentes de mecanismos sociales protectores, amenazados en sus condiciones de existencia sin saber cómo hacer para subsistir, desestabilizados en su identidad. Ante la incapacidad de escuchar el grito de la urgencia y la necesidad, se produce en los sujetos un avasallamiento por la angustia, afecto que toma el cuerpo.

El feminismo restituye la dignidad del cuerpo

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No resulta casual que en esta coyuntura en la que convergen el patriarcado y el neoliberalismo descarnado haya surgido, con una fuerza intempestiva, el colectivo de mujeres denunciando los abusos machistas sobre un cuerpo que resulta utilizado, cosificado y sometido. Ellas rompieron el silencio del cuerpo abusado y avanzan desconcentrando el monopolio naturalizado de la palabra y el poder masculino.

“No es no” es una consigna que expresa la asunción del derecho al respeto y a la dignidad del cuerpo, significa un límite a la manipulación machista y un cambio en la posición de las mujeres. Expresa el cansancio por la mordaza resignada, por el secreto del padecimiento solitario, por hacerse cargo de la vergüenza ajena. Lo novedoso es que no se trata de un pedido a las instituciones para que se reconozca la igualdad de género, sino de una decisión colectiva que sin pedir permiso plantea un nuevo pacto social: nunca más ser tomadas como objeto de uso y abuso de los hombres.

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El feminismo se convirtió en un nuevo agente político, una potencia que se interroga sobre asuntos cruciales que la política hasta ahora no tuvo en cuenta: el cuerpo, el amor, el deseo, la sexualidad, la relación con el otro, la igualdad, la maternidad como una opción y no una obligación, el derecho al aborto y a la dignidad.

Para que el feminismo mantenga su fuerza libertaria, las mujeres debemos estar advertidas para impedir su asimilación al mercado

Las mujeres decidieron salir del lugar de víctimas - que es también el de objeto - politizando el sufrimiento singular, poniéndolo en juego en una ética emancipatoria que no es ajena a la lucha contra el neoliberalismo; encontramos varios puntos de convergencia entre patriarcado y neoliberalismo, uno de ellos es el desprecio del poder hacia los cuerpos.

Una por una y colectivamente las mujeres salieron de la minoría de edad, se hicieron cargo de un deseo emancipatorio asumiendo el compromiso de cuidarse entre todas. Están dispuestas a crear y volver a construir lo común a partir de un sentido profundamente libertario hacia la vida, una nueva forma de entender el mundo y de habitarlo de manera menos hostil, más amistosa y amorosa.

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Para que este movimiento mantenga su fuerza libertaria, las mujeres debemos estar advertidas para impedir su asimilación al mercado que es capaz de banalizar su apuesta emancipatoria. No debe transformarse en un show mediático, una mojigatería pacata y victoriana o en la realización de una nueva identidad femenina. Como advierte Rita Segato, no se trata de convertirse en hombres u odiarlos, pues eso sería reproducir la misma lógica contra ellos que no son nuestros enemigos sino también son un efecto del patriarcado. No estamos ante una nueva moral o dogma sino frente a un movimiento político libertario que abre nuevas posibilidades emancipatorias.

“No es no” expresa una fuerza plebeya que irrumpe restituyendo la dignidad del cuerpo maltratado: abusado, cosificado por el patriarcado y angustiado por el neoliberalismo. El feminismo propone un nuevo contrato social y tal vez sea una posibilidad de inventar de nuevo la vida en común.