La tensión en el "círculo rojo" es notoria. El resultado electoral que creían imposible hasta hace unos meses está cada vez más cerca de convertirse en realidad. El triunfo de Daniel Scioli era algo con lo que imaginaban que podían lidiar, pero la incorporación de Carlos Zannini a la fórmula les quemó los papeles. Ahora el mensaje de continuidad del modelo kirchnerista es mucho más fuerte. La última posibilidad de impedirlo es que el ballotage porteño –que por todos los medios trataron de evitar- marque el inicio de un repunte de la candidatura de Mauricio Macri, que aún se mantiene competitiva pero en crecimiento lento, casi nulo.
Las opiniones apocalípticas acerca de que se acerca el fin de la república, el anuncio de una segura futura devaluación, las medidas judiciales insólitas, el frustrado operativo clamor para que Martín Lousteau se baje y le evite a Macri en farragoso trámite de una segunda vuelta en la Ciudad. Todas señales en el mismo sentido. En el PRO primero se habían entusiasmado con un triunfo en primera vuelta, algo que un fallido boca de urna alimentó durante varias horas de aquel domingo.
Hubiera sido una señal fuerte porque si un candidato poco carismático como Horacio Rodríguez Larreta conseguía lo que nadie había podido –ganar directo en primera vuelta- realmente hubiese mostrado esa "voluntad de cambio" que Macri aseguró ver en todo el país al recitar esa noche el discurso que le escribió Durán Barba. Lo cierto es que Rodríguez Larreta finalmente sacó el 2 por ciento menos que el PRO en las PASO y que ese mismo domingo el kirchnerismo ganó en La Rioja y el delasotismo volvió a imponerse en Córdoba, relegando a la alianza de radicales, macristas y juecistas que se había presentado como ganadora. Entonces, de cambio macrista, poco.
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A partir de entonces Lousteau debió soportar las presiones y las furibundas columnas de opinión en las que le reprochaban su actitud, increíblemente, de cumplir con lo establecido en la Constitución porteña. La lógica era que disputar esa elección supuestamente iba en contra del objetivo mayor, sacar al kirchnerismo de la Casa Rosada. El operativo falló porque no se entendió que Lousteau jugaba su propio partido con miras al 2019, no la elección nacional de ahora, que le interesa poco. "El busca convertirse en un referente de la oposición, es probable que después de octubre el radicalismo se quede sin ningún dirigente importante a nivel nacional. Para Lousteau sacar el 45% de los votos en una segunda vuelta en la Ciudad no es lo mismo que el 25 que sacó en la primera. Quiere sumar y hacerse conocido", explicaba un dirigente que participó del armado de ECO, una alianza que seguro dejará de existir en breve, como tantas de las que conforman la UCR y Elisa Carrió.
Los plazos de Macri y el círculo rojo, en cambio, son mucho más urgentes: las tres semanas que quedan hasta las PASO. En el entorno del jefe de gobierno porteño creen que ese efecto que imaginaron durante unas horas el domingo de la primera vuelta, se puede producir con los globos y el baile una vez que "Horacio" quede confirmado como sucesor de "Mauricio" en el cargo. Justo el lunes arranca la campaña en radio y televisión en la que la publicidad macrista tendrá como misión darle a su candidato presidencial todo lo que le falta: simpatía, calidez, popularidad. Con un sistema electoral en el que las primarias funcionan como si fuera una primera vuelta, el objetivo es achicar todo lo posible la diferencia con Scioli.
Como opositor mejor posicionado y con chances, entonces, sumar todo el voto antikirchnerista en la elección general de octubre. Desde el PRO ya difundieron encuestas que muestran a Macri ganando en segunda vuelta: "No sé si son muy ciertas, pero si nos va bien en las PASO, pueden volverse reales", se sinceraba un dirigente macrista.
El círculo rojo, qué duda cabe, hará todo lo posible para que eso se cumpla.