Cuando en noviembre de 1976 salió a la calle a buscar a su nieta, nunca pensó que la búsqueda iba a ser tan larga, que esa esperanza la iba a guiar hasta en la última bocanada de aire. Así fueron los últimos 41 años para María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, que falleció anoche a los 95 años.
Había sido internada el martes 7 de agosto por la noche después de sufrir un accidente cerebrovascular (ACV). Durante la internación, el cuadro se completó con una insuficiencia respiratoria, lo que agravó su estado ya que desde 2013 se le había manifestado el asma – después de haber tenido que ser rescatada de su casa durante la inundación trágica de abril de ese año.
Sus restos son velados hasta las 14 en el salón del Consejo Superior del Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), ubicado en la calle 7 entre 47 y 48.
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Una familia diezmada
Chicha nació en 1923 en Mendoza. Allí, también, conoció a Enrique José Mariani, con quien se casó en marzo de 1947. Ella se dedicó a las Bellas Artes y la docencia; Pepe se convirtió en un afamado violinista y director de orquesta. La pareja solo tuvo un hijo: Daniel Enrique. “Posky”, le decía su mamá.
Cuando tenía 20 años, Posky conoció a Diana Teruggi, una chica que había sido alumna de Chicha cinco años antes. Se casaron en junio de 1972. El 12 de agosto de 1976 nació su única hija, Clara Anahí. Después de su nacimiento, Chicha apuró los trámites para jubilarse y dejar la docencia en el Liceo Víctor Mercante. Quería tener tiempo para pasar con su nieta. Pero la tragedia se precipitó.
El 24 de noviembre de 1976, Chicha volvió del colegio a casa para esperar la visita de Diana y Clara Anahí. Se sentó a tejer una batita para la beba. Al tiempo, las bombas y los tiros terminaron con su concentración. El miedo crecía. Pensó que algo podía pasarles en la calle.
Así fue. El ataque había sido dirigido contra la casa de la calle 30, donde vivían su hijo, su nuera y su nieto, y donde habían montado una imprenta clandestina de la organización Montoneros. Al momento de la irrupción de las fuerzas de seguridad comandadas por Ramón Camps, se encontraban en la vivienda Diana, Clara Anahí y cuatro compañeros de militancia de la pareja. Todos los adultos fueron asesinados. A Diana la acribillaron por la espalda. Clara Anahí, una beba de tres meses, fue la única sobreviviente de la masacre.
Después de unos meses de sobrevida, a Posky lo asesinaron el 1 de agosto de 1977.
Las Abuelas
-- Usted está muy sola – le dijo una asesora de menores a la que Chicha iba a ver para tratar de encontrar información sobre su nieta. La mujer abrió un cajón y le dio la dirección de una señora que también buscaba.
Alicia Zubasnábar de De la Cuadra, “Licha”, le abrió la puerta. En esas conversaciones en La Plata se fue gestando lo que con el tiempo llegaría a ser Abuelas de Plaza de Mayo.
Para Chicha, el nacimiento de las Abuelas sucedió el 21 de noviembre de 1977, cuando madres y abuelas llegaron a la Plaza San Martín de la Capital Federal con testimonios de sus búsquedas para entregárselos a Cyrus Vance, secretario de Estado de los Estados Unidos. Debajo de un jacarandá en flor, doce mujeres acordaron no andar solas nunca más: a los nietos y a las nietas los iban a encontrar todas juntas.
Chicha presidió Abuelas hasta 1989, cuando renunció. Ayer sus compañeras la despidieron a través de un comunicado y prometieron continuar con la búsqueda de su nieta.
Clara Anahí
Cuando su nieta iba a cumplir 20 años, Chicha formó la Asociación Anahí – dedicada a su búsqueda. Elsa Pavón, otra abuela que encontró a su nieta en 1984, preside actualmente la asociación – que también se encargó de preservar con fines educativos la casa de la calle 30.
Chicha siguió todas las pistas que fueron apareciendo y que podían conducirla hasta la hija de Diana y Posky. En algún momento la sospecha la llevó hasta Marcela Noble, la hija adoptiva de la dueña de Clarín. En diciembre de 2015, lo que parecía ser un regalo de navidad se terminó convirtiendo en una nueva desazón para la referente en la lucha por los derechos humanos. Unos análisis – que no habían sido realizados por el Banco Nacional de Datos Genéticos – decían que una mujer sería Clara Anahí. La ilusión duró poco más de un día.
En los juicios, Chicha confrontó a Miguel Etchecolatz, uno de los máximos responsables del ataque a la casa de sus hijos. Le pidió que hablara. En 2006, el abogado del represor se preguntó qué hacía una beba en una “casa operativa”. La abuela se enfureció. “Era su casa”, gritó. Luis Boffi Carri le tuvo que pedir perdón – recuerda la abogada querellante Guadalupe Godoy.
En el juicio por el circuito Camps, Etchecolatz y Norberto Cozzani se dedicaron a sembrar versiones sobre el destino de Clara Anahí. Cozzani llegó a entregar un documento al tribunal en el que decía que la beba había muerto carbonizada. A contramano de lo que sostenían los represores, testimonios indican que la beba salió envuelta en una manta de la casa.
“Hoy, 20 de agosto de 2018, la muerte puso fin a la tortura a la que Chicha fue sometida durante casi 42 años por el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz”, escribió ayer la abogada querellante Marta Vedio.
Para quienes transitan los juicios en La Plata, no hay duda de que Etchecolatz y sus subordinados de la Bonaerense saben dónde está Clara Anahí. Y guardan silencio. Prolongan el delito. Esa, piensan, pueden ser su última y macabra victoria.
Cada 12 de agosto, Chicha le festejó el cumpleaños a su nieta. Hizo volar globos al cielo con el objetivo de encontrarla. En los últimos años, su salud no le permitió estar en la celebración. La cubrieron Elsa y sus otras amigas y compañeras. Hace un tiempo la duda de si podría volver a abrazar a Clara Anahí la invadió, pero se dedicó a dejar todo preparado para que su nieta supiera cuánto la habían buscado.
“Ahora empiezo a dudar si la voy a encontrar – dijo en una entrevista en 2016 --, entonces tengo que armar algunos caminos para que la búsqueda se continúe, para que ella sepa que la quisieron tanto en todo el mundo, que todo el mundo está deseando que la encuentren”.