Todos te dicen: "Hay que comer verduras. Es lo más sano". Sí, claro. Pero cuando ves el precio de las verduras, podés ir a parar al hospital con un infarto de bolsillo y miocardio. Y siempre ponen la misma excusa: "Es un precio estacional". ¿Qué significa que el precio se estaciona en un valor del que no se mueve nunca más?
"Hay que comer verdes", dicen los nutricionistas. Con la lechuga a 35 pesos el kilo, te sale más barata una ensalada de billetes de un dólar que una ensalada mixta. La lechuga mantecosa la he visto hasta a 40 pesos el kilo. ¿Y si en lugar de manteca le ponen margarina? No podés comprar ni un pepino... Está tan cara la verdura, que el otro día vi un capítulo de Popeye en el que en lugar de espinacas, se bajaba un plato de polenta, y sin tuco, para no ponerle tomate o cebolla.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Además, la lechuga es la demostración de una teoría que sostengo hace rato: La naturaleza no es tan sabia como la pintan. Porque la lechuga es un vegetal de invierno, no es de verano. ¡Un absurdo! ¿Cuándo querés comer livianito, una ensalada bien fresca? ¡En verano! Y no sé ustedes, pero todos esos engendros modernos como ensalada de zanahoria y huevo duro, ensalada de endivias con tomates secos... esas cosas no son ensaladas: son rejuntes de elementos que no conforman una ensalada.
Una ensalada tiene que tener, por lo menos, lechuga. Y fíjate qué paradoja: ¿cómo es posible que la lechuga cueste un huevo, cuando la docena de huevos está a la mitad que un kilo de lechuga? Para colmo ahora hay un montón de variedades de lechugas: tenés la capuchina, que tenés que hacerte monje para poder pagarla. La morada, que te da calor el precio o la francesa, que te sale más cara que una amiga de Strauss Khan.
Pero todas las verduras están caras: los repollitos de Bruselas cotizan en euros. Digo yo: Si en lugar de Bruselas los trajeran de más cerca, como de González Catán, ¿no serían más baratos? Y encima, comprás verduras y pasan dos cosas terribles: una, te las tenés que pasar lavando, porque debe ser de las únicas cosas que la gente compra sucias.
A nadie se le ocurriría comprar un libro roñoso o una milanesa con tierra. En cambio las verduras se venden sucias. ¡Y dan un laburo! Las chauchas las tenés que lavar, sacarles una por una la fibra esa que tienen, el cabito... y salen como 10 pesos el cuarto. Por esa plata me la tendrían que vender saltada con jamón y dármela de comer en la boca.
Si tenés que lavar berro, acelga o espinaca... necesitás tanta agua como para darle una ducha a Dumbo. Y ni hablar de los puerros... tienen más tierra que Grobocopatel. Yo creo que el gobierno debería cambiar su política de imprimir billetes con animalitos. Debería imprimir imágenes de lechugas, rúculas, radichetas... asi la gente entendería el verdadero valor del dinero.
Lo que cuesta entender es cómo en el país del maíz y del morfi, todo salga un choclo... Pero a no quejarse. Que se ve que comer verduras hace bien, te fortalece. Fijate que el año pasado tenía que hacer un esfuerzo bárbaro para cargar con 200 pesos de verduras. Este año, las llevo con el meñique.