La humorada, que circula en grupos de Whatsapp de funcionarios y operadores PRO, pinta de cuerpo completo el ánimo de la tropa propia para afrontar la campaña por delante: a Mauricio Macri, Marcos Peña, Miguel Pichetto y el puñado de funcionarios de segunda línea que están detrás de la nueva estrategia electoral (y van…) les dicen “Los Chalchaleros”, por aquello de la gira de despedida. No es el problema más importante que tienen los encargados de concretar los pormenores de la recorrida que llevará al Presidente a visitar treinta ciudades en treinta días. A los Peña Boys ya no les atienden el teléfono y les está resultando difícil encontrar voluntarios para brindar logística a la aventura, ni digamos ya compartir una foto con el hombre. Casi una semana después de anunciar la caravana, todavía no pudieron cerrar su itinerario, entre excusas, evasivas y mensajes de correo sin responder.
El vacío de poder es absoluto. Macri no puede arriesgarse a la intemperie sin salir magullado. Sucedió esta semana dos veces. En Salta, fue reprendido por el obispo Mario Cargnello, que lo mandó a “llevarse el rostro de los pobres”. Al día siguiente, en Tafí Viejo, Tucumán, el intendente local lo bautizó “domador de reposeras”, apelativo que le valió una republicanísima visita de la AFIP. En las redes, se multiplican los memes que ridiculizan cada aparición pública del mandatario. La crisis, evidentemente, estimula la creatividad. Al menos entre los opositores. El equipo de campaña oficialista, por el contrario, parece estar pasando por un bloqueo: hoy comienzan a emitirse los spots televisivos pero uno de ellos se anticipó en las redes: es una copia bastante literal de otro que había publicado el Frente de Todos hace menos de dos meses. El logo de #SíSePuede, por otra parte, está calcado del de Slack, la app de comunicación en equipo que utilizan en el propio gabinete.
La convocatoria a la caravana del Presidente, lanzada por el propio Macri a través de las redes, fue replicada apenas por un puñado de sus colaboradores, cuando antes bastaba un memo de jefatura para que todo Cambiemos comenzara a tuitear al unísono. En la Casa Rosada todavía esperan (es una forma de decir) que María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta se sumen al hashtag. La gobernadora bonaerense sigue esquivando el reencuentro: la última vez que se mostraron juntos fue en el cierre de campaña antes de las PASO. Ayer, el mandatario estuvo en Mar del Plata, segunda visita a la provincia en los últimos días. Las dos veces Vidal tomó la precaución de ponerse una actividad lo suficientemente lejos y a la misma hora. Esta semana tuvo, eso sí, un encuentro a solas con Peña. No fue una tertulia agradable. El jefe de Gabinete le pidió que asista a la inauguración del Metrobus en Florencio Varela que se realizará esta semana. Ella quedó en responder.
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Rodríguez Larreta tampoco confirmó su presencia en la glorieta de Barrancas de Belgrano, el lugar elegido por Macri para dar puntapié inicial al Sí Se Puede Tour el sábado que viene. Él está en modo “yo, intendente”: no realiza actos políticos ni brinda entrevistas, organiza actividades con bajo perfil en todas las comunas de la ciudad, apunta a sumar voto por voto todos los que hagan falta para llegar al cincuenta por ciento más uno que le permita evitar un ballotage de resultado incierto. Las encuestas que recibe en Parque Patricios lo preocupan más que la pegadiza canción que tomó por asalto la campaña cuando nadie se lo esperaba. En su afán de alcanzar la reelección, no dudó en cerrar acuerdos con rivales directos de Cambiemos en la elección nacional, como José Luis Espert. También intentó una foto con Juan José Gómez Centurión, pero ex carapintada lo desairó por motivos añejos, que van más allá de la política, y llamó a votar en blanco.
La reelección en la Ciudad es para Rodríguez Larreta un paso más, necesario, en el camino que lo lleve a la Casa Rosada. Sus aspiraciones presidenciales son preexistentes a las del propio Macri, que hasta ahora lo ayudó a acercarse a la meta. Ya no más. Por eso, el alcalde planea el postmacrismo lo más lejos posible del Presidente. En su proyecto entran Martín Lousteau, Alfredo Cornejo, Rogelio Frigerio, Juan Manuel Urtubey y Emilio Monzó. El titular de la Cámara de Diputados disfruta por estos días su status de mensajero entre distintos sectores. Un día almuerza con Rodríguez Larreta, al día siguiente con representantes del Frente de Todos. Negocia a varias bandas para que el gobierno entrante mantenga la candidatura de Frigerio a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo. Monzó todavía no decidió si a partir del verano será oficialista u opositor. Sí tiene claro que por nada del mundo va a volver a compartir espacio con Macri, ni con Peña, ni con Elisa Carrió.