La semana pasada comentábamos en esta columna que el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, ofrecía su territorio para avanzar en las negociaciones de paz en Colombia entre el gobierno de Iván Duque y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Duque, que hizo campaña contra los acuerdos de paz en el plebiscito de 2016, antes de asumir la presidencia no rechazó de cuajo avanzar en el proceso de paz, pero puso una serie de condiciones para negociar con el ELN.
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Esta semana que pasó hubo dos hechos que se pueden vincular directa o indirectamente al ofrecimiento de Sánchez.
Por un lado, comenzó la Semana por La Paz en numerosos departamentos afectados por la violencia de militares, paramilitares y guerrillas responsables de la muerte y el desplazamiento de miles de personas. Por el otro, Pablo Beltrán, uno de los comandantes del ELN, le dio la bienvenida desde La Habana al ofrecimiento de España de sumarse a las negociaciones de paz.
El martes 4 de septiembre, el ELN anunció que iba a liberar soldados secuestrados y efectivamente el día después dejó ir a tres militares que había secuestrados hacía casi un mes. El gesto es claro. Como se cumple el plazo de 30 días que Duque estipuló para evaluar si continuaba con el proceso, el ELN —de manera unilateral— permite el regreso de algunos secuestrados sin la presencia de garantes internacionales.
Como en toda negociación existe un tira y afloje entre el Gobierno y la guerrilla. Mientras el Ejecutivo exige la liberación de todos los secuestrados, el ELN, que ha reducido de manera notable sus acciones bélicas, pretende que la mediación internacional sea un elemento clave de las conversaciones.
El presidente Duque es consciente de que no puede abandonar las negociaciones después del prestigio ganado por Colombia como país con los Acuerdos firmados con las FARC por Juan Manuel Santos. Sin embargo, gran parte de sus seguidores —como él mismo— estaban contra ese pacto. Duque ya no es un opositor. Es el presidente y tendrá que tomar una decisión: seguir negociando o intentar que el ELN se rinda, lo que implica, en el contexto actual, continuar con la violencia. Hace pocos días, Duque recibió a dos de los principales referentes de las FARC en el palacio. Todo un gesto. ¿Le estará tomando el gusto al traje de presidente de todos los colombianos?