El sábado 9 de marzo se estrena a las 18, en el MALBA, el documental La Feliz: continuidades de la violencia. Un viaje al lado oscuro de esa hermosa ciudad de veraneo que es Mar del Plata, y que tanta historia política cosecha.
Comenzando por el surgimiento de la CNU, brazo estudiantil de la Triple A, pasando por la Noche de las Corbatas en plena dictadura, y finalizando por los brotes de neonazismo, la cinta propone una serie de continuidades políticas y sociales para leer esa tendencia a la derecha que, desde comienzos del siglo pasado, caracteriza a MDQ (y de la que la elección del intendente de Cambiemos Carlos Arroyo no es ajena). Hilado por una serie de testimonios clave, brillantemente elegidos y entretejidos, el documental logra construir un relato que sin ser cronológico resulta claro y atractivo.
La mirada del director, Javier Diment, se hace narrativamente responsable de dos retos: la complejidad del tema que encara, y la apuesta a la interrelación entre momentos y sujetos históricos diversos y cambiantes. Ambos desafíos los desempata, paso a paso, con éxito, a partir de un acercamiento cálido a los personajes (una de las joyas de La Feliz es el testimonio directo y brutalmente sincero del líder nacionalista Carlos Pampillón). Y, también, de una dosificación exitosa de la información fáctica.
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La postura del film, sin embargo, es prístina: mientras un testimonio niega que Mar del Plata se haya convertido en un búnker para la juventud neofascista, se superponen innumerables fotografías de graffitis, pintadas y actos de vandalismo que promocionan esa ideología. Mientras Pampillón cree despacharse con una suerte de clase para tontos sobre los distintos tipos de nacionalismo, vemos videos donde aparece con amigos que realizan el saludo a Hitler.
La banalidad del mal no es sin embargo señal de que debemos tranquilizarnos. La Feliz no solo pone el ojo sobre los peligros que acechan a las (mal) llamadas minorías que residen en la ciudad costera, sino que al mismo tiempo resignifica su objeto. En el fondo, la cinta de Diment propone a Mar del Plata como una miniatura del país, por ese sencillo y sabio procedimiento que es la metonimia, la parte por el todo. Los peligros que allí acechan para la democracia no son residuos más o menos activos de un pasado que no acaba de morir, parece decirnos Diment. Son factores de riesgo constitutivos de la sociedad que con sangre, sudor y lágrimas, supimos construir. La Feliz deja en claro que la condición de vida de la democracia es que haya gente que todos los días la defienda.