La sociedad argentina se encuentra conceptualmente sometida a una división binaria sustentada por la lógica de un sector minoritario con gran influencia mediática, económica y política, que busca afirmar en la conciencia colectiva la idea que esta fragmentación social no solo es natural sino también necesaria. Concretamente, han categorizado como “la grieta” a una fórmula construida bajo los vaivenes de las tensiones sociales que les ha servido para acentuar sus intereses de dominación y crear de esta forma una definición antagónica y claramente conflictiva.
En este sentido, es posible reconocer el poder simbólico de las palabras en donde “grieta” y “conflicto” se acercan, se reconocen y se fusionan para trazar una distancia considerable entre dos grupos de la población que buscan polarizar constantemente sobre aquellas problemáticas o cuestiones sociales que suelen desencadenar en discusiones intensas con pocos puntos en común. Por consiguiente, desde una mirada de las Ciencias sociales, se afirma que el conflicto que se instala en cualquier sociedad está gestado para ser reconocido y enfrentado (pero nunca negado), asumiendo que en contadas ocasiones de la vida en comunidad solo algunos de estos conflictos logran aproximarse a una resolución, pero que de cualquier manera deben ser interpretados como emergentes de todo lazo social.
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Ahora bien, también está claro que quien nomina, domina. Y allí vemos que la llamada grieta no es otra cosa que el esquema necesario para buscar legitimar, aceptar y normalizar una distribución de la riqueza ampliamente inequitativa, profundizada por las condiciones impuestas mediante las políticas neoliberales del odio y la exclusión, que han desencadenado en una lucha social de confrontación y antagonismo constante en donde sus participantes compiten solo para diferenciarse pero con el objetivo real de estar en el lado más beneficioso de la grieta.
De esta forma, el mapa discursivo sobre el que está diseñado el conflicto de la grieta argentina deja expuesto que son las relaciones de poder concentradas entre lo político, económico y mediático las que se encargan de construir el lenguaje, imponer las reglas y los objetivos para que el resto de la sociedad se apropie de ello y genere la autopercepción de que están formando parte de una unidad que los incluye. En consecuencia, la profundidad de la grieta va consolidando la noción del “nosotros” y “ellos” que termina siendo el fundamento mismo de ese conflicto, pues la distancia que separa a las partes comienza a ampliarse desde el momento en que uno de los polos no tiene bien en claro qué es lo que identifica a sus miembros y los agrupa, pero reconoce muy bien su frontera antagónica, lo que no son ni quieren ser.
Por consiguiente, se pone en funcionamiento un sistema agrietado y pensado para polarizar entre un sector social minoritario amparado en su poder ideológico y clasista que les da a sus integrantes el estatus autorreferencial de ser los verdaderos representantes del país, los que aportan el valor cultural, social y productivo; frente al otro margen de la población que es contemplado por los primeros como un “ancla social” que se aprovechan de la generosidad de sus aportes y simplemente gastan lo que ellos generan. En relación con ello, cualquier modelo de Estado regulador, intervencionista y con un mayor compromiso social no forma parte de un diseño estatal aceptado por el lado más rupturista de la grieta, ya que el carácter progresivo de las políticas tributarias que surjan de este modelo estarían pensadas como puentes de recaudación y reparto que se moverían del lado social que más tiene para aportar al que más necesita.
¿Qué es la grieta Argentina?
Sabemos que cuando hablamos de la grieta Argentina, nos referimos a esta división social que pareciera no tener un final. La expresión a la cual estamos tan acostumbrados, determina el maniqueo binario de la sociedad.
Esta división política, conocida como la grieta Argentina, inició hace más de una década. Con la llegada de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia, el país se dividió por completo. Por un lado quedaron quienes apoyaban esta postura política, y por el otro surgió el antikirchnerismo, que buscaba contraatacar a este gobierno.
Esto representó un conflicto social sin precedentes. En las reuniones más cotidianas se podía ver esta división que generó la grieta que dividiría a Argentina por más de una década.
