En 1919, acabada la Primera Guerra Mundial, se firmó el Tratado de Versalles y el economista británico John Maynard Keynes escribiría una de sus obras más importantes. En Las consecuencias económicas de la paz, Keynes expone sus críticas a las condiciones impuestas a Alemania en el tratado, delineando un principio básico: si se le impide a un país recuperar su industria y crecer, no puede hacer frente al repago de su deuda externa. De hecho, la peor consecuencia que sufrió Alemania, Europa y el mundo, superó la esfera de lo económico y fue el surgimiento del nazismo.
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A diferencia del Tratado de Versalles, y con la experiencia latente de la gran depresión en 1929 y el New Deal de Roosevelt, la salida de la Segunda Guerra Mundial contempló la necesidad de fomentar el crecimiento económico. El mismo Keynes fue uno de los artífices de la reconfiguración el sistema financiero internacional. En 1944 se firmaban los acuerdos de Bretton Woods, que dieron origen al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (FMI) y le permitieron al mundo occidental vivir un período que en términos generales fue de crecimiento y consolidación de los estados del bienestar, gracias al control de los mercados de capitales y a una política cambiaria coordinada entre los países.
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Con la caída del sistema de Bretton Woods, en 1971, apareció la globalización financiera, y el FMI pasó de ser una institución orientada a dar estabilidad cambiaria, a ser una herramienta de expansión de una nueva forma de Estado: la neoliberal. América Latina conoció esta historia y accedió al financiamiento del organismo multilateral de la mano de la apertura comercial, la desregulación financiera, y una miopía ideológica que identifica al déficit fiscal (que el Estado gaste más de lo que ingresa) como el principal desequilibrio económico.
Es cierto, Argentina no es la Alemania después de la Primera Guerra, ni tampoco el FMI son los aliados de ese momento. Pero parece fundamental advertir sobre las consecuencias económicas del acuerdo que se está negociando para nuestro país a mediano y largo plazo.
Cabe recordar que el rescate del FMI se está negociando como consecuencia de un modelo económico totalmente insustentable. La irresponsable política de apertura comercial, quita de retenciones, desregulación del sistema financiero, y endeudamiento externo para financiar la fuga de capitales, el mal llamado gradualismo, nos llevó a exponer a nuestro país a cualquier vaivén de la economía global: cuando Argentina no pudo volver a colocar deuda en el mercado privado para continuar financiando la fiesta, tuvo que acudir al FMI.
De hecho, el propio informe del FMI de diciembre del 2017, realizado en virtud del artículo cuatro, advertía sobre la corrida cambiaria que vivió nuestro país en las últimas semanas. El fondo habla de la trampa del gradualismo fiscal, ya que cualquier shock en la económica global puede dañar la situación financiera de Argentina, dada las vulnerabilidades asociadas al alto nivel de deuda externa en dólares.
Ahora bien, el stand-by de 20 o 30 mil millones de dólares que negocia el Gobierno en estos momentos, podría significar consecuencias económicas negativas para nuestro país a mediano y largo plazo, por más que a corto conlleve (como todos esperamos) la calma del mercado financiero y cambiario.
Los stand-by se caracterizan por ser préstamos condicionados al cumplimiento de una serie de condiciones delineadas en un memorándum de entendimiento (MoU por sus siglas en inglés). En otras palabras, de no conseguirse determinadas metas de reducción del déficit fiscal o metas de inflación, el FMI puede negarse a desembolsar o refinanciar el monto otorgado.
Al igual que el equipo económico del gobierno argentino, el FMI se encuentra en un bloqueo ideológico por el que considera que el principal desequilibrio macroeconómico de la Argentina es el déficit fiscal y la inflación. Este bloqueo, les impide ver el verdadero talón de Aquiles de la economía de nuestro país: el frente externo. Argentina no emite dólares, los debe generar genuinamente exportando o debe substituir el gasto de dólares que realiza. El modelo económico de Cambiemos nos llevo a niveles récord de déficit por cuenta corriente, financiado gracias a la deuda externa, pero sin que esto comporte una mejora de las condiciones productivas, por lo que nadie se encuentra pensando en como crecer para generar los dólares genuinos para el repago de la deuda externa. Este endeudamiento agrava la posición fiscal del gobierno, por más que se devalúe debido al repago de los servicios de deuda en dólares. Por otro lado, dada la estructura productiva y que somos exportadores de alimentos, las devaluaciones del peso se trasladan a los precios.
Por tanto, la principal consecuencia económica del stand-by ya la sabemos: consolidar el bloqueo ideológico del gobierno, quien sostiene que la única alternativa a los desequilibrios macroeconómicos es el ajuste fiscal y una política monetaria más restrictiva (tasas de intereses más altas). Al no entender que el verdadero problema del país es el frente externo, este mix de política de Cambiemos-FMI conllevara una política económica restrictiva de menor crecimiento.
A su vez, considerando el comportamiento reciente del FMI en Grecia y de los mismos informes del FMI sobre Argentina, podemos inferir una serie de condiciones que MoU seguramente incluya. En último informe del FMI se recomendaban ya cuatro grandes objetivos: (1) reducir el tamaño del sector público, (2) devaluar y endeudarse para mantener la inflación baja, (3) flexibilizar el mercado laboral y reducir la presión tributaria, y (4) reducir aranceles a la importación.
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Respecto al primer punto el informe indica literalmente “es esencial reducir el gasto público, sobre todo en los ámbitos en que dicho gasto ha aumentado rápidamente en los últimos años, en particular salarios, pensiones y transferencias sociales.” Esto implica reducir la cantidad de empleados públicos, ya que busca reducir el gasto del estado para poder bajar impuestos y conseguir equilibrar el presupuesto. A su vez sugiere reducir los gastos del estado en compra de bienes y servicios a los niveles del 2006, lo que deja en entrelíneas la posible privatización de empresas estatales.
¿Proteger a quienes menos tienen? El FMI sugiere reducir prestaciones sociales, realizando un mejor “targetting”, es decir, eliminar la universalidad de algunos derecho, y limitar el programa de la asignación universal por hijo para quienes ingresen menos del 50% del salario mínimo. Respecto al sistema de jubilaciones y pensiones, el objetivo del fondo es un sistema mixto que permita la coexistencia del sistema público con un sistema privado de capitalización, es decir, la reaparición de las famosas AFJP.
En cuanto a la necesidad de mantener la inflación baja sugiere endeudarse y mantener altas tasas de interés. De hecho, en el FMI reconocen que el Banco Central (BCRA) quizás se vea obligado a seguir vendiendo las reservas internacionales a fin de reducir la inflación.
El FMI indicaba que dadas las reformas laborales en Brasil “obligan a Argentina a modernizarse de manera urgente”, ya que según ellos los problemas son: los costos de despido, la incapacidad de realizar despidos masivos, la dificultad para realizar contratos temporales, y que la negociación colectiva cubra el 70% de los asalariados registrados.
En definitiva, estamos en las puertas de un nuevo ajuste, pero lo mas grave es que las consecuencias económicas del stand-by serán de mediano y largo plazo, al no proponer un trayecto de crecimiento económico, de industria, de generación de ocupación. En estos días nos estamos jugando el sueño de convertirnos en un país desarrollado.