Nilda Eloy: "La causa es un manuel de cómo construir impunidad"

16 de septiembre, 2016 | 15.15
El Destape: ¿Cómo conociste a Julio López y cómo era tu relación con él?

Nilda Eloy: Era una relación de compañeros. Yo lo conocí cuando él declaró en una de las audiencias del juicio por la verdad, ahí empezó nuestra relación. En el hall de la sala lo escuché hablar de un lugar donde yo había estado, que era el Pozo de Arana. Creo que el objetivo de los dos era el mismo: buscar justicia por los caminos que hubiere y en ese momento lo único que había era el juicio por la verdad. En 1999 nos presentamos como querellantes en la causa contra Etchecolatz y siete años más tarde llegamos a juicio.

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ED: Julio acudía a vos para exteriorizar cosas que le pasaban y que no podía compartir en su casa ¿cómo fue creciendo tu relación con él?

NE: Él tenía una imposición familiar. Cuando salió de la cárcel del tema no se discutió más, pero Julio tenía la necesidad de hablar. A lo largo de los años, con una educación mínima, encontró la escritura como la única forma de expresarse. En cuanto un papel le caía en las manos escribía una y otra vez para no olvidar lo que había sido desde el día de su secuestro hasta el día que lo largaron. Fue todo un abrir, y lo que no podía compartir en su casa lo compartía con los compañeros. Venía a casa en bicicleta por la necesidad de hablar, por eso fue fundamental llegar a juicio oral en junio de 2006. Por primera vez una parte de su familia lo escuchó y tuvo que blanquear la situación. Eso fue sumamente importante, se había sacado de encima un peso enorme. Entró a declarar de otra manera, con otra fuerza. No voy a olvidar nunca; cuando lo saludé antes que entrara a la sala me abrazó y me dijo "va por los compañeros", y fue totalmente por los compañeros.

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ED: ¿Cómo se acompañaban en esas charlas?

NE: Pueden ser charlas muy reiterativas, siempre hablábamos de lo mismo, pero él era una persona que siempre estaba tratando de averiguar algo más, de reconocer represores, de buscar lugares y pistas. Cuando conversábamos era como asegurarnos entre nosotros que habíamos estado en un mismo lugar.

ED: Siempre hablas de la obsesión de López por ver a Etchecolatz.

NE: A Etchecolatz le habían permitido no estar presente durante la declaración de Julio. A mí eso me generó una enorme tranquilidad, pero a él le generó muchísima bronca, quería asegurarse que estuviera para verlo y gritarle en la cara. Ese fin de semana hablamos varias veces y me preguntaba, "¿estás segura que va a estar?" Al principio quisieron torcer la historia y hablar del "pobre viejito" que se había escondido, que se había perdido. Podía ser el abuelo de cualquiera, podía ser que las manos le temblaran porque estaba empezando con un Parkinson, pero no era ningún viejito gaga, ningún hombre asustado. Tenía muy en claro cuáles eran sus responsabilidades.

ED: ¿Qué crees que pasó con Julio? ¿Qué análisis haces del rol del Estado?

NE: Quisiera saber si realmente hicieron algo para encontrarlo. Para no encontrarlo han hecho muchísimo. Yo creo que es un secuestro, un claro caso de desaparición forzada de personas, y pienso que la causa alguna vez la van a estudiar como manual para construir impunidad. Nunca hubo un impulso real por lograr una investigación a conciencia en la causa. Es un montón de papel para encubrir al delito y a sus autores, para dejar impune una práctica genocida que se reitera. Son prácticas que no terminaron entre el 76 y el 83.

ED: ¿Qué sentís cuando un juez le otorga la domiciliaria a los represores de la dictadura militar?

NE: Bronca e indignación son las dos palabras que me atraviesan. La misma bronca que he sentido este año cuando tenemos un 40 por ciento de represores en domiciliaria, que el año pasado cuando teníamos un 46 por ciento, que el 2012 cuando teníamos un 40 por ciento. Es una bronca repetida, permanente. Hablar de domiciliaria es hablar de libertad. No hay nadie que los vigile y cuando se los va a buscar no están. Es indignación porque es transformar ese pequeño pedacito de justicia en basura. Etchecolatz todavía está en Ezeiza, si lo hubieran liberado con estas domiciliarias, ¿qué podríamos sentir cada uno de nosotros sabiendo que ese sujeto nos mira por televisión? Cuando pedimos su detención en el año 2003 el juez me dijo "lo que pasa es que se está muriendo de cáncer". Eso fue hace doce años. Es un maestro para estar muriéndose de algo. Mientras ellos mueren impunes, del otro lado se mueren compañeros sin justicia. Cuando los jueces hablan de razones humanitarias, tendrían que ampliar un poco las miradas sobre a quién corresponden esas razones.

Diez años sin López
Producción periodística: Rocío Criado, Juan Amorín y Juan Pablo Mansilla.
Edición: El Gato Gris y Martín Torres Negri.
Video: Lisandro Leiva.