Las Madres de la Democracia

Las Madres de la Democracia son madres que han sufrido la desaparición o el asesinato de una hija o un hijo, a manos del Estado, en democracia. Es urgente que morir en democracia no valga menos que morir en dictadura. Y que este colectivo invencible emerja, tome una identidad, y marque el rumbo.

20 de noviembre, 2019 | 15.46

Lo que no se nombra no existe, de modo que necesitamos nombrarlas. Es urgente que este colectivo tenga un nombre, y en la medida de lo posible un símbolo, que nos ayude a reconocerlas, identificarlas, y darles siempre el lugar que les corresponde.

Los símbolos son elementos de un formidable poder comunicacional. Quizá no conocemos los nombres y rostros de todas las Madres de Plaza de Mayo. Pero si en cualquier acto vemos un pañuelo blanco, sabemos por instinto político y conciencia ciudadana, que ese pañuelo se sienta adelante. Que ese es su lugar histórico.

Sucede con los pañuelos verdes. Leía una vez cierta reflexión al respecto, señalaba que cuando vemos un pañuelo verde en la calle, sabemos que es una aliada, una compañera, que si de repente necesitamos su ayuda, podemos recurrir a ella porque no será indiferente.

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¿Quiénes integran el colectivo al que insisto en llamar “Las Madres de la Democracia”? Rosa Brú, Marta Ramallo, Susana Trimarco, Stella Peloso, Miriam Medina, Dolores Demonty, son las que conozco personalmente. Pero son muchísimas más. Son las Madres que han sufrido la desaparición o el asesinato de una hija o un hijo, a manos del Estado, en democracia. A manos del Estado de Derecho. Porque la dictadura terminó pero no terminaron los muertos. Hay entre ambas etapas funestas continuidades.

Las Madres de la Democracia son quienes dan cuenta de las fallas estructurales de este sistema que necesita ser revisado con urgencia, sobre todo a la luz de los fascismos que acechan América Latina. Siento, esto es a título personal, que a veces son como las madres parias. En un acto no tienen naturalmente asignado el asiento en la primera fila. A veces están juntas, a veces disgregadas. Siempre todas tienen consigo una remera, pin o cartel que muestra al hijo o a la hija que les falta. Pero creo, necesitamos el símbolo que las represente a ellas en tanto comunidad. ¿Un pañuelo azul? ¿No necesariamente un pañuelo? ¿Necesitan un color? Solo ellas pueden responder esas preguntas.

Sé, me lo dijo Susana Trimarco, que fue un gran empuje para que se aglutinaran como movimiento, el trabajo de Néstor Kirchner, en el marco de la Oficina Anticorrupción. Se les dio a los familiares de chicos y chicas que habían desaparecido, un espacio para que pudieran trabajar: computadora, impresora, teléfono, internet. Ese espacio físico les permitió conocerse.

Me pregunto si ellas desean integrar un movimiento claro, identificable, con un nombre, con un símbolo, quizá con un espacio físico a donde poder encontrarlas. Está naciendo en Argentina un nuevo tiempo político, y si hablamos sobre deudas de la democracia, la madre de las deudas es seguir hablando de lxs 30.000, pero sumarle a esto con claridad y contundencia, las muertes que vinieron después. Sobre todo para que empiecen a cesar.

¿De cuántas Madres estamos hablando? ¿De cuántas víctimas? Sería propicio para el inconsciente colectivo, que esta cifra esté al alcance de la mano, que sea fácil de evocar, y que no duerma el sueño de los justos en algún índice estatal o en algún informe del CONICET. Que salga a la calle, que se haga bandera. Urge que morir en democracia no valga menos que morir en dictadura. Y que este colectivo invencible emerja, tome una identidad, y marque el rumbo.