La grieta argentina es un fenómeno político que ha estallado principalmente en los medios. Esto permitió acrecentar la división social generando este conflicto que hemos venido arrastrando desde 2008.
Aunque se puede considerar como un fenómeno visible a nivel global, la polarización política es una dinámica compleja y forma parte de la historia política de Argentina. Dos bandos siempre, unitarios contra federales, radicales contra peronistas. Esto ha continuado hasta ahora, con la subida a la presidencia de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta.
Aún con ambos del mismo lado de la grieta, se forma una alianza estratégica. La postura del presidente busca paliar esta polarización. Las elecciones ocurrieron en tiempos donde la grieta era un fenómeno masivo. La crisis económica tenía sumido al país. 2015 había marcado un declive notorio tanto a nivel económico como político. Esto tuvo un evidente impacto en la sociedad y la vida diaria de los argentinos.
Frente a una economía deprimida, una clara recesión y un deterioro social difícil de ocultar, las elecciones de 2019 cambiaron el panorama. El conjunto Fernández-Fernández ofrece una posibilidad de poner un fin a la polarización.
Tal vez estemos ante la posibilidad de poner fin a la grieta argentina. A través de un gobierno acorde con esos principios, se busca que esta famosa división desaparezca.
¿Qué representa esta unión?
Frente a esta coyuntura, el Gobierno del Frente de Todos se muestra como una coalición política que ha logrado interpretar que en la conflictividad empírica de la grieta no hay neutralidad, sino más bien una conjunción de intereses contrapuestos que responden a un puñado de actores sociales y políticos claramente influyentes en el esquema de cualquier programa de Estado. A partir de ello se percibe una relación coherente entre la postura conciliadora de Alberto Fernández como candidato y la posición actual como Presidente de la Nación que busca fomentar un acuerdo social entre aquellas agrupaciones necesarias para la construcción de su legitimidad política; tal es el caso de la Unión Industrial Argentina, la CGT, los movimientos sociales y trabajadores de la economía popular y el sector más destacado del campo, agrupado en una Mesa de Enlace que inicialmente ha mostrado sus reparos para formar parte de este compromiso solidario que gestiona el oficialismo.
¿Es posible eliminar la grieta Argentina?
En definitiva, esta nueva etapa del peronismo en el poder da cuenta de un viraje estratégico sobre cómo trabajar con la grieta. Pues si en la etapa anterior al macrismo, el plan era centrifugar hacia uno de los polos sin tomar los recaudos sobre la calidad del impacto que esta postura podía generar en el modelo político desarrollado; ahora el Gobierno que encabeza el binomio Fernández-Fernández asume como propio ese error y busca alejarse de una confrontación directa con la grieta para dar lugar a una estrategia que no excluya ni polarice y que reconozca a este conflicto como inherente a nuestra sociedad, permitiéndole al Frente de Todos establecer una posición más centrípeta con el objetivo de encauzar la diversidad de intereses y compensar las asimetrías de poder.
La grieta se ha visto acrecentada durante los últimos meses debido a la llegada del coronavirus y el establecimiento de una cuarentena en Argentina. La oposición sostiene que las medidas no fueron las más adecuadas. Sin embargo, los datos han demostrado que se logró detener la propagación de contactos en las distintas provincias.
A pesar de ser consideradas por algunos sectores como estrictas, las medidas tomadas frente a la pandemia en Argentina han sido bien vistas. Esta cuarentena extendida permitió proteger a los ciudadanos y así abrir nuevamente el movimiento social y económico del país.
La población tiene una opinión general positiva que aprueba las medidas tomadas por el presidente Alberto Fernández. Estas medidas sanitarias han permitido que se inicie la reactivación económica en los distintos sectores e industrias.
Finalmente, la reactivación económica no busca poner un fin a la cuarentena, sino proporcionar medios para levantar al país. Las medidas sanitarias siguen siendo una de las recomendaciones más recalcadas para la sociedad.
*Esteban Pastoriza es Licenciado en Ciencia Política y Técnico Periodista Universitario. Consultor y analista político de Clivajes Consultores.