A partir de los resultados de ayer a Mauricio Macri le costará mucho sostener como principal frase de campaña que "la gente quiere un cambio". Las tres provincias que eligieron gobernador votaron oficialismo. Y de once distritos que ya definieron el rumbo del Ejecutivo para los próximos cuatro años, nueve votaron oficialismo. Claramente, en el país se vota continuidad.
Argentina está repitiendo la performance de los oficialismos regionales: Uruguay, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela. En todos los países en la que la centro izquierda tomó el poder en la última década, los gobiernos revalidan títulos. Los triunfos provinciales locales confirman esa tendencia. Cuando los pueblos viven razonablemente bien, no cambian.
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Por el contrario, en la agitada Europa, el poder cambia de color en cada elección. Los pueblos buscan una alternativa que los saque de los continuos ajustes, la herramienta preferida de un neoliberalismo que gobierna desde las entrañas del poder económico sea cual fuere el gobierno de turno.
En los últimos dos meses, por indicación de Jaime Durán Barba, las principales espadas del PRO repiten la palabra cambio no menos de dos veces por minuto. Anoche, en su discurso posterior al triunfo de Rodríguez Larreta, Macri no utilizó la gastada muletilla. La pregunta es cuál va a ser la propuesta del PRO para octubre después de que la realidad le demostrara de manera concluyente que "la gente" quiere continuidad.