Desde el inicio de su gobierno era costumbre ver a María Eugenia Vidal exhibiendo su rostro distendido y comprensivo por los medios de comunicación, explicando su gestión a través de un conjunto de anécdotas que revelaban buenas intenciones y voluntad, ante la mirada complaciente de su interlocutor de turno. Sin embargo, a partir del despliegue de la crisis provocada por las políticas del gobierno nacional que integra, la gobernadora ha cambiado la puesta en escena y presenta ante cámaras una imagen de preocupación y condolencia por la suerte de los bonaerenses golpeados por las políticas de su propio gobierno.
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Esta Vidal doliente anticipa la gravedad y profundidad del colapso económico y social en el que Cambiemos sumergió al país, pero también un intento de conjurar sus efectos desde lo simbólico antes que lo concreto, en una actitud no exenta de hipocresía, que fue desnudada por el discurso de la Iglesia en el último encuentro pastoral de Mar del Plata. La gobernadora Vidal no puede escapar en su responsabilidad a las consecuencias de las políticas nacionales que acompañó en estos dos años y medio. Lo más grave es que es consciente de que su propia incapacidad de gestión la llevó a dilapidar los ingentes recursos que recibió en este período y que, en el presente, le serían muy valiosos para presentar un programa contracíclico al rumbo general.
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Desde esta columna se señaló que la gobernadora vio acrecentar sus recursos disponibles en un 43,7% en 2016, pasando de $ 274.304 millones en 2015 a $ 394.097 millones, y en un 43,2% en 2017 (alcanzando a $ 564.505 millones). Ningún gobernador de la Provincia de Buenos Aires pudo ver duplicado su presupuesto en apenas un bienio, como ha ocurrido con Vidal. Sin embargo, en la actualidad no puede cerrar el conflicto docente, soporta tensiones por recortes presupuestarios en todas las áreas del Estado, apenas si puede usar al Grupo Banco Provincia como auxilio de las pequeñas y medianas empresas -en un contexto donde la tasa de interés para financiar capital de trabajo supera el 70%- y, lo más grave, tiene por delante la perspectiva de recibir dentro de su órbita a las empresas distribuidoras eléctricas del área metropolitana, la efectora de agua y el transporte. Es decir que, por presión de los gobernadores peronistas, Macri decidió que “Mariú” y su socio porteño se conviertan en los responsables de la política tarifaria de servicios públicos en el área más densamente poblada del país.
Como si estos males no fueran suficientes, el otro problema que se cierne sobre la gobernación es el desmedido endeudamiento contraído por el Estado de la Provincia de Buenos Aires en los últimos dos años. El excelente trabajo “Buenos Aires más endeudada” (Informe N° 59), elaborado por el senador provincial Juan Manuel Pignocco y su equipo, da cuenta del complicado cuadro que presenta el volumen de deuda provincial, situando al mismo en niveles similares a los existentes en los momentos previos a la crisis del año 2001. La deuda en pesos entre el 31 de diciembre de 2015 y el 30 de junio de 2018 se elevó en un 217%, pasando de $ 122.085 millones a $ 387.350 millones. Es particularmente gravoso el stock de deuda en dólares de u$s 13.421 millones al 30 de junio de este año, que conforme refiere el trabajo citado se habría incrementado un 43% desde 2015, creciendo de u$s 9.362 millones a u$s 13.421 millones. Esto expone al presupuesto provincial a sufrir los impactos provocados por la devaluación.
La cara compungida de Vidal ante las luminarias y los flashes no puede esconder el desmadre que ha ocasionado en las finanzas públicas de la Provincia. La gobernadora contó con recursos como ningún otro mandatario. Sin embargo, ante este difícil segundo semestre, el Estado provincial es incapaz de sostener una política que atenúe las consecuencias de la recesión en curso, sino que, por el contrario, se encamina a un quiebre fiscal de magnitud.
La gobernadora es la única responsable del deterioro de los sistemas sanitario y de educación bonaerenses, de la falta de políticas fiscales y financieras de estímulo de la producción y de la financiación del capital de trabajo, que derivarán en una ruptura de las cadenas de abastecimiento y pago de la Provincia. También del freno de las obras distritales y de la caída del sistema de cobertura social en las zonas más humildes y, próximamente, de los tarifazos en los servicios de energía, transporte y agua.
“Mariú” chocó el triciclo a mitad de mandato. Ahora es tarde para lágrimas.