El 26 de junio de 2002 la Argentina vivió uno de sus peores momentos, y más tristes, tras la vuelta de la democracia. La denominada "Masacre de Avellaneda" fue causa de la represión de la policía bonaerense que, por orden del gobierno nacional, salió a repeler de la peor forma una manifestación de grupos piqueteros que reclamaban un aumento salarial, en un contexto de estallido social y económico. Todo terminó con dos muertes: las de Maxiliano Kosteki y Darío Santillán, además de unos 30 heridos de bala.
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Distintos fotógrafos documentaron la represión y mucho se habló de las distintas tomas. Sergio Kowalewski, fotoperiodista independiente, capturó el momento más trágico y colaboró con CORREPI en el esclarecimiento del caso pero... ¿quién es Sergio Kowalewski? ¿Por qué eligió la fotografía como herramienta de vida? ¿Qué siente en cada toma? En una charla íntima con El Destape, cuenta sus sensaciones respecto de esa profesión y los recuerdos de aquella tarde.
Su fondo de pantalla en la computadora es una imagen del Che Guevara y esto no resulta ni un poco extraño tras escuchar su vida. Milita desde los 12 años. En un primer momento formó parte de la FEDE, división juvenil del Partido Comunista, organización de la que luego se alejó. Fue parte de la lucha por el boleto secundario en La Plata y comenzó a tener vínculo con los organismos de Derechos Humanos. Su padre era fotógrafo y él trabajó comercialmente en la fotografía pero el vínculo que lo une con el fotoperiodismo es en un plano militante. "Cuando estoy haciendo periodismo, tengo una responsabilidad social sobre mi trabajo", afirma.
¿El fotoperiodismo es periodismo o es arte? ¿Dónde está lo artístico y dónde lo periodístico?
El interés de un fotoperiodista debería ser decir la verdad, tratar de abstraerse de esa subjetividad que uno tiene. Ante la elección de una imagen hay una mezcla de arte y fotografía. Sebastiao Salgado, artista brasileño, es uno de los mejores fotógrafos en muchos planos pero en otro punto de vista me da la sensación de que el objetivo queda olvidado. Muestra la miseria y la vida del trabajador pero sucede que cuando se reflejan estas situaciones sociales con un nivel artístico impresionante, el que lo ve termina diciendo "Qué pedazo de foto", y no "qué terrible realidad". De esa manera se olvida del objetivo. También tiene que ver con quién es el receptor: si exponés en una galería a la que van personas de determinado status social, lo hacés ante gente que percibe la realidad de cierta manera. Por ejemplo, ellos dicen: "Tengo un hermoso cuadro, en mi hermoso living de la pobreza de Brasil". El arte y el periodismo se mezclan pero depende de la temática. Si abordás aspectos sociales hay una responsabilidad que debe pesar: el fotoperiodista tiene que ser más periodista que fotógrafo. No podés desconocer las condiciones sociales. Lo artístico, bienvenido...
¿En qué se diferencia una buena fotografía de una mediocre?
Las imágenes te pegan o no te pegan. Pasan por uno. A mí me gustan los fotógrafos que saben captar el momento preciso. Es cuestión de un ángulo, un segundo.
En el caso Kosteki-Santillán, ¿conocías tanto la situación como para decir que esperabas lo sucedido y querías desenmascarar la represión o te viste frente a ella y tuviste que fotografiarla?
Yo tenía un vínculo militante con la realidad. Unos días antes con algunos compañeros yo charlaba y decía que me iba a resultar incómodo ir a documentar la situación. Los militantes teníamos claro que iba a haber una represión, se sabía, pero no de esa magnitud. Nadie se imaginaba balas de plomo. Mi planteo era que yo no sabía qué hacer si mientras fotografiaba, de repente, le pegaban a uno de mis compañeros. ¿Tenía que sacar sólo la foto? Es una sensación media contradictoria porque vos te sentís por fuera y, desde mi punto de vista, no te podés sentir por fuera de la injusticia. Te indigna, hay cosas que indignan. Entonces mis compañeros me dijeron que como yo tenía las herramientas, tenía que ir con ese objetivo y sí, fui a documentar una represión.
En el momento de la estación con Darío y Maxi, ¿sentías que la foto iba a servir y que era lo mejor que podías hacer o tenías ganas de dejar la cámara e ir a pelearte con el policía?
Siempre se discute qué hacés ante una situación crítica. Una cosa es que vos encuentres una persona herida y no haya nadie para asistirla: ahí deberías largar la cámara y atender. Ahora, yo no soy médico y había personas que los estaban asistiendo así que mientras, tenía que seguir fotografiando. Si vos me decís que acá a la vuelta alguien va a matar a una persona, podés tratar de evitarlo o ir con la cámara y tener la primicia. Por suerte creo que somos más los que haríamos la primera opción.
¿Y cuando ves fotos de gente tirada en las calles de Egipto o niños muertos por gases en Siria... esos fotoperiodistas son de los que se quedarían escondidos en la esquina?
Eso es mucho más complejo. Estás hablando de una guerra. Desde que tengo memoria visual he visto infinidad de fotos de hambrunas en áfrica, de matanzas, de crímenes de lesa humanidad, de tremendas injusticias, bombardeos y la realidad es que va a seguir habiendo de estos trabajos porque el fotógrafo a veces busca ser un disparador. Las imágenes que tomamos sobre lo que pasó el 26 de junio de 2002 no cambiaron la historia sino que fueron disparadores: capturás una imagen y la sociedad la percibe de una manera. En la época del auge del menemismo, del "deme dos", la gente no hubiese reaccionado ante las imágenes de Kosteki y Santillán como reaccionó en la situación social crítica del 2001. Las fotografías fueron un disparador. Ha habido muertes después del 26 y no hubo la misma reacción social. Lo que cambia la historia es la gente, el pueblo, la sociedad. Vos no vas a poder forzar cambios si la sociedad no los quiere. Si yo como fotógrafo creo que mi foto va a cambiar la historia, me equivoco. Yo creo que mis colegas que laburan en esas situaciones deberían canalizar la situación de ser un disparador de otra manera.
¿Hay límites en tu trabajo: ''Yo a esto no lo fotografiaría''?
Una vez yo estaba en Plaza de Mayo y un grupo de desocupados organizó algo que todos los fotógrafos estaban desesperados por sacar y yo no pude sacar una foto. Habían hecho una representación de sus hijos chiquitos vestidos de piqueteritos haciendo una representación del piquete. Yo los miraba y decía que no quería que los pibes estos de adultos tengan que hacer lo mismo que sus padres, que tuvieron que salir a pelear por su sustento. Yo quería que el futuro fueran ellos con un librito, el guardapolvo, haciendo un deporte, no sé, no los quería ver así. No los quería condenar a ese futuro. No pude sacar una foto.