Elecciones 2019: la transición

El resultado de las PASO abrió un nuevo escenario de acá al 10 de diciembre. 

16 de agosto, 2019 | 07.15

Argentina ha empezado una transición muy original, que se pone en marcha antes de que se produzca la elección del nuevo presidente. Es una posibilidad que estaba latente con las primarias abiertas pero nunca fue políticamente advertida. Igual puede hablarse de transición desde ahora porque las probabilidades de que no sea Alberto Fernández el nuevo presidente son cercanas a cero.

        Esta es una transición muy complicada porque entraña el retorno, más o menos transformado, de una fuerza política que gobernó antes que Macri y que fue, además, el centro de todos los ataques políticos del presidente durante lo que va de su gestión. La última de las agresiones pasará a la historia como una de las más groseras y cipayas de la historia: el presidente acusó a los seguidores de su probable sucesor de la crisis como responsable de la corrida cambiaria que se estaba produciendo en las primeras horas posteriores al escrutinio; le dijo a sus compatriotas que para que fuerzas extranjeras no nos ataquen, había que pensar y votar igual que ellas. Claro, esa situación no fue extraña. Sucede con mucha frecuencia cuando al presidente le toca hablar y no ha sido suficientemente entrenado respecto de lo que va a decir. Pero más allá de eso, el hecho es que Macri pensó aquel discurso en términos de campaña electoral. En realidad, todos los movimientos de Macri son electorales, peor aún, son publicitarios. El equipo gobernante estuvo convencido todo este tiempo de que su principal función no era gobernar sino convencer a los consumidores de las bondades de su marca. Todos los días de todos los años son electorales para la muchachada de Durán Barba. Entonces no es tan raro lo que hizo Macri. Eligió las palabras que mejor podían ayudarlo a él como candidato, a aprovechar lo que estaba pasando en el país con el precio del dólar. Le atribuyó la crisis al “temor de los inversores” provocado por el resultado de las primarias abiertas. Fue un razonamiento muy científico: si logro hacer creer que el mundo se aterroriza y nos destruye en el caso de que no gane yo, entonces en octubre puedo revertir la situación. El hecho de que el recurso sea infantil no invalida su uso presidencial. La idea estuvo campeando el discurso del presidente todo el tiempo: el odio o el temor al anterior gobierno fue el alma del discurso gubernamental durante todos estos años. Fue exactamente lo que se quebró en las primarias del 11 de agosto: la esperanza le ganó al miedo.

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        No será sencilla la transición y será más difícil en la medida –ciertamente probable- en que el presidente ponga la prioridad en su candidatura por sobre cualquier razón de prudencia política o compromiso democrático. De lo que ahora se trata es de asegurar que el tiempo que va desde hoy hasta el 10 de diciembre sea un tiempo de paz y orden político; no puede haber otro punto en la agenda porque la idea del probable sucesor sobre cómo debe gobernarse este país es públicamente diferente a la del actual mandatario. Esa diferencia es parte del compromiso de Alberto Fernández que fue consagrado por una amplia mayoría ciudadana en las primarias. Entre otras cosas, habrá que tener en cuenta que la economía del país no la dirige en la práctica el gobierno sino el Fondo Monetario Internacional quien la asumió a pedido del gobierno argentino. ¿Formarían parte las autoridades del fondo de las conversaciones de “transición”?

        El presidente no tendrá –de aquí a octubre- demasiados incentivos para protagonizar una transición con quien será su adversario electoral. Si Macri conversa amigablemente con Alberto, será difícil una campaña publicitaria-electoral que tiene su eje, según fue públicamente reconocido, en el miedo. Para el candidato del frente de todos tampoco será una cuestión sencilla: ¿cuál es el límite entre conversaciones para mantener el orden político y compromiso con las políticas que ejecute el gobierno? Las primeras constituyen un compromiso democrático, pero cómo distinguirlas del apoyo a un gobierno que acaba de ser vapuleado en las urnas.

        ¿Y por qué hay que defender el orden político si los que gobiernan son ellos, y ellos son los responsables del desquicio? No se trata de una cuestión moral sino de prudencia e inteligencia política, el caos cuesta mucho sufrimiento al pueblo y debilita seriamente a la nación en su conjunto. Los herederos ideológicos de la libertadora han acuñado una mitología, o más precisamente una mentira: consiste en que los peronistas nunca permiten el final pacífico de un gobierno adversario. Con esa original interpretación histórica fue el peronismo el responsable de la crisis de 1989 y de la de 2001. Para creer la mentira alcanza con desconocer plenariamente la historia. La transición consiste en lo contrario de esa mentira, es la tarea de cuidar a la patria de este gobierno que declaró en cada uno de sus actos que la patria no le interesa. Es la forma de defender las condiciones de partida para que asuma un gobierno reparador de tanto daño social, de tanto abuso del poder, de tanta carencia de sentido nacional.