La moral de los Mercados y sus acólitos

A la luz del Neoliberalismo, si alguna vez tuvieron moral o ética la tienen bien guardada para que no entorpezca ni quite el sueño a los hacedores de las desgracias más perversas que se cobran cientos de millones de vidas.

21 de septiembre, 2019 | 20.25

En la tercera edición de su célebre libro La Política Británica en el Río de la Plata, Raúl Scalabrini Ortiz expresaba: “La reedición me pareció importante y urgente en estos momentos -octubre de 1957- en que la habilidad británica trata de reconstruir la estructura colonial con que ha mantenido encadenada a la República Argentina durante más de un siglo, merced a la técnica de utilizar a sus personeros de sus intereses a ciudadanos argentinos secretamente comprometidos a servirlos. Este libro (…) es punto de apoyo para el conocimiento y sentimiento nacional, en la lucha que se avecina y en la que indudablemente venceremos, porque la Argentina tiene un destino trascendente y la juventud es el instrumento de ese destino”. Palabras, que hoy cobran una dimensión y vigencia de gran utilidad para interpretar lo que acontece en el país.

 

No se trata de errores

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El deterioro al que han llevado al país no es sólo en lo económico y social, sin que sea preciso un análisis menudo –que he realizado en otras notas y que con mayor precisión han desarrollado especialistas de distinto signo en cientos de publicaciones-, sino que han arrastrado a la Argentina a los niveles más bajos de que se tenga memoria en democracia, en término de institucionalidad, de republicanismo y como Nación soberana.

Nos equivocaríamos si pensáramos que tamaño derrumbe ha sido producto de un error de diagnóstico o en la selección de los instrumentos para conducir el Gobierno, puesto que la mediocridad, liviandad e impericia puesta de manifiesto por los funcionarios del “Equipazo” que acompañó al Presidente no ha sido la causa de tantos males, si bien los acentuaron.

El rumbo elegido tenía este destino de sometimiento, saqueo y miseria para el Pueblo argentino, el que fue adoptado deliberadamente y con absoluta conciencia de los efectos que generaría, con el fin del propio enriquecimiento que sería el vuelto –por cierto, nada despreciable- de las enormes ganancias para los Grupos concentrados nativos y foráneos resultantes de las transferencias de ingresos que impulsaron desde las primeras medidas dispuestas en diciembre de 2015.

El deseo de regresar al “Mundo”, que nos sigue dando la espalda como surge de la imposibilidad de acceder al crédito externo –que obligó a recurrir al FMI en el 2018- o del rechazo creciente de Estados integrantes de la Unión Europea del Tratado con el Mercosur, era para ingresar por la puerta de servicio y ubicarnos en el más bajo escalón a las órdenes de los países centrales acrecentando los desequilibrios existentes.

 

 

Un salvavidas de Plomo

 

Digna de incorporarse al realismo mágico, pero situado en una Nueva York que desnuda un Macondo pestilente, la publicación del 8 de septiembre pasado en el Wall Street Journal –diario financiero de EEUU- titulada “Un dólar para la Argentina”, sostiene que "La dolarización elimina el riesgo moral que los rescates a bancos centrales alientan en el sistema bancario”.

¿Es que los Mercados pueden hablar de moral? Más aún, los Financieros: ¿Pueden arrogarse alguna autoridad o postura ética para pontificar sobre riesgos de esa naturaleza para el Sistema Bancario? ¿Los Bancos muestran alguna preocupación de esa índole u otra que no sea la usura en desmedro de todo desarrollo virtuoso y benéfico para el país?

A la luz de lo que el Neoliberalismo en general y especialmente el de matriz financiera impone a los Pueblos del mundo subdesarrollado o –más eufemísticamente- denominado emergente, deberíamos suponer que si alguna vez tuvieron moral o ética la tienen bien guardada –o aprisionada- en una caja de seguridad, para que no entorpezca ni quite el sueño a los hacedores de las desgracias más perversas que se cobran cientos de millones de vidas por las guerras, el hambre, la contaminación del medioambiente y otras múltiples consecuencias de sus clásicas recetas para superar crisis que, ellos mismos, crean sistemáticamente para sojuzgar a los Estados.

Si nos detenemos en algunos pasajes de la publicación antes aludida, no será difícil entender cuál es el riesgo moral que los preocupa:

- “Los mercados de capitales internacionales se convierten en los prestamistas de última instancia (pero, con la dolarización) Otro beneficio es que esto sería algo prácticamente imposible de retrotraer, a diferencia de la Ley de convertibilidad con el dólar de la década del '90, que los políticos rompieron a principios de la década siguiente".

- "Tal vez no salve su presidencia (con referencia a Macri), pero le garantizaría un legado como un líder que se animó a defender los ahorros argentinos de un futuro gobierno que acecha".

El legado protector es para los grandes especuladores, para el poder hegemónico transnacional, no para los argentinos; y el gobierno futuro que los obnubila, que sienten como una acechanza, es uno que pueda sentar las bases de una política económica soberana, industrialista en contraste con la primarización impuesta por Cambiemos, que rompa el cepo del endeudamiento externo improductivo y succionador de las reservas del BCRA por la constante –y creciente- fuga de capitales, que sólo en el último mes representó la pérdida de más de 10 mil millones de dólares de las reservas existentes.

En este nuevo ciclo Neoliberal de neto sesgo financiero la Argentina fue empujada, conscientemente, a la insolvencia para afrontar un endeudamiento inédito tanto en su cuantía como en el breve lapso –menos de tres años- en que se contrajo y en los cortos plazos en que deberían cumplirse esos compromisos.

 

 

El cinismo, su única bandera –pirata-

 

El broche de oro de este ignominioso ciclo que padece la Argentina pretenden que sea la pérdida de la moneda nacional, colonizada por el signo monetario imperial del cual –como lo señalan con total impudicia- sería algo prácticamente imposible de retrotraer. Son ejemplos de ello en Latinoamérica Panamá, El Salvador y Ecuador, en este último caso no fue posible en más de doce años de un gobierno nacionalista como el de Correa.

No es la primera vez que se intenta atarnos a ese lazo colonial, como en los 90’ con el uno a uno de Cavallo –mentor de la dolarización en Ecuador- y artífice del Megacanje en nuestro país con la otra Alianza en 2001, que era el segundo paso que pergeñara para la dolarización.

Al respecto bueno es recordar que luego de la crisis terminal a que nos llevó el impune De La Rúa, y en la virtual libanización que provocó, desde esas mismas usinas del pensamiento ortodoxo se proponía poner al frente del Estado un “Administrador” técnico provisto por el FMI o el Banco Mundial, y que esa idea fue acompañada con beneplácito por un arco importante de políticos y economistas ortodoxos a los que la prensa hegemónica les brindaba grandes espacios para explayarse.

Si de memoria se trata, no es ocioso remontarnos al año 1935 cuando Gran Bretaña –generosamente, entendiendo que la generosidad empieza por casa- nos envía al inglés de apellido alemán Otto Nyemeyer como Delegado de su propio Banco Central para crear el nuestro. Sumisamente atendido por otro de sus empleados, el argentino Federico Pinedo –abuelo de su homónimo actual Senador de Cambiemos-, a la sazón Ministro de Hacienda, quien atiende y acata servilmente todos sus requerimientos.

La autonomía conferida al Banco Central argentino lo convertía en un Estado dentro del Estado, cuyos directivos eran representantes directos de la banca privada extranjera y al que se le acordaban atribuciones que la Constitución de 1853 reservaba al Congreso Nacional. Lo que lleva a Raúl Scalabrini Ortiz a decir, que al Banco Central se lo coloca por encima de la política en Argentina y mella su soberanía como Nación. Cualquier parecido con la actualidad, no es mera coincidencia.

 

El regreso de los muertos vivos

 

Reapareció el gurú ecuatoriano y con él los sofismas que caracterizan sus intervenciones, tratando de salvar la ropa propia más que la de su discípulo pródigo que, con el ropaje de candidato inviable, abandona sus responsabilidades como gobernante que, en rigor de verdad, jamás ha asumido seriamente.

En una de sus columnas dominicales en el periódico Perfil, el 15 de septiembre pasado, Durán Barba hacía gala de su desprecio por toda expresión popular y exaltaba el elitismo como única manifestación de ciudadanía.

Con aires académicos cientificistas sostenía: "Argentina se encuentra dividida en dos partes de tamaño similar que tienen actitudes distintas ante la vida, que se expresan también en la política. Los unos están más apegados al cambio y los otros más vinculados a la política tradicional (…) quienes están  relacionados con el mundo y la tecnología de manera inteligente se sienten mejor expresados por Macri y quienes tienen actitudes más arcaicas lo rechazan. Los unos quieren una Argentina integrada al mundo, los otros prefieren un país encerrado en sí mismo”.

Agregaba: “La mayoría de los que hacen piquetes y bloquean la Ciudad no saben por qué lo hacen, pero obedecen a dirigentes iluminados, que además los ayudan a satisfacer sus necesidades inmediatas. Esa es una forma de movilizar a la gente que nunca empleó el macrismo. (…) En contraste hay personas que nacieron con las nuevas comunicaciones y la red, que pusieron en crisis el estilo vertical del líder que predicaba y decía lo que se debe hacer".

La desesperada convocatoria a “caravanas” de macristas, sostenidas en cuantiosos financiamientos publicitarios e imposiciones ineludibles a empleados públicos de las Administraciones aliancistas, a pocos días de esa publicación, no parecen compadecerse con esas apreciaciones.

Pero la hipocresía es la que los caracteriza, sino como explicar que al final de su mandato el Presidente aliente lo que no hizo en todos sus años de gobierno, estando a su columna de opinión publicada en Télam el 8 de septiembre de 2019:

- "Podemos vivir en una Argentina republicana y libre. Podemos encaminar la economía y salir de décadas de altos y bajos. Podemos hacerlo diciéndonos la verdad, respetándonos unos a otros, expresándonos sin que eso traiga consecuencias".

- "Podemos seguir viviendo en un país donde no haya lugar para las mafias ni la corrupción. Podemos ser mejores, estoy convencido de eso".

Lo único rescatable de esas reflexiones es que “podemos ser mejores”, y seguramente lo seremos, después de octubre, cuando las urnas nos traigan un verdadero alivio arrojando a Macri al rincón más oscuro de la historia democrática argentina.