“Tal vez Smartmatic sea más considerada y generosa que Indra con los gobiernos que la contratan”, confirma la Garganta.
Las PASO. Elecciones irracionales que se desarrollan en 2019 por última vez.
Dejan un conjunto de intrigas irresueltas. Chicanas olvidables. Y la sospecha preventiva del fraude, que emerge siempre como un recurso lícito de los perdedores.
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Turno banal de los candidatos, adiestrados para el ritmo agobiante hasta noviembre.
Turno de los encuestadores, multiplicados como las conjeturas. Campaña vacía. Para la elección más inútil de la historia.
Pero de pronto pasa a adquirir importancia. La estantería económica se sostiene con cinta scotch. Cualquier declaración puede voltearla.
Una semana atrás, el gobierno aceptaba la derrota por 5 o 6 puntos. Por la certeza de remontar en octubre, con la elección real.
“Pero ahora quieren ganar. Como sea”.
El “como sea” estimula el estigma de la manipulación.
“Si Alberto llega a 43 puntos, el mismo domingo va a tener que hablar como presidente de la Nación, con una bandera al lado”.
Para garantizar que Alberto, como Perón, va a cumplir. Con los acreedores, especialmente.
Carolina Mantegari
“A ver si se ponen las pilas y se les ocurre algo de una vez. Hasta ahora la campaña la hacemos nosotros”.
Comentario del superior empresario de la comunicación.
Cuatro de copas que se transformó en el temible ejecutivo.
La sugerencia fue transmitida a cierta figura inapelable del Tercer Gobierno Radical que Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, se obstina en presidir, por otros cuatro años.
Los grandes medios de comunicación sostienen la persistencia electoral del Ángel.
El propósito es evitar el retorno despreciable de La Doctora. Aunque en realidad La Doctora mantiene un relativo interés en el regreso tan temido.
Puso, como candidato, al recuperado operador, Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Para asombro de Máximo Kirchner, En el Nombre del Hijo. Súbita decepción de Felipe Solá, Cuadro del Felipismo. Severo disgusto del castigado Amado Boudou, El Descuidista.
Dos ciclos presidenciales, 150 procesamientos, dos mil pedidos de desafuero y captura.
Pero La Doctora se resiste a entregar la memoria del marido que le dejó un tendal de “muertos” diferentes. Consecuencia del estilo recaudatorio para construir poder.
La dama atraviesa una situación límite para tratar desde la literatura. Mejor que desde la política.
Como una extraña heroína de la narrativa rusa. Combinación de La Madre de Gorki con Anna Karenina de Tolstoi.
Pero con el imaginario plebeyo de Tita Merello, al entonar, por ejemplo, “Se dice de mí”.
El último tren
La inutilidad de las PASO merece tratarse, en cambio, desde el periodismo deportivo.
Un clásico monótono y parejo. Sólo sorprende la audacia, próxima al descaro, de los rivales. Las puntas de los polos.
Símbolos de la polarización pacientemente armada por los propios contrincantes. Para que ningún otro equipo les compita y contemplen el partido desde las gradas, alejados del juego del poder.
Para resignación testimonial de don Roberto Lavagna, La Esfinge, al que acompaña el desperdiciado Juan Manuel de Urtubey, El Bello Otero, quien pudo haber participado del partido principal.
Por sus convicciones, Urtubey desestimó el ofrecimiento del Ángel, que estaba ansioso por convertirlo en el secuaz de la fórmula.
Al trascender el rechazo, El Bello Otero recibió calurosos mensajes de felicitación. Animadores del peronismo.
Transcurrió también el llamado de Miguel Pichetto, Lepenito.
“Te felicito por tu actitud”, cuentan que Lepenito le dijo al Bello Otero. Pero 48 horas después Pichetto iba a aceptar ser el secuaz.
Se trataba del último tren de la política. No podía quedarse en el medio de la vía, en una estación abandonada.
Lepenito iba a enterarse de la propuesta del Ángel en la instancia previa de una emisión televisiva de cable.
“Ponete inteligente que te miran desde Olivos”, le dijeron.
Entonces Pichetto se puso inteligente para treparse en el último tren. Ya era todo un estadista.
Momios integrados
Sin méritos propios. Rivales del clásico que se nutren a partir de los escandalosos errores del adversario. Juego de mutuas sorpresas.
Con una gestión groseramente deplorable y perjudicial, sorprende que el TGR mantenga la fe y el optimismo que caracterizaba al Líder de la Línea Aire y Sol, Daniel Scioli.
Con la ventaja del profesionalismo en materia de comunicación. Delirio de segmentaciones que sin embargo deben ser reconocidas.
Con el magnífico apoyo de la geopolítica. El favoritismo de la derecha retrógrada que arrastra a los fondos de inversión. A la estructura tomada de los organismos multilaterales de crédito.
Pero logran que los pragmáticos crean que esta sujeción representa la superior manera de integrarse al mundo.
Momios unidos en la incorrecta evaluación de interpretar, a La Madre de Gorki, como exponente del bolivarianismo que puede extenderse en la América Latina ficcional.
Caricatura de aquello que en otro siglo, sin celulares ni internet, pudo haber asumido el concepto teórico de Dictadura del Proletariado.
Sorprende entonces que la insustancialidad del TGR forme parte prioritaria del imaginario retrasado de Donald Trump, con protagonistas de reparto como Bolsonaro, Duque, o Piñera.
Momios integrados que son incapaces hasta para orquestar un correcto golpe de estado.
En Venezuela extienden, durante siete meses, el onanismo de mantener la vigencia de Guaidó.
El pobre Guaidó se desgasta mientras los momios mantienen la extorsión política hacia las repúblicas frágiles que necesitan integrarse.
Deben reconocen el poder que, en la práctica, no existe.
Alberto necesita un Alberto Fernández
Pero sorprende, además, la liviandad profesional del Frente de Todos.
No explota siquiera el invalorable rol de maldito que se le asigna.
Reproduce la misericordia contemplar a los políticos experimentados con incontinencia verbal, enredados entre contradicciones y chiquilinadas.
Sin quererlo, y con honestidad brutal, se hacen goles en contra. Vulnerabilidades que el adversario sabe explotar, con perversidad.
Pese al malditismo declarado, a los sucesivos errores en cadena, al caos organizativo, igualmente resultan ser los favoritos de la elección más inútil de la historia.
Sin articulación entre las cuantiosas tribus del peronismo fragmentado, que se multiplica como un pulpo carente de conducción, de liderazgo y de inteligencia.
Y sin siquiera disponer de dinero. No aparecen los euros crocantes de 500. Los desaparecieron, los gastaron, los quemaron. O no existen.
Aunque aparezcan cotidianamente en la fotografía estampados como los delincuentes “que se robaron un PBI” (producto bruto interno).
En su condición de operador y candidato, Alberto hace lo que puede, y no del todo mal. Instala temas en la cancha inclinada.
“Alberto necesita tener un Alberto Fernández propio”, confirma el formador que lo quiere bien.
Pero El Poeta Impopular prefiere tirar el córner e ir a cabecear. Y hasta camisetearse en el salto con los periodistas que lo desequilibran con facilidad.
Tal vez La Doctora prefiera continuar con el formato artesanal. Sin recurrir al ingenio de algún equiparable a Tito Lusiardo, Alias Juanjo.
Es que La Doctora y el Poeta subestiman, irresponsablemente, la magnitud del rival, que sabe más ganar elecciones que gobernar.
Que mantiene el respaldo de los peores líderes que se suponen partícipes de la eternidad, co-protagonistas del fin de la historia, fortalecidos por el cuento de las segmentaciones que cautiva a los panelistas.
Alberto como candidato representa, en la práctica, la autocrítica de La Doctora, que en simultáneo siente que no debe arrepentirse de nada.
Es el mensaje de moderación de una versión del peronismo que nada tiene que ver con la moderación.
Al contrario, basta con leer «Sinceramente» para darse cuenta que la moderación es, en definitiva, otro cuento.