La decisión política tomada por Mauricio Macri de eliminar el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y degradarlo al rango de Secretaría, tiene que ver con la concepción ideológica que este gobierno tiene sobre el trabajo, al que considera un costo y una variable más para ajustar.
Desde esa concepción ideológica, están obligados a tener que derribar instituciones que lo protegen socialmente y garantizan el cumplimiento de los derechos de los trabajadores. Por eso, esta decisión no sorprende. En Argentina, cada vez que rigieron ideas liberales y de derecha ha pasado esto (Alsogaray y Krieger Vasena fueron antecesores de Dante Sica). Tal es así que, desde diciembre de 2015, el Ministerio de Trabajo dejó prácticamente de intervenir en los conflictos entre empresarios y trabajadores y se degradaron las instituciones como el Consejo del Salario Mínimo y la Paritaria Docente.
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Esta rebaja de categoría también significa inevitablemente una disminución de presupuesto, la desaparición de programas destinados a la formación y la inserción laboral, el debilitamiento de la fiscalización (una herramienta clave en la lucha contra la informalidad), y una nueva ola de despidos en el sector público.
Así es como se irán desjerarquizando los programas que se ocupaban de la igualdad de oportunidades, el combate al trabajo infantil, la violencia laboral, la diversidad sexual en el trabajo, las adicciones en el ámbito laboral. Todas nuevas problemáticas en el mundo del trabajo que contaban con recursos y personal capacitado.
No solo eso, la decisión de traspasar ANSES bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social expresa la clara intención de este Gobierno de desvincular al trabajo de la seguridad social. Cabe aclarar que el aumento del empleo registrado junto con el incremento de los salarios es la forma de financiar y sostener el sistema de protección social. Al separarlos, demuestran que la calidad del empleo les importa nada, y el futuro de la seguridad social menos.
Queda claro que el objetivo es seguir avanzando contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales, y seguir allanando el camino para una reforma laboral que aún tienen pendiente.
Eramos el país que trabajaba para producir. Ahora sólo producimos especulación, incertidumbre y miedo. Los argentinos teníamos un Ministerio de Trabajo que se ocupaba de la seguridad del empleo y del trabajo. Ahora tenemos una Secretaría de Trabajo degradada y subordinada al poder económico concentrado.
Esto es una muestra más del desprecio de Mauricio Macri por el trabajo y los trabajadores. Sus embestidas contra los jueces laborales, abogados laboralistas, organizaciones sindicales, y todo tipo de institucionalidad, lo anticipaban. El Ministerio de Trabajo era para ellos un obstáculo en el camino de la flexibilización, la rebaja de salarios y la pérdida de derechos. En ese sentido, no sorprende que la decisión sea que no exista Ministerio de Trabajo.
* El autor es exministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social