Se tensó, se tensó, y un día se empezó a aflojar. La relación entre Miguel Lifschitz y Omar Perotti no fue la mejor ni antes, ni durante, ni luego del cambio de mando de la gobernación santafesina. Tras una transición llena de cruces, y un comienzo de gestión plagado de críticas a la supuesta herencia recibida, el socialista se alió con una porción díscola del PJ para meterle zancadillas legislativas y condicionar la sanción de un presupuesto ajeno.
Luego, sobre final del año, impuso su mayoría en Diputados para bajarle el proyecto de emergencia social, en seguridad y económica que venía con media sanción de Senadores, justo cuando Perotti había logrado reagrupar a la propia tropa. Pero enero comenzó muy caliente en Rosario, con una ola de violencia que apiló una media de un homicidio por día en los primeros 20, y mientras el ministro de Seguridad Marcelo Saín comenzaba a repartir acusaciones contra los fiscales que se toman vacaciones y la Legislatura que no le aprueba los fondos necesarios para paliar la situación, el escenario obligó a recalcular las estrategias.
Mantén el movimiento
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Así, todas las fuerzas tuvieron que amontonar una sucesión casi coreografiada de gestualidades y posicionamientos que, por momentos, hasta se vieron algo impostados. A comienzos de semana, la centroizquierda le marcó la cancha al exgobernador requiriendo que se convoque para el jueves a una sesión especial para tratar las emergencias. Rápido de reflejos, Lifschitz decidió crear un día antes un acontecimiento político y despabiló a los diputados convocando a una reunión de la Comisión de Seguridad: fueron 34 de 50 (el del Frente Progresista tiene 28), en su mayoría los mismos que le habían sacado tarjeta roja al expediente en diciembre.
Allí, junto a su ex ministro de Seguridad y hoy legislador UCR Maximiliano Pullaro (el radicalismo también hilvanó su propia reunión en Santa Fe), expresó el compromiso institucional de tratar dos de las tres leyes que el PJ enviará por separado al recinto, anulando la discusión sobre la emergencia económica porque sería darle la razón a las quejas del nuevo gobierno. Es decir: dejó la puerta entreabierta para una aprobación, que seguramente estará llena de peros y modificaciones.
Mientras tanto, Saín se juntó en Rosario con dirigentes el peronismo, y la centroizquierda y el Frente de Todos contestaban con otro hecho político: una jornada de debate con participación de todas las fuerzas (UCR, socialismo y Cambiemos) sobre la crisis de la seguridad pública que sufre la provincia. Bajo el nombre “Mafias o democracia” se desarrolló en el Concejo Municipal, con participación de la comunidad civil organizada y con representantes de los tres poderes del Estado, entre ellos el intendente Pablo Javkin (de pasado radical en el ARI) y el fiscal general provincial Jorge Baclini. El mismo día, Seguridad se anotaba una cucarda al atrapar a “Teletubi” Acosta, un sicario que la policía había dejado huir de un edificio judicial a días del cambió de gestión.
El ojo blindado
Pero los chisporroteos no se detuvieron: mientras las carteras más políticas (como Gobierno) negocian en la Legislatura un acuerdo con la oposición para darle forma a algún proyecto de ley que pueda contar con la venia de una mayoría, el ministro de Seguridad sigue castigando al socialismo, pegándole duro abajo del cinturón con tono socarrón y ribetes humorísticos.
El jueves, en una conferencia de prensa en Reconquista, el doctor en sociología se explayó sobre los “enormes problemas” que le dejó el socialismo tras 12 años de gobierno, en términos de “infraestructura y medios”. Según Saín, el ministerio que conduce "gestionaba a ciegas porque no había un mapa delictivo". Picante, largó otra de sus conocidas chicanas: "El famoso OJO (el centro de videomonitoreo de Rosario) estaba tuerto, era el de Mr. Magoo”, dijo en referencia a la vieja caricatura del anciano casi ciego que puede confundir –casualmente- un semáforo con un policía.
El frentismo reaccionó con furia y hartazgo. "Mientras un ministro (Esteban Borgonovo) nos llama a dialogar, el otro nos ataca. Es bastante complejo dialogar en el marco de acusaciones que no tienen asidero. No se debe mezclar la seguridad pública con cuestiones partidistas”, le dijo a El Destape el diputado provincial del radicalismo, Juan Cruz Cándido. En la semana, el titular de la cartera de Gobierno recibió a referentes de fuerzas opositoras e intendentes de todos los colores políticos para analizar propuestas en seguridad y marcó que se está cerca de un acuerdo.
Resistiré
Pasando en limpio: Saín vino a Santa Fe a hacer una reforma policial. Y Perotti lo confirma esperando que todo se ordene cuando la policía deje de oponer resistencia, por acción u omisión. A esta altura está claro que el ministro tiene cuerda por dos motivos: el fuerte respaldo nacional a su gestión (Sabina Frederic es incluso del mismo grupo proveniente de la Universidad de Quilmes) y la ausencia por ahora de "muertes blancas".
Se trata de aquellas ocurridas en ocasión de robo, en zonas céntricas, con varones caucásicos de clase media o media-alta, como sucedió en Rafaela con el joven Gonzalo Glaría, fallecido tras chocar por perseguir a dos ladrones en moto. Esas son las víctimas que terminan con marchas que tienen un alto costo político y puede hacer tambalear a un funcionario, como sucedió con la movilización Rosario Sangra de 2016.
Porque lo cierto es que el hecho de sangre del Casino City Center, un asesinato “al voleo” en un lugar público de un gerente de banco producto de un intento de intimidación, más operaciones con audios virales de WhatsApp que advierten sobre supuestos futuros tiroteos en zonas de diversión de la noche rosarina que nunca suceden, hacen sentir al ciudadano rosarino que las balas empiezan a pegar cada vez más cerca. Lo que se llama en la jerga “calentar la calle”, que por sus características socioculturales, en la Chicago argentina es más sencillo que en otros lugares. Porque como dijo a este cronista una alta fuente del gobierno provincial: “En Rosario todo se define a los tiros”.