Por Pedro Brieger
Exclusivo El Destape
El contundente triunfo electoral de Syriza en Grecia ha provocado un verdadero terremoto en Europa donde por primera vez después la creación de la Unión Europea y la zona euro, accede al gobierno un partido que se identifica abiertamente con la izquierda radical muy lejos de los postulados de los partidos socialistas europeos. Ya en 2012 Syriza estuvo a punto de ganar, pero la estrategia del "miedo" instalada por los partidos de derecha funcionó. Dos años más de ajuste impuestos por la famosa "troika" -conformada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea- volcaron a la mayoría de los griegos hacia Syriza.
"Fue como un dique de contención que se rompió" me explicó en Atenas un dirigente de Syriza la víspera de las elecciones. Dicho y hecho; miles de votantes de otros partidos, incluidos de la derecha, fluyeron hacia Syriza para darle por primera vez un voto de confianza a Alexis Tsipras, el nuevo primer ministro griego. Como Syriza no consiguió la mayoría absoluta sumó al gobierno al partido ANEL -conocido como los Griegos Independientes, un partido de derecha- porque los une la oposición a la "troika, a pesar de las profundas diferencias que existen entre ellos en lo que respecta a temas sociales
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker dijo de Tsipras que "no sabe de lo que habla. Es como un estudiante de medicina de primer año que ya quiere operar a corazón abierto" (El País, Madrid, 12.02.15) Es falaz que Tsipras pretenda "operar a corazón abierto", lo que el primer ministro griego no quiere son los consejos de un médico insensible que perdió su licencia después de matar a numerosos pacientes por utilizar las "recetas" que han fracasado una y otra vez y propone seguir con sus métodos como si los pacientes no fueran seres humanos.
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Tsipras hereda un país quebrado con un deterioro social que muchos han comparado con la Argentina de los años 2000-2001 y proclama a los cuatro vientos que ha llegado el día de la esperanza. En Grecia hay confianza en el joven primer ministro. Saben que las tareas son gigantescas, pero le creen, lo que parece un buen punto de partida.