Para los griegos, Tsipras no traicionó

01 de agosto, 2015 | 20.42
Alexis Tisrpas debe estar recordando aquella definición de Lenin de un siglo atrás, sobre cierto tipo de izquierdismo como "enfermedad infantil".

La excitación que se adueñó de los sectores progresistas en todo el mundo luego del referéndum donde los griegos dijeron "NO" al programa de ajuste de la Unión Europea, mutó en indignación de igual calado contra el Primer Ministro Alexis Tsipras cuando este anunció que, al final, iba a aceptar el acuerdo que le exigía Alemania.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE


La lectura lineal fue que, aún con un apoyo social mayoritario después del referéndum, Tsirpas no se animó a jugar hasta las últimas consecuencias y entregó esa voluntad popular en la mesa de negociación en Bruselas. ¿Por qué no pateó el tablero, abandonando el euro y las humillaciones alemanas?

Sin embargo, a pocas semanas del fin de las negociaciones los ciudadanos griegos parecen haber llegado a otra conclusión: un abrumador 60% apoya a Tsipras y un 42% votaría por Syriza, el partido de gobierno, si se convocaran elecciones anticipadamente. Estos números surgen de una encuesta de la consultora griega Kapa Research, difundida la semana pasada.

Con aún más claridad, un 70% de la población se mostró de acuerdo con que el Parlamento apruebe las impopulares leyes que la Unión Europea exigió para concretar el acuerdo. Paradójicamente es en el Parlamento griego donde más se escuchan las voces disonantes que, por izquierda, critican el acuerdo y alzan las manos para votar contra el gobierno del cual forman parte.

De hecho, la izquierda del partido (nucleada en el grupo "Plataforma de Izquierda") amenazó con un retiro masivo de los puestos de gobierno (en muchos casos, se produjeron renuncias a nivel ministerial) e intentó convocar a una asamblea del partido en forma inmediata. Sin embargo, Tsipras logró postergar el encuentro hasta septiembre cuando, se supone, las disidencias internas se volverán menos potentes.

Todo esto ocurrió en el Comité Central de Siryza el jueves pasado. Después de 14 horas de reunión y debate, el Primer Ministro se terminó imponiendo con el saldo una fracción maoísta minoritaria que abandonó el partido argumentando una "desviación ideológica" y la disidencia de Plataforma de Izquierda que reconoció la derrota en manos de los sectores moderados.

Sin embargo, más allá de esa victoria dentro de las estructuras partidarias, resulta sorprendente que Tsipras haya aumentado su nivel de apoyo social, cuando la letra del acuerdo habla, sin pelos en la lengua de recortes, privatizaciones y reformas dolorosas sobre un cuerpo social que ya lleva más de un lustro de estas recetas.

Lo que parece fundamental en la evaluación de los griegos es la credibilidad al Primer Ministro cuando dice que "hemos luchado hasta el final" y "este acuerdo no me gusta, no era mi programa". Lo que podría ser una frase de ocasión, en boca de políticos "normales", se vive en Grecia como parte de una ruptura con los gobiernos anteriores: aún perdiendo en la mesa de negociación, los griegos están convencidos de que por primera vez, tienen un Primer Ministro que está de su lado.

Al mismo tiempo, Tsipras parece haber acertado en entender el significado del famoso referéndum donde los griegos dijeron "No". Se trató de un apoyo a Tsipras ante el momento final de las negociaciones en Bruselas, pero no una carta blanca para abrir la puerta a una aventura por fuera del euro y menos aún por fuera de la Unión Europea.

A pesar de no haber servido como arma negociadora para lograr un mejor acuerdo, el referéndum sí parece haber logrado crear una mayoría política que sostiene al Primer Ministro por encima de las estructuras políticas y, también, frente a las presiones europeas que pedían un cambio de gobierno.

En definitiva, esta instancia de la crisis griega, además de mostrar la brutalidad alemana y el margen mínimo que los socios europeos pretenden imponer al conjunto de la comunidad, también dejó como saldo el fortalecimiento político del primer gobierno "rebelde" dentro de Europa. "Un paso atrás, dos adelante", refunfuña Tsipras, mientras sigue repasando mentalmente las lecturas juveniles.