Mauricio Macri descubrió, a sus sesenta años y a poco de concluir su primer, y probablemente único, mandato presidencial, el calor de la gente. Criado desde la cuna con anticuerpos contra el populismo, escéptico de nacimiento respecto a las virtudes de la multitud, el hombre ahora está feliz por dedicar los días que le quedan en el poder a darse módicos baños de cariño que en su fantasía lo resguardarán, cuando llegue el momento, del filo de la historia. El entusiasmo que muestra en las recorridas por el país es genuino y contrasta con el malhumor y la depresión que suelen asaltarlo cuando tiene que trabajar en su despacho de Casa Rosada, coincide el testimonio de tres personas de su equipo que hablaron con El Destape en los últimos días.
Macri se siente más cómodo con esta nueva versión de Macri. Sus últimas apariciones públicas se parecen más al teleevangelismo que a las charlas TED, apelando a la emotividad, el ida y vuelta con el público (puede fallar) y la arenga. Su discurso, en tanto, dejó el centro del arco político para abrazar desembozadamente la agenda de la derecha de siempre: antiaborto, mano dura, antiinmigrante y clasista. Dime quién te habla y te diré quién eres: en esta etapa los voceros de su gobierno fueron Elisa Carrió, Miguel Ángel Pichetto y Patricia Bullrich. Los tres forman parte de sus planes para el futuro, en los que ya trabaja, codo a codo con Marcos Peña y Hernán Lombardi, a pesar de las advertencias explícitas de otros colaboradores cercanos, que le recomiendan, en cambio, un exilio dorado.
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“Si piensan que estamos haciendo una despedida se van a llevar una sorpresa”, asegura uno de los armadores de la gira "Sí, Se Puede". El dardo no apunta tanto hacia la oposición sino que tiene su blanco en el seno mismo de Juntos por el Cambio. El Presidente no le perdona a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal que hayan comenzado a planificar la sucesión antes del 27 de octubre ni que hayan tendido puentes con el Frente de Todos para diseñar una convivencia pacífica entre oficialismo y oposición a partir de diciembre. Macri está convencido de que el vínculo con el electorado de Cambiemos es suyo y no es transferible. Y que lo que pide esa audiencia, de acuerdo a lo que ve durante su tour, no es moderación ni acuerdos sino intransigencia y antiperonismo.
Paradojas de la vida: al final del camino el Presidente se mira en el espejo de Cristina Fernández de Kirchner y tratará de imitar los pasos que dio la senadora desde diciembre de 2015, cuando muchos la daban por retirada de la política, como ahora le pasa a él. Su plan es conducir un bloque legislativo minoritario pero numeroso e inamovible en sus posiciones opositoras que le permita consolidar un piso de votos como plataforma para volver a la pelea electoral en 2021. En su entorno no hay coincidencia respecto a si este nuevo ímpetu por la política es vocacional o tiene su origen en otra preocupación: mantener un caudal de poder que le permita sortear con menos dificultades las complicaciones judiciales que puedan quedarle como secuelas de su paso por la Casa Rosada.
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De todas formas, su plan no carece de obstáculos. El más notorio es de naturaleza política: buena parte del armado de Cambiemos ya advirtió que no va a aceptar su conducción después del 10 de diciembre. Macri puede darse el lujo de perder algunos aliados, pero debe conservar una masa crítica de diputados y senadores para tener palanca a la hora de la rosca. En segundo lugar debe vencer una resistencia doméstica: la de su esposa, Juliana Awada, que ya había comenzado las averiguaciones para encontrarle una nueva escuela en Madrid a la pequeña Antonia. Sin embargo, la traba más importante son los vaivenes anímicos del Presidente, que pasa de la euforia a la depresión.
“Mauricio tiene que decidir qué va a hacer de su futuro y tiene que decidirlo pronto. No podés ir al choque contra el peronismo, la UCR y la mitad del PRO si no tenés convicción en lo que estás haciendo”, diagnostica uno de los impulsores del plan Macri 2021. En esa mesa chica apuestan a que el acto del sábado en la 9 de Julio le dé al Presidente la fuerza para hacer un anuncio sobre sus planes. Como el poeta, duda entre decir adiós o hasta luego. A lo mejor espere a los resultados de la elección para decidir la dirección de sus próximos pasos. Si logra achicar la diferencia con Alberto Fernández, si hace una mejor elección que Vidal en la provincia de Buenos Aires y, fundamentalmente, si Rodríguez Larreta tiene dificultades para retener la Ciudad, aumentarán exponencialmente las chances de que haya Macri para rato.