Paro 30 de abril: ¿Anuncio de un cisma sindical?

20 de abril, 2019 | 20.00

En medio de una crisis que se acrecienta y un Gobierno que no atiende otros reclamos que los del FMI, al que debe consultar para tomar cualquier medida de gestión, se perfilan diferencias cada vez más profundas en las conductas y las respuestas planteadas por la dirigencia gremial. ¿Son expresión de una nueva grieta o tan sólo demostración del lado de la ya existente en el que están posicionados?

Postergaciones insostenibles

La contundencia de la política antipopular imperante no admite hoy discusiones sobre los intereses que la animan ni a los cuales responde, tampoco respecto de las devastadoras consecuencias que se proyectan más allá de diciembre de 2019.

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Tan es así, que ni siquiera los sectores empresarios ligados a la industria, al comercio y a los servicios que otrora se mostraban aliados del Gobierno, se privan de hacerle fuertes críticas a la gestión del Presidente Macri. Hasta destacados miembros de las entidades patronales agropecuarias integrantes de la denominada Mesa de Enlace, unas semanas atrás también formularon quejas y descalificaciones por las medidas dirigidas a su sector.

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El señalamiento precedente evidencia la generalizada falta de confianza y de apoyo que viene cosechando el Gobierno, con relación a las posibilidades de encauzar la crítica situación que vive el país.

Si una tensión semejante se verifica en quienes podían considerarse –y, en muchos casos, efectivamente lo fueron- beneficiarios del Cambio, no es difícil imaginar la que exhiben los trabajadores y, particularmente, quienes forman parte de la creciente legión de desocupados y forzados integrantes de la Economía Popular.

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El empobrecimiento acentuado por el retraso salarial, el aumento desproporcionado de las tarifas, el alza de los precios de productos básicos de la canasta familiar, alentaban desde principios de este año los reclamos por la adopción de medidas de acción directa y la urgente elaboración de un plan de lucha por parte de la Confederación General del Trabajo.

La injustificada desatención de esos requerimientos que acompañaban e impulsaban numerosas organizaciones sindicales nucleadas en esa Central, se tornaron más incomprensibles con el correr de los meses considerando los miles de afectados por despidos y suspensiones que se registraron en grandes empresas, a la vez que se multiplicaban los cierres de otras pequeñas y medianas.

Las excusas ligadas a ser este un año electoral o a eludir una “politización” de las acciones gremiales, más allá de su inconsistencia implican desentenderse del estado de emergencia actual, como de la impostergable adopción de conductas dirigidas a mitigarla.

Curiosa celebración del 1° de Mayo

La declaración de un paro para un día feriado, que determinó la Confederación de los gremios del transporte (CATT), liderada por el ex - triunviro Schmid, y que completó el “combativo” Roberto Fernández (UTA) anunciando que lo repetirían en otras fechas semejantes, posee una originalidad difícil de equiparar.

Ahora, que el feriado elegido para dar inicio a esa “comprometida actitud de lucha” sea el 1° de Mayo -casi- supera toda capacidad de asombro.

Aunque de ostensible inutilidad por la escasa capacidad de daño -salvo de la población en general- con respecto a quienes podrían ser los antagonistas destinatarios de la medida, los empresarios y el Gobierno, no deja de ser emblemático que se convoque a no trabajar a los que están dispensados de hacerlo en celebración -conmemoración- del Día del Trabajador.

Similar perplejidad produce, demostrando que cierta dirigencia sindical siempre encuentra renovadas formas de asombrarnos, que la conducción de la CGT haya desechado el apoyo al Paro General del 30 de Abril y adhiriera con vehemencia al del 1° de Mayo.

El PRO - populismo

El modo de brindar “alivio” a las agobiantes condiciones de vida generadas en estos años que anticipara el Presidente en un ámbito doméstico y con un guionado (diálogos, iluminación, decorados e indicaciones técnicas surrealistas) propio de una película clase B de ciencia ficción, no convenció ni a los protagonistas de esa puesta en escena.

La alocución presidencial, breve por definición y brevísima por la incapacidad discursiva de Macri, con la que eludió asumir la responsabilidad propia de su investidura en el anuncio y explicación de las medidas a adoptar, fue completada por tres de sus Ministros en una conferencia horas después de la emisión de aquel minimetraje.

El sentido electoralista del “plan de contingencia” fue manifiesto, tanto como -en uno y otro caso- la ratificación del rumbo elegido y causante de las penurias que se decían querer aliviar pero que importaba, en definitiva, seguir imponiendo el sacrificio -y un creciente empobrecimiento- de la mayor parte de la población para el enriquecimiento desmedido de los pocos de siempre, a la par de la profundización del sometimiento a los dictados de los intereses antinacionales representados por el FMI.

El cortoplacismo de las medidas como la coincidente transitoriedad con el lapso que resta para los comicios nacionales y en importantes distritos para el futuro del PRO –y la desgajada Alianza Cambiemos-, sumado a la inexistencia de infraestructura y logística estatal -hace tiempo desmantelada- para el control del cumplimiento de los poco confiables “pactos de caballeros” con los principales formadores de precios, no permiten atribuirle eficacia ninguna.

Más allá de las incongruencias ideológicas ostensibles que suponen para los funcionarios encargados de llevar adelante el “plan”, que no parece les generen ningún conflicto, su falta de convicción en cualquier estrategia “populista” -en tanto priorización de las necesidades del Pueblo-, la postergación pero no la supresión de los aumentos previstos para los servicios públicos y la concesión de préstamos para consumos básicos a tasas siderales -no usurarias para la ministra Stanley por no superar el 50% anual-, desmienten cualquier expectativa “aliviadora”.

La insistencia en la meta del déficit cero, aún con las erogaciones adicionales que suponen varias de las aludidas medidas, como el control de la suba del dólar apelando a un mayor endeudamiento externo y a la pesificación de los activos financieros ofreciendo tasas inviables para cualquier alternativa productiva, conforman un cuadro de mayor desaliento en orden a una mejora de la gravísima situación que, supuestamente, se quiere aliviar.

Si algo faltase para dejar a la vista esta nueva engañosa maniobra, nada se dice y menos se hace en torno a los aumentos de bienes y servicios que se dispusieran en los quince días previos al anuncio. Además, se admite -en palabras del Ministro de (no) Producción y (menos)Trabajo- que la inflación de abril será igual o superior a la registrada en marzo, o sea, superior al 60% interanual.

Cisma o reconfiguración del Movimiento Obrero

El Plenario de Delegaciones Regionales de la CGT celebrado el día 11 de este mes, al que asistieron 55 representaciones regionales, convocado por el Frente Sindical para el Modelo Nacional del que participan más de 70 gremios, concluyó con un consenso unánime en la declaración de un Paro General para el 30 de abril bajo el lema “Para evitar la desintegración de la Patria”, que contó con la adhesión de las CTA (de los Trabajadores y Autónoma).

El sentido de la huelga se sintetizaba en cinco puntos propositivos, que comprendían: el rechazo a una Reforma Laboral y la recomposición del salario (con Paritarias Libres y un aumento de emergencia del SMVyM); el cambio de la política económica (protección de la industria nacional, de las Pymes y del mercado interno, regulación de las importaciones, declaración de la emergencia ocupacional, alimentaria y sanitaria, repudio al acuerdo con el FMI); retrotraer las tarifas de los servicios al 1°/12/2017 conforme la ley 27.743 –vetada por el PEN-, revisión y regulación de los precios de los combustibles y de los servicios públicos; derogación de la Reforma Previsional del 2017, otorgamiento de un aumento de emergencia a las jubilaciones y pensiones; defensa de la producción y la mano de obra nacional.

La razón y vigencia de esos legítimos reclamos estaban a la vista, pero si alguna duda podía generar la necesidad de manifestarse con una medida de fuerza semejante como parte de un Plan de Lucha, los anuncios del Gobierno la despejaron.

Las declaraciones públicas que suelen hacer los integrantes de la mesa chica de la CGT coinciden con todos y cada uno de los planteos fundantes del nuevo Paro General, pero ello ni el insustancial “plan de contingencia” del Gobierno han servido para revertir la decisión de no sumar orgánicamente a la Central sindical.

A esta altura no es posible alegar diferencias tácticas, ni vocaciones dialoguistas y no confrontativas, ante la evidente ausencia de toda voluntad del Gobierno por abrir un debate que permita una reconsideración de sus políticas, que por el contrario recrudece en su matriz estructural más perniciosa.

Las divisiones cupulares reconocen muchos precedentes, pero la peculiaridad que ofrece la presente instancia de conflictividad intrasindical en la CGT es el protagonismo que han asumido en la declaración del Paro General sus Delegaciones Regionales, como numerosos –y muchos de ellos, poderosos- gremios y Agrupamientos sindicales (como la Corriente Federal de Trabajadores) que la integran.

En ese contexto un dato de relevancia adicional es la convergencia con otras vertientes sindicales, como las que se nuclean en las dos CTA, y el “llamado para constituir un Frente Nacional y Patriótico, a todas las formaciones partidarias que se denominan de oposición, alrededor de un Programa de compromisos concretos”, poniendo de resalto la no aceptación de “que el movimiento de los trabajadores quede excluido, ‘en nombre de la política’ a la hora de las grandes decisiones nacionales”.

El avance en las conversaciones entre dirigentes hasta hoy enrolados en diferentes Centrales para confluir en una única expresión Confederal, más que un cisma que derive en nuevas siglas que multipliquen las representaciones centralizadas pareciera abrir una nueva etapa de reconfiguración del movimiento obrero organizado, con miras a un proyecto político que exceda las reivindicaciones gremiales y en el cual desempeñe el rol protagónico que legítimamente le corresponde.