En esta primera semana de mayo de 2019, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil y el mayor aliado político de Mauricio Macri en la región, tuvo que cancelar su viaje a Nueva York para participar de una cena de gala organizada por la Cámara de Comercio Brasil-EEUU, en medio de un escándalo más causado por sus declaraciones y actitudes racistas y homofóbicas. Bolsonaro iba a ser homenajeado y nombrado personalidad del año por este organismo. El acto acontecería primeramente en el Museo de Historia Natural de Nueva York, pero la institución se negó a albergar al presidente debido a las protestas de activistas, de políticos y de la sociedad civil americana. El Hotel New York Marriot Maquis aceptó entonces acoger la ceremonia, pero las presiones comenzaron a aumentar, y fue el propio senador Brad Holyman quien inició una campaña de sabotaje que finalizó con el propio alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, manifestando públicamente su repudio a la llegada del político brasilero a su ciudad, y su deseo de que la ceremonia no sea realizada.
Bolsonaro, quien ya manifestó su apoyo a una eventual candidatura de Mauricio Macri, y de quién es admirador en cuestiones de política económica y política en general, suma un episodio bochornoso más en su corta trayectoria como primer mandatario de Brasil. Este mismo año, el ex diputado por Rio de Janeiro, Jean Wyllys, renunció a su tercer mandato en la cámara federal debido a las crecientes amenazas de muerte en torno de su persona por los fanáticos seguidores de Bolsonaro. Hay que recordar que Jean Wyllys protagonizó un escándalo cuando Bolsonaro le grito “bicha” (puto) durante la votación por el impeachment de Dilma Roussef. Wyllys, primer diputado de Brasil declarado homosexual, estaba dando su discurso de “No” al impeachment cuando Bolsonaro y un grupo de asistentes lo insultaba por su opción sexual. Acabó escupiendo en quién era su colega de cámara.
Pero la cosa no queda por ahí. En su visita a Chile, Bolsonaro fue repudiado por grupos civiles, estudiantiles y políticos. El presidente de Brasil manifestó varias veces que pensaba que la dictadura de Pinochet tendría que haber matado a más personas de las que mató. Se declaró favorable a todas las privatizaciones y los excesos del proceso pinochetista, afirmando una vez más, que también era favorable a que el estado aplicase la tortura y la desaparición de personas para revertir el ascenso de lo que él llama el “comunismo internacional” en el país. Los presidentes del Senado, Jaime Quintana, y de la Cámara de Diputados, Iván Flores, dos de las más altas autoridades políticas de Chile, anunciaron que no asistirían al almuerzo de 90 invitados en su honor que se realizó en el Palacio Presidencial de la Moneda, edificio donde el presidente democrático Salvador Allende fue asesinado por las fuerzas al comando de Augusto Pinochet, el 11 de Setiembre de 1973.
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El hijo de Bolsonaro, Flávio Bolsonaro, quién acompañaba la comitiva, y que está envuelto en uno de los casos de corrupción más destacados de los últimos tiempos, dijo que esas protestas eras realizadas por comunistas que le estaban haciendo propaganda gratis al padre. Aprovechó la ocasión para insinuar que había que intervenir militarmente Venezuela, que no importaban los costos humanos que esto podría implicar.
Claro está, estos tres episodios puntuales son los picos de la montaña rusa que Bolsonaro viene orquestando como presidente en estos primeros cinco meses. Todos los días, la sociedad brasilera se encuentra con algún disparate que sale del twiter o de la boca del mandatario. Recientemente, también escribió en twitter que “Brasil no puede ser el país del turismo gay, tenemos familias. Quien quiera venir aquí a tener sexo con mujeres, puede hacerlo a voluntad”. El carácter increíble de machismo retrógrado de está afirmación, activó la furia de todos los sectores de la oposición, de las mujeres, de los grupos LGBTQY+, e incluso de empresas privadas de turismo que se manifestaron contra este tipo de estereotipación y declaraciones misóginas y homofóbicas. Sin perder el tiempo, Bolsonaro se encargó también de vetar por decreto un comercial de TV del Banco de Brasil que trataba de representar a todos los grupos étnicos, sociales y de género que existen en Brasil. Hasta la cadena internacional, Burguer King, reaccionó en su contra.
Slavoj Zizêk dice que estamos pasando por un nuevo período de apartheid, organizado por está nueva y vigorosa derecha que poco se importa por las consecuencias que pueden tener sus discursos explosivos y alienadores. Recordemos que antes del lavaje marquetinero que le hicieron a Macri para llegar a la presidencia, el actual presidente de Argentina nos tenía acostumbrados también a declaraciones machistas, homofóbicas y misóginas. “A todas las mujeres les gusta que les digan que tienen un buen culo”, dijo alguna vez. También, es de antología su afirmación de que la homosexualidad era un problema psicológico que debía ser tratado. Como presidente, Mauricio Macri será recordado para siempre por derogar la ley de medios audiovisuales, votada por el Congreso nacional, de una manera autoritaria como pocas veces se vio en la historia del país.
Es responsable por mandar a cerrar una institución creada a partir de mecanismos democráticos, como lo fue el AFSCA con las fuerzas policiales de por medio. Durante su presidencia se reprimieron salvajemente todas las manifestaciones realizadas, incluyendo las de los jubilados, la de los maestros y la de un grupo de verduleros (esta última fue reprimida por orden de Larreta, discípulo de Macri y jefe de gobierno por el PRO, partido político del presidente)
¿Cuando Macri y Bolsonaro hablan de querer terminar con la “dictadura” en Venezuela, de que están hablando? ¿Que tipo de democracia pueden ofrecer estos dos políticos tan incapaces de tolerar las pluralidades dentro de sus propios países? La paradoja de la intolerancia dice que una tolerancia ilimitada nos puede conducir a la desaparición de la tolerancia, cuando extendemos esta a quienes predican el autoritarismo y la segregación. Durante la presidencia de Macri, la persecución judicial y periodística a sus mayores adversarios políticos fue casi indiscriminada. ¿Cómo reaccionaría Macri y el grupo Clarín si un hipotético próximo gobierno restaurase la Ley de Medios por decreto? ¿Cuál sería la reacción del PRO si una vez que ya no sean gobierno, una marcha del campo o algún sector aliado fuese reprimida como ellos lo hicieron con todas las que protestaron contra su gobierno?
Durante más de veinte años Jair Bolsonaro no tuvo reparos en realizar declaraciones a favor de la tortura y el asesinato político. La consecuencia de esto es su ascensión a la presidencia que ya le está costando a Brasil la suba en todos los indicadores de violencia de género, feminicidios, homofobia y transfobia. Una sociedad que de un día para el otro se tornó un campo de batalla peligrosísimo para manifestar posicionamientos políticos, con varios casos en que los fanáticos del nuevo presidente agreden con armas de fuego a personas que piensas diferente. Es la paradoja de Karl Popper que dice que la intolerancia está creciendo como consecuencia de que estamos practicando la tolerancia de forma indiscriminada. Nueva York ya dio una lección de como se debe tratar a un fascista. Si queremos realmente retornar a los estados democráticos puros, en que todos los actores sociales se sientan respetados, debemos comenzar a practicar también un poco de intolerancia con los intolerantes